Original, atractiva y anticonvencional biografía para una mujer que también lo fue

Poetisa apasionada > FAMILIA PURITANA

Por A. Sanjurjo Toucon

Una  serena pasión (A Quiet Passion). Reino Unido / Bélgica 2016. Dir. y guión: Terence Davies. Con: Emma Bell,   Sara Vertongen, Keith Carradine.

Emily Dickinson (1830-1886) fue una poetisa estadounidense, caracterizada por la pasión de sus textos. Vivió casi toda su vida recluida en su casa; de su producción literaria solamente publicó una docena de un total de alrededor de mil ochocientos poemas. Su obra revalorada luego de fallecida, la ha ubicado entre los mayores poetas de su país.

Sus antepasados fueron prominentes figuras del mundo político, jurídico  y de la  enseñanza. El puritanismo religioso de la familia, provocó la rebelión de Emily, que empero permaneció en el seno de su familia en una especie  de voluntaria reclusión.

A  partir de esos elementos, el realizador y guionista Terence Davis, construye un film  extraño. Apartándose de lo que pudo ser solamente una biografía convencional y detallada (estilo  HBO), su montaje torna imperceptibles los saltos del tiempo.

Emily Dickinson persiste en su rebeldía ante la familia y la sociedad, aunque nunca pudo desprenderse de la dependencia de un  padre casi inhumano en su férrea conducción del hogar y sus integrantes. Las discusiones familiares, actúan a modo de detonante para revelar con precisión los diferentes caracteres. Davis toma a sus personajes como si fueran figuras de una pintura (la iluminación remite a los flamencos), haciendo del relato una filigrana recreando la sociedad de una época.

Ese quietismo, esa   abundante rigidez física de las figuras centrales, es todo un desafío para un elenco que trasmite ajustadamente la (in)moralidad de su tiempo, con una Emily que podría calificarse de feminista no consciente de su condición vanguardista.

La cuidada y refinada escenografía actúa como el segundo o tercer plano de tan pictóricas imágenes.

Un film clásico a la vez que renovador, al que dramáticamente sobran reiteraciones, compensadas por tan original propuesta.


París puede esperar (Bonjour Anne). Japón  /  EE.UU. 2016. Dir. y guión: Eleanor Coppola. Con: Diane Lane, Arnaud Viard, Alec Baldwin.

Eleanor Jessie Neil (California, EE.UU.1936) en 1963 contrae matrimonio con Francis Ford Coppola, convirtiéndose automáticamente en nuera de Carmine Coppola –músico, padre de Francis-; cuñada de August Coppola, hermano de Francis y profesor de literatura especializado en los poetas franco-uruguayos, con diversas participaciones en films de Francis; y cuñada de Talia Shire; posteriormente será tía de Nicholas Cage, madre de la realizadora Sofía Coppola, entre otros parentescos de sangre y de film.

Eleanor estuvo vinculada a sectores innovadores del cine, donde conoció a Francis. Adoptando la tradición familiar, se desempeñó en diversos rubros inherentes a la pantalla. Primero con cortometrajes documentales y hace un año debutó con “París puede esperar”,  su primer largometraje de ficción.

Acompañó a su marido en varios rodajes y, quizás por aburrimiento escribió varios diarios de filmación. El más famoso de ellos es el dedicado a “Appocalypse Now” y su lectura no invita a hurgar en los otros.

Semejantes antecedentes generan desconfianza previa sobre “París puede esperar”, una comedia sentimental sin melosidades, desarrollada entre personajes que seguramente Eleanor conoció: la esposa de un productor norteamericano, descuidada por la entrega del hombre a su trabajo, su socio francés dividiendo el tiempo y  un dinero del que carece, en seducciones irreprimibles y restaurantes costosísimos.

Problemas con la producción de un film, obligan al norteamericano a abandonar unas frágiles vacaciones con su esposa –igualmente abandonada- en la Costa Azul. Él viajará al rincón del mundo en que se esté rodando un film en el que tiene intereses; ella en el rol de la esposa aburrida y abandonada, acepta la invitación del productor francés para llevarla en su veloz automóvil a la capital francesa en un par de horas, transformadas en un periplo de dos días con visitas a sitios históricos y pretexto para intentar un acercamiento erótico sentimental.

El viaje Cannes – Paris descubre  varias joyas arquitectónicas de antigua data, insinúa cierto aprovechamiento económico del seductor francés sobre la rica americana emocionalmente inestable, manteniendo ese acoso amoroso a partir de un esquema reiterativo a la vez que ingeniosamente renovado.

El productor francés combina eternas aventuras donjuanescas, con su conocimiento histórico artístico de la atractiva ruta, e incorpora disimulada propaganda (verdaderos “chivos”) realizada a varios y sofisticados, y exclusivos restaurantes.

Sin percatarnos, Eleanor Coppola nos ha vendido un clásico programa turístico gastronómico realizado para TV.

La sorpresa es que no molesta. Detrás de él o encima, se coloca ese romance latente, cuya concreción o fracaso añade espontaneidad a una bien contada historia de amor.

Completando la cuasi idílica visión de la existencia concebida por la señora Eleanor Coppola, en su mundo no hay sino gente linda, sana y rica, a no ser que se trate de alguno de los numerosos “botones” sudando la gota  gorda mientras acarrea maletas.

El gran mérito del film es entretener con ingredientes que,separadamente no atraen y   hasta generan rechazo.

A los 80 años se conoce el mundo tal cual es, o se lo imagina como lo muestran las revistas impresas en papel satinado. Esta ligera y pasatempista comedia dramática llega con más de medio siglo de retraso.


It / Eso. EE.UU. / Canadá 2017. Dir.: Andy Muschietti. Con: Bill Skasgard, Jaeden Lieberher, Finn Wolfhard.

En 1927, Clarence  G. Badger y, sin acreditar, Josef von Sternberg, realizaron el film “It”, una comedia que, por muy diferentes motivos se hizo sumamente popular, y su nombre es vastamente conocido.  Su protagonista, Clara Bow interpretaba a una auténtica “flapper” (chicas alegres y liberadas surgidas en  los años ’20, caracterizadas, entre otras cosas, por su pelo corto, a la “garçonne”, vestidos cuyo escote tendía a aproximarse al ruedo, y todo ello con unos   pechos sin sostén, que solían alardear de esa condición).

Los poco imaginativos guionistas de 2017 eligieron repetir el famoso título de “It”, no así su argumento. A la escasa inventiva para este trabajo, por haber tomado prestado un nombre ajeno, se asocia otra falta de originalidad: su historia. En  tiempo presente  una pandilla infantil es gravemente amenazada por un grupo sumamente peculiar, integrado por un malévolo payaso, un pérfido animalejo y criaturas terroríficas similares a  las de cientos de films anteriores. SI bien debe recordarse que este plúmbeo film (2 horas 15 minutos) es la “remake” de otro “It” de 1990, que  para la TV dirigiera Tommy Lee  Wallace a lo largo de 193 minutos.

Los dos últimos “It” se basan en novelas del muy  prolífico Stephen King, cuyas novelas de terror fueron convertidas en films de todo  tipo y calidad. Ante una producción tan cuantiosa y conociendo las normas mercantilistas de las editoriales estadounidenses (y de otros lados también), corresponde preguntarse si Stephen King es un autor o una franquicia.

No se pierda “It”, la de 1927, con un poco de paciencia la hallará en internet.