El empoderamiento de la delincuencia

Por Guillermo Maciel (*) | @macielguillermo

La sociedad viene siendo seriamente doblegada por una delincuencia cada vez más violenta y las autoridades parecen resignadas e impotentes. Siguen ganando los delincuentes.

Ya ocurrieron 91 homicidios en tan solo los primeros 2 meses y medio del año. 91 en 74 días. Promedialmente más de 1 por día. Hay más homicidios que días en el mes. Por ende este año representa una cifra realmente record.

La constante de muertos y heridos, de asaltos y rapiñas, de golpes a remesas y redes de pagos, a shoppings, a más de 30 cajeros automáticos, asonadas en avenidas, y hasta los casos de familias humildes expulsadas de sus casas por narcotraficantes, ilustra hasta el grado que se ha llegado. Y cuando se alcanza la situación límite en que las víctimas del delito son los propios policías (han rapiñado a varios) significa que el desborde es gravísimo. Un país donde hasta la policía es víctima de la inseguridad, es un país con un muy grave problema.

Es grande la angustia de la gente. Muchas personas sienten temor de dejar su casa sola o salir de ella. Hay un sentimiento de orfandad. Que hoy la gente festeje que la robaron y no la mataron es un horror. Si no se está seguro en un lugar (casa, escuela, trabajo, calle) es porque las autoridades no dan las garantías suficientes y no cumplen con sus obligaciones y responsabilidades con eficacia.

Cada día la gente gasta más en cerraduras, rejas, alarmas, seguros, guardias, etc. tratando de protegerse del auge delictivo. Es precisamente la inseguridad lo que más le ha cambiado la vida a la gente. Donde el problema no es solo la cantidad de delitos, sino su violencia. Así gana terreno el repliegue de la sociedad ante la criminalidad desbocada. Y ello implica pérdida de libertad.

A su vez, hay una pérdida de control de territorios que es consecuencia directa de una mala gestión; un conjunto de políticas erróneas y el abandono en barrios donde se necesita una fuerte y correcta presencia del Estado.

Paradigmáticamente, el Ministerio del Interior, ofrece, «talleres de cómo actuar ante un asalto». La función de esa cartera de Estado no es dictar «talleres», sino la prevención, disuasión y represión del delito. No se termina de entender que la responsabilidad es brindar seguridad y atrapar a quien delinque. Y que no es dando talleres, como se combate el delito. La función no puede ser resignarse a enseñarnos a cómo actuar cuando nos roban. Es el reconocimiento tácito del fracaso. Los delincuentes ganan nuevamente y pierde la gente trabajadora y honesta.

En contrapartida, el presupuesto destinado al Ministerio del Interior se multiplicó casi por 4; y está mucho mejor en cantidad de funcionarios, en armamento, en vehículos, en equipamiento, en tecnologías, en mejores salarios, en absolutamente todo. Sin embargo, los uruguayos no tienen una mejor en seguridad.

La responsabilidad por la inseguridad no puede atribuírsela a la sociedad. Decir “la culpa es de la sociedad”, es la frase perfecta para que la culpa no sea de nadie y que todo siga igual. Asimismo no es válido generalizar en el Estado. En seguridad no fracasa el Estado, fracasa quien lo gestiona: el gobierno. Y tampoco tiene culpa la prensa, por informar la realidad.

Delinquir parece haberse transformado en un “negocio próspero” ante la mala gestión de los recursos, de la falta de resolución de los delitos, la ausencia del Estado, y de algunas disposiciones del nuevo Código del Proceso Penal, entre otros aspectos.

Como están las cosas, los únicos parecería que se sienten seguros son los delincuentes. En efecto, buena parte del problema radica en que el mayor aliado de la delincuencia se llama impunidad. Si los delitos no se aclaran, si el delincuente no es capturado, si no se consiguen las pruebas, si no se lo lleva a la justicia, y si la justicia no lo logra procesar, o lo procesa y no cumple la totalidad de la pena, estamos ante un problema. Porque el delincuente lo que percibe es que hay una especie de luz verde para seguir delinquiendo, donde el mismo se transforma en un “negocio próspero”.Al fin y al cabo también en el «mercado de la delincuencia» funcionan los «incentivos». Y la impunidad es el incentivo más poderoso. Esto es gravísimo. Que los delincuentes pierdan el miedo a robar y hasta matar como está ocurriendo, resulta peligrosísimo. Ayer la víctima fue una cajera, hoy un niño de escuela, mañana cualquier otro.

La fuerte caída en la aclaración de los homicidios, donde la tasa de no esclarecimiento es del 49,8, implica que la mitad de 283 homicidios ocurridos en el año pasado, estén sin aclarar, y ello es un dato brutal de impunidad. Y en rapiñas y otros delitos apenas se esclarece el 5%. El propio fiscal de Corte, Jorge Díaz, dijo: “hay más homicidios en cinco manzanas de Montevideo que en resto del país”. De ser así, esto demuestra el rotundo y absoluto fracaso del gobierno, que no puede controlar y dar seguridad a apenas 5 manzanas de la ciudad.

Ahora bien, ¿Cómo se empieza a revertir este gran problema? Una mirada a políticas anti delictivas con buenos resultados, en otros países y ciudades, permiten recoger algunas ideas:

-Prevención y disuasión. Más Policías, más patrullaje (por cuadrícula con baja rotación del personal para que conozca zona, los vecinos y el movimiento habitual y normal), y más Policía Comunitaria. -Cambio clave a nivel tecnológico. Sistemas para saber dónde desplegar a los policías, dónde se cometen los crímenes y qué impacto tiene ese despliegue en las tasas de criminalidad (CompStat). Más rápida respuesta y mapa del delito para conocer zonas o puntos calientes. -Fuerte intervención urbana y de planes educativos y sociales: a) Centro educativos modelos, nuevos atractivos y llamativos, de tiempo completo que convoquen a jóvenes, con actividades de juegos, alimentación, deportes, etc. b) Plazas nuevas, limpias, equipadas y con actividades. c) Centros polideportivos. d) Centros de atención de adicciones y de desintoxicación, con acceso inmediato a sicólogos, médicos, asistentes sociales, etc. e) Iluminación, limpieza, urbanización de calles y veredas. -Cambios en la estrategia policial. Potenciando las investigaciones y la inteligencia, a fin de aclarar más delitos. Velando fuertemente a las violaciones menores de la ley para evitar delitos más graves. -Más y mejor legislación (ejemplos, Regla de la “Reincidencia múltiple”; agentes encubiertos, infiltrados, figuras del colaborador o informante, arrepentido, etc.). -Rehabilitación efectiva. Cabe consignar que la reinserción social debe ser un objetivo a cumplir de la condena, pero su fin primero y principal es la protección social de la mayoría silenciosa que no delinque.

Corolarios. Hay que dar vuelta la página, de un modelo agotado y que ha demostrado no obtener los resultados esperados. La tarea del Ministerio del Interior debe ser proteger a la gente. Para alcanzar un propósito no basta con imaginarlo o soñarlo, son las acciones concretas, el pragmatismo, la buena gestión y esfuerzo lo que nos acercará día a día a lograrlo.

(*) Director del Observatorio en Seguridad de Fundapro.