Tiempos casi mágicos y totalmente violentos del “sertao” pernambucano en entrecruzados relatos

La ley del más fuerte > UN BRASIL PARA TEMER

Por A. Sanjurjo Toucon

El mercenario (O matador). Brasil 2017. Dir. y guión: Marcelo Galvao. Con: Marcelo Galvao. Con: María de Medeiros, Diogo Morgado, Will Roberts, Phil Miler. Vista en Netflix (versión original con subtítulos en castellano).

Como la Scherezade de “Las mil y una noches”, en “El mercenario”, un hombre del “sertao” pernambucano, en época imprecisa, inicia una serie de cuentos para postergar el que seguramente será el instante en que le darán muerte junto a sus dos pequeños hijos. La acción se trasladará a 1910 y el relato, que constituye el cuerpo principal del film, saltará en el tiempo, idas y venidas hilvanadas solamente por las palabras del relator, abriendo paso a digresiones acerca de los protagonistas de la historia: cangaceiros –irrumpe el Capitán Corisco, sobreviviente de la banda de Lampiao-, asesinos contratados, cuyas vidas son recreadas en escenas acronológicas, policías matadores de cangaceiros, un francés enormemente rico –recuerda a los Barones del Cacao- dueño del pueblo y del lujoso burdel en que recibe a sus invitados, todo ello expandiéndose y cerrándose como un abanico que en cada movimiento nos mostrará mundos diferentes e interrelacionados. Mil historias componiendo un vasto y único fresco.

El realizador y guionista Marcelo Galvao (Río de Janeiro, 1973) trabaja sobre el tema del “sertao” y ello le liga a varios y recordados títulos brasileños previos. Desde “O cangaceiro” (Lima Barreto, 1953), premiado en Cannes, elogiado por unos, criticado por quienes sostenían que estructura y tema le tornaban un “western” trasladado al “sertao”, y en parte lo era. Años más tarde, en el movimiento del “Cinema Novo”, Glauber Rocha vuelve sobre el “sertao” y sus criaturas (“Dios y el Diablo en la tierra del sol”, en 1964, y “Antonio das Mortes”, en 1969), poniendo énfasis (en el film y en sus manifiestos) en cuanto al compromiso social de estos. Ese “Cinema Novo”, que fuera influenciado por el “neorrealismo italiano” y la “nouvelle vague” francesa, en los citados films de Rocha, borra al primero, se liga con la segunda y mantiene los “ecos” del “western” americano, amplificado y deformado por su estética de la violencia.

Coincidentemente, esa exacerbación de Rocha, coincide con el año, 1964, en que Sergio Leone irrumpe con el paradigmático “Por un puñado de dólares”, buque insignia del llamado “spaghetti-western”. Con la perspectiva del tiempo, podría señalarse que el ya decadente “western” americano, es heredado y transformado por los “spaghetti” y el cine brasileño de temática “sertaneja”. Uno a través de una bastardización luego jerarquizada, otro asimilándose a los principios políticos sesentistas que en el caso de un cine brasileño de corazón e internacional de producción, era también respuesta a las dictaduras militares que azotaban al país norteño.

“El mercenario” utiliza la violencia con un sentido “glauberiano” de implícito contenido social, de modo menos visible. Galvao proviene de un cine publicitario donde los contenidos son menos notorios, aunque presentes bajo la atracción de las imágenes. Visualmente el film es un deleite y la presencia de unos encuadres “irreales” (las estupendas tomas desde el cielorraso) están recordándonos que las imágenes no son la “realidad” del film sino la subjetivización de quienes oyen o quien realiza el relato (al igual que “El ciudadano). Memorable el “número” de cabarets en el prostíbulo (acompañado en sus inicios por unos compases con resonancias del “Waltz Nº2” de la “Jazz Suite”, de Dimitri Shostakovich; el mismo que utilizara Kubrick en “Ojos bien cerrados”).

Galvao manifestó que en su infancia le impactó el cine de Sergio Leone, y, admiración o nostalgia, esa huella está debidamente procesada para construir su propio estilo. Lo mismo podrían sostener quienes vieron referencias al Quentin Tarantino de “Django sin cadenas”.

Excelente cine brasileño donde la ficción abreva en la realidad de una época pasada y del presente del rodaje (véase el documental “Los últimos cangaceiros” -Brasil 2011- de Wolney Oliveira).

Imprescindible.

Cuando las salas comerciales anuncian estrenos, la publicidad suele ir acompañada por la leyenda “SOLO EN CINES”. Con ello señalan que el film en cuestión no podrá verse (al menos legalmente y por un tiempo) vía internet.