Gran sequía… de ideas

Por Raúl Viñas (*) | @Uruguay2035

Desde 2020 nuestro país y la región han sufrido una importante sequía meteorológica, el total de lluvias en el sur del Uruguay en los años 2020, 2021 y 2022 apenas llegan a igualar la precipitación de dos años “normales”.

La causa: se estableció en el Océano Pacífico en 2020 un episodio de “La Niña” que recién finalizó en abril de este año, generando una importante disminución de las lluvias. Esta situación se agravó por el bajo aporte de humedad desde la Amazonia y el Pantanal. Esa humedad se mueve por un “río atmosférico” que circuló mayormente sobre Brasil generando fenómenos extremos de lluvia en los estados de Santa Catarina, Paraná, San Pablo y Río de Janeiro.

El norte y el este del Uruguay recibieron algunas precipitaciones, al igual que el sur de Brasil, pero el sur y el suroeste del Uruguay estuvieron en una situación de déficit hídrico, una sequía agronómica que afectó cultivos y cosechas mientras fue secando los suelos y consecuentemente limitando el aporte a los cursos de agua que fueron perdiendo caudal.

La declaración de la emergencia agropecuaria y las alertas del Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet) de octubre de 2022(1) no incluyeron la posibilidad de problemas en el abastecimiento de áreas urbanas, si bien se menciona que en algunas zonas del país se estaba abasteciendo de agua potable con camiones a pobladores rurales.

A partir de octubre de 2022 el caudal de los ríos ya no se recuperó y comenzaron a disminuir los niveles de los embalses que sirven de reserva a los sistemas de potabilización. Así, Minas, San José, Nueva Helvecia, 25 de Mayo y el área metropolitana de Montevideo presentaron problemas de abastecimiento y se estableció entonces una sequía hidrológica.

Ahora, con la emergencia hídrica declarada para el área metropolitana de Montevideo, llevamos más de un mes en que el agua del sistema no puede ser considerada potable y eufemísticamente se le denomina “bebible”.

Ante esto, la respuesta del sistema político ha sido muy pobre, centrada en acusaciones cruzadas sobre la falta de medidas y obras que pudieran amortiguar los efectos de la situación, sin aportar propuestas para prevenirla a futuro, teniendo que reconocer que hoy la única solución es que llueva.

Han aparecido sí propuestas desde la academia y la sociedad civil a las que no se les presta debida atención.

La OSE reconoce que pierde más del 50% del agua que extrae y potabiliza desde el Santa Lucía, pero no se plantea realizar un shock de reparaciones y renovaciones de la red. Entendamos que solo reducir las pérdidas a un 30% significaría una reducción del 20% en la extracción de agua, su bombeo y el costo de su potabilización. Consultados por medios de prensa, el presidente y el gerente de OSE declararon que renovar la red costaría unos US$ 400 millones.

Desde 1970 existen planes de incrementar las reservas de agua en la cuenca del Santa Lucía con embalses como el de Paso Severino (construido) y los de Casupá y Arroyo del Soldado que nunca pasaron de ser planes de papel. Hoy sabemos que embalsar el agua exige medidas para asegurar su calidad, cuidando la cuenca de los embalses, por ejemplo, desarraigando el monte nativo del área a inundar y replantándolo en las márgenes del embalse para que sirva de filtro natural a los agroquímicos y nutrientes que podrían afectar la calidad del agua embalsada.

La situación actual del río Santa Lucía evidencia la necesidad de buscar fuentes de agua dulce fuera de la cuenca. En Uruguay abunda el agua dulce superficial y cada uruguayo dispone de cuatro veces más agua dulce que el promedio mundial. Obtener agua del río Uruguay, del lago del Rincón del Bonete, que es 130 veces más grande que la reserva de Paso Severino, no pueden dejar de ser consideradas, aunque estén a 250 kilómetros de Montevideo. Al fin y al cabo, los acueductos que llevaban agua a Constantinopla (Estambul) en el siglo cuarto de nuestra era tenían más de 400 kilómetros de largo.

Incluso el Río de la Plata podría ser una fuente de agua, evitando las zonas de intrusiones de agua oceánica (salada). Uruguay ya tiene dos plantas potabilizadoras sobre el Río de la Plata en Colonia y Juan Lacaze, y el río cubre parcialmente las necesidades de agua de Buenos Aires y La Plata en Argentina.

La posibilidad de instalar una segunda potabilizadora anexa a la represa de Casupá también ha sido propuesta.

¿Y qué propone el gobierno?

La única propuesta es la de tomar agua del Río de la Plata en Arazatí, ya estudiada en 1970 y rechazada porque a la zona llega frecuentemente agua salada. Un solo episodio de salinidad el año pasado duró 86 días, casi tres meses. La presencia de cianobacterias, desconocida en 1970, agrega un nuevo problema a considerar. 

El proyecto ya se licitó sin estudios ambientales y sin ninguna justificación para ubicar la toma de agua en Arazatí, allí donde el Camino Voulminot llega hasta el río.

Como justificación se hace referencia a las recomendaciones de la empresa israelí Mekorot, según la que una ciudad como Montevideo necesita de dos fuentes de agua con capacidad de potabilizar al menos 70% del consumo de la ciudad en cada una. En el caso de Montevideo, se consumen diariamente 500.000 metros cúbicos de agua, pero la capacidad prevista del proyecto Arazatí o Neptuno es de menos del 40% de ese volumen.

Por otra parte, si bien el proyecto costaría US$ 258 millones, se pagarán US$ 738 millones al consorcio constructor (18 pagos anuales de US$ 41 millones c/u), una financiación más bien cara, y nada se dice de que el agua potabilizada iría a una red que pierde la mitad del agua.

Volviendo al tema de costos, no habría US$ 400 millones para la red, pero hay más de US$ 700 millones para Arazatí.

Hay ahora: sequía de ideas.

(*) Magister en Ciencias Meteorológicas. Docente en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de la Empresa. Integrante del Movus (Movimiento por un Uruguay Sustentable).

Referencia:

(1) https://sissa.crc-sas.org/blog/2022/11/28/sequia-en-uruguay-el-deficit-hidrico-amenaza-los-cultivos-y-produccion-ganadera-local/