Las dos pandemias que ponen en jaque a las pymes de la región

Columna > Confederación Empresarial del Uruguay

La pandemia expuso a las pymes latinoamericanas al borde del abismo. Además de las consecuencias producidas por la reducción de ventas que supusieron los confinamientos obligatorios o voluntarios- como en el caso de Uruguay- y la caída generalizada de la actividad, las pequeñas y medianas empresas se ven obligadas a continuar enfrentando los problemas de siempre: baja productividad, poca generación de empleo de calidad y bajo crecimiento. En el siguiente informe, el vicepresidente de Sector Privado de CAF, Jorge Arbache, explica el detalle de la doble pandemia que golpeó a las pymes latinoamericanas.

Se estima que el covid-19 afectó a más del 60% de las pymes y al 51% de empresas medianas, según la encuesta realizada en 121 países por el Centro de Comercio Internacional. Por su parte, la Cepal estima que la pandemia representará el cierre de 2,7 millones de empresas en América Latina, la mayoría pymes.

Teniendo en cuenta que las pymes representan el 99.5% del tejido empresarial de la región- y más del 90% del uruguayo-, se entiende el pronóstico de caída del 9% del PIB y la subida del desempleo a 13,5% que se pronostican para la región.

Estos datos, duros por el impacto socioeconómico que representa en la población, también indican que, previsiblemente, las empresas más competitivas y adaptadas a las herramientas digitales saldrán reforzadas de la crisis. La empresa prototipo que sobrevivirá a la pandemia será más productiva, aprovechará la transformación digital y el teletrabajo y crecerá más rápido de la pyme latinoamericana tradicional. Es aquí donde se abre una gran oportunidad, ya que, paradójicamente, la pandemia podría aportar un granito de arena en el salto cualitativo que necesita América Latina para cerrar las brechas de productividad y competitividad que han limitado su crecimiento.

Quizás una de las fallas más claras que ha destapado el covid-19, y que explica en parte el rezago en relación a otras regiones más avanzadas, es la escasa digitalización de las pymes. Los confinamientos iniciales convirtieron a la digitalización en un instrumento para mantenerse a flote y salir de la crisis, pero muchas empresas no estaban preparadas. Según un estudio de CAF, menos del 40% de empresas habían desarrollado canales de venta digitales.

A los esfuerzos por mejorar la cobertura de las principales tecnologías, los gobiernos de la región deberán sumar políticas para fomentar la capacidad de las empresas para usarlas eficientemente. También será necesario mejorar las habilidades del capital humano y adaptarlas a los requerimientos actuales. La digitalización está también vinculada con la innovación, otro tendón de Aquiles de las pymes de la región. En este aspecto, Uruguay está en los primeros países de Latinoamérica en cuanto a infraestructura y el acceso a internet de parte de las personas pero en el lugar 14 en cuanto a la adopción de tecnología por parte de las empresas.

 

Otra tarea pendiente es la informalidad. Este frente es quizás el más complicado de resolver, especialmente ahora, con el aumento del desempleo. Para incentivar la formalización, es necesario reducir los costos de los procesos burocráticos para empleadores, al tiempo que se simplifican trámites, se reducen impuestos y se crean más programas de desarrollo y financiamiento empresarial, como las compras del Estado dirigidas a las empresas más pequeñas.

La combinación de estas medidas debería desembocar en un aumento de la productividad y competitividad. Actualmente la productividad promedio de los trabajadores en la región es del 20% respecto a los países avanzados y esto tiene relación con los bajos salarios y la baja calidad de los empleos. Además, la baja productividad de las pymes es “contagiosa” y se propaga como un virus en la cadena de insumos y servicios para la producción. De hecho, la productividad de las pequeñas y medianas empresas corresponde solo al 24% y 46% de las grandes empresas respectivamente, y aquellas con cadenas productivas más descentralizadas y largas están más expuestas a la “contaminación”.

Sin embargo, según Arbache, la baja productividad también puede ser una oportunidad para un rápido crecimiento económico. 

En el caso de la pandemia, podrían existir efectos positivos no esperados debido al menos a cuatro factores. En primer lugar, las empresas se ven obligadas a reducir costos incorporando nuevas tecnologías, y esto está acelerando la digitalización. En paralelo, la pandemia ha acelerado las oportunidades de negocio en sectores emergentes más prometedores en la nueva realidad de las cadenas de consumo y producción, y es razonable suponer que las empresas nuevas entrarán al mercado con tecnologías y modelos de negocio más avanzados.

La pandemia también brinda a los gobiernos oportunidades únicas para intervenir e implementar políticas más efectivas para promover la productividad empresarial. De esta manera, las políticas públicas deberían combinar el acceso al crédito con medidas para la adopción de la transformación digital, la difusión de innovaciones tecnológicas, la internacionalización y el incentivo para la transferencia de conocimiento entre empresas. En definitiva, medidas que contribuyan a que las empresas más pequeñas produzcan más -y más eficiente- bienes y servicios con mayor valor agregado.

La colaboración con las empresas y el sistema educativo técnico y profesional también será clave para restaurar el capital humano y fortalecer las habilidades y competencias de las personas en un contexto de uso creciente de nuevas tecnologías.

La pandemia de la baja productividad de las pymes no mata como la pandemia del covid-19, pero condena al estancamiento económico y la pobreza. Por lo tanto, la región tiene el desafío de luchar contra ambas pandemias. La tarea es urgente y requiere determinación, sentido de oportunidad, enfoque de políticas, planificación y mucha coordinación entre públicos y privados.