Si a Magalí se le pregunta cómo se ve de acá a 10 años, ella prefiere que la vida la siga sorprendiendo. Define la gastronomía como su pasión, cada vez la disfruta más y tiene la suerte de trabajar en lo que ama. Actualmente, Magalí O´Neill Landauer es la chef ejecutiva de Enjoy Punta del Este, un lugar donde trabaja desde el año 1997.
Cuenta que se inclinó hacia esta profesión porque, para ella, la cocina significa amor, cariño y unión a momentos y lugares. “Es arte”, remata. Sin embargo, cuando era una niña quería ser concertista de piano, hasta hizo el profesorado de música cuando cursaba el liceo pero, “por esas vueltas de la vida”, cambió. Los caminos de la vida la llevaron a elegir su actual profesión, para la que se sigue formando y de la que se enamora día a día. “No me da la vida para aprender todo lo que hay en el mundo, en cada lugar, en cada pueblito que tiene su materia prima y su forma de elaborar la comida”, narra con notable pasión.
Magalí nació en Montevideo, un 7 de agosto del año 1975, y su primer trabajo fue a los 15 años como niñera de una familia, cuidando a unos niños que hasta el día de hoy define como sus “primeros hijos postizos” y a quienes recuerda con mucho cariño. Años más tarde, en enero de 1997 llegó a lo que es su actual trabajo. Cuando abrió el Hotel Conrad, en Punta del Este, ella estudiaba música. Pero su meta era entrar a las cocinas. Y no le fue fácil. Ella la define como una historia que muestra que, si uno se propone algo y persevera, lo consigue. Se presentó tres veces al llamado y, como dice el dicho, la tercera fue la vencida. Hizo una fila de 5.000 personas bajo lluvia, en el Campus de Maldonado, pero cuando llegó su turno le dijeron que no había cupos para cocina. Unas semanas más tarde se abrió un nuevo llamado y le pasó lo mismo. Hasta que el hotel firmó un contrato de pasantías con la tecnicatura que ella estaba estudiando y finalmente concretó lo que deseaba. Cuando terminó las pasantías, le pidió al chef ejecutivo seguir haciendo sus labores sin cobrar su salario. Hasta que, al cabo del tiempo, firmó su contrato.
De su lugar de trabajo valora la filosofía que tiene, sus valores, la capacitación y las oportunidades de crecimiento que le ha brindado, además de la contención emocional de parte de la empresa. “El trabajo en equipo es uno de sus mayores pilares, que le da alma al lugar y a su gente”, narra. En su rubro, ella cree que los desafíos y oportunidades son diarios, porque se trata de un mundo que “nunca para”, donde se trabaja con todas las áreas en equipo para crear experiencias “inolvidables” para los clientes, donde surgen grandes desafíos todos los días.
Si se le pregunta por sus tres mejores platos, dice que no podría elegir uno, pero si cree que cada plato es “una fusión de conocimientos y creatividad” que toma como una obra de arte, un paseo y una experiencia que pasa por los cinco sentidos.
Fuera de su mundo laboral, en sus horas libres disfruta de su familia y de sus amigos. Hace religiosamente tres veces a la semana pilates, además de salir en bicicleta, a correr o caminar, un estilo de vida que lleva hace muchos años y que le hace bien a la mente y al cuerpo, según dice. Adora los atardeceres, bañarse en el mar, escuchar música, tocar el piano y salir a comer a lugares diferentes. Su ritual a la noche es poner sonidos de agua o música suave, un momento en el que aprovecha para reflexionar y repasar lo que hizo a lo largo del día: lo que hizo bien, lo que podría haber hecho de otra manera o lo que tiene que corregir. Así, de esa forma, se duerme en paz.
Su familia, lo que ella define como “el regalo más hermoso” que le dio la vida, está compuesta por Sara y Tommy, sus dos hijos y el “clan O´Neill”, compuesto por nueve hermanos y sus respectivas parejas, y 19 sobrinos. Sus padres ya no están físicamente con ella, pero la acompañan en cada decisión, proyecto y buenos y malos momentos “Están siempre presentes en mi corazón”, recuerda.