La inseguridad y el desapego a la realidad

Por Guillermo Maciel (*) | @macielguillermo

La última encuesta de la empresa Cifra, en materia de inseguridad, refleja que la población considera que el gobierno se está desempeñando «mal» en el control de la delincuencia: 7 de cada 10 uruguayos señalaron que el gobierno no está resolviendo el problema (1).

Ahora bien, más allá de las encuestas, en los países normales, las discusiones se desarrollan sobre la base de los datos que proveen las estadísticas oficiales. La objetividad que deben proporcionar esos datos son un punto de partida, un supuesto, sobre el que confrontar las diferentes visiones de una misma realidad.

Basta a modo meramente ilustrativo, visitar la página web del Departamento de Policía de New York, para ver actualizada cada lunes, la evolución plasmada en forma periódica, ordenada, criteriosa y constante de los diferentes delitos, semana a semana, mes a mes y año por año (2).

En otros casos, como en Uruguay, eso resulta muy difícil, en especial con los datos que proporciona el Ministerio del Interior. Suministrados arbitrariamente, por cuanto los informa cuando le parece oportuno, con las cifras que entiende convenientes y con cambios de criterios.

A su vez, la frialdad de los datos oficiales, no refleja lo que pasa en los barrios, las penurias que sufre la gente acosada por la delincuencia, el temor de dejar la casa sola por los robos, la dificultad de conciliar el sueño hasta que todos los miembros de la familia regresan a la casa, la angustia de ser víctima directa o colateral en una rapiña, un copamiento o un tiroteo.

Los reportes oficiales brindados desde el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior, resultan cuestionables por extemporáneos, por su parcialidad, por la falta de transparencia y de acceso a la información, y además porque no ilustran adecuadamente, en virtud de que no brindan todos los datos -por ejemplo no se expresa cual fue el total general, de los delitos cometidos en el país-, o de un informe a otro se varía parte de la información suministrada.

El pasado lo condena. Estos hechos se dan en un escenario donde el propio ministro cuestiona sus datos. Cabe recordar que el propio ministro Bonomi, realizó fuertes críticas al Observatorio de su cartera, planteando que tenía «problemas metodológicos» que impedían llegar a «conclusiones correctas» para medir los delitos (Búsqueda 30/7/2015) y solicitaba la colaboración de la Universidad de la República para revisar la metodología del Observatorio (3).

Que prometía crear un nuevo observatorio para medir eficazmente las cifras de delitos, pero que no lo concretó y quedó en mera expresión de deseos. Hace ya casi dos años, (el 30/6/15) había planteado la creación de un Observatorio de Criminalidad, con participación de la Suprema Corte de Justicia, la Universidad de la República, el Instituto Nacional de Estadística y el Ministerio del Interior, para que tuviera mejor nivel y diera mayores garantías (4).

Que cambia los criterios, por cuanto a partir de que en el año 2012 dejó de contabilizar los homicidios denominados «justificados»; y a su vez incluso se reconoció que desde 2009 no podían llevar un registro certero del delito de tentativa de rapiña y por ende también dejaron de contabilizarlas (5).

Y como si esto fuera poco, también en setiembre de 2009, el ministro del Interior de la época (Jorge Bruni), llegó a admitir públicamente, que habían tenido problemas con las estadísticas, por cuanto en la Jefatura de Montevideo, habían tomado denuncias de rapiñas como hurtos, lo que hacía disminuir estadísticamente el número real de rapiñas (6).

Otra perla, fue la renuncia en su momento (abril de 2011), del anterior director del Observatorio, Rafael Paternain, por discrepancias y cuestionamientos al manejo de los datos sobre los delitos, que realizaba el ministro del Interior (7). Todas estas circunstancias devienen en una falta de credibilidad y de confianza, que opaca la imagen del Ministerio del Interior.

La realidad mata al relato. Hoy, el relato oficial del gobierno, dice que los homicidios, las rapiñas y los hurtos vienen disminuyendo; pero la realidad parece indicar lo contrario. La gente cada vez sufre más, no solo los delitos, sino la violencia con que estos se cometen. Donde aparece la figura del “sicariato” con crímenes brutales en plena calle a la luz del día y donde todos los barrios y toda la población están expuestos sin distinción alguna al asedio delictivo.

Por ende, se hace imprescindible y necesario reconstruir las estadísticas, con el fin de que en lugar de desconocer la realidad, la reflejen fielmente. A ellas hay que sumarle, la realización periódica y regular de una Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Pública. De forma tal de que el Estado provea datos confiables sobre la situación de inseguridad. Se trata de un punto estratégico y crucial, en una materia tan sensible como la inseguridad, que necesita de la racionalidad y sujeción al principio de realidad.

Hay que terminar con el desapego a lo real, de donde salen otros defectos y problemas. Es de allí de donde surge incluso el injustificado triunfalismo y hasta de euforia de algunas autoridades, cuando salen a explicarle a la gente que «estamos mucho mejor», que “el operativo fue un éxito”; o que «si no andan en cosas raras seguramente no los maten».

Incluso la realidad es tan empecinada, que el mismo día que el ministro anunciaba una baja de los delitos (el pasado 19/4/17), dos delincuentes en una brutal rapiña asesinaban cobardemente a un trabajador, funcionario policial, destrozando de esta forma a otra familia uruguaya. De esta forma, la realidad -una vez- más contradecía al ministro.

En suma, los datos que hoy se exhiben parecen chocar de frente con el mundo real, en que la gente tiene que «sobrevivir» a la delincuencia cotidianamente. Es un discurso basado en la negación, en el desapego de la realidad, que conspira con la adopción de políticas eficaces y eficientes en materia de seguridad pública, que permitan obtener verdaderos resultados y en forma rápida.

La delincuencia gana día a día más terreno. La gente está más expuesta y desamparada. Pero para las autoridades estamos cada vez mejor; Uruguay es un país seguro y los delitos continúan bajando. Lástima que la gente vive y padece lo contrario. Se confunden deseos con realidad.

El principal mérito del ministro del Interior en 7 años consiste en haberlo cambiado todo sin haber cambiado nada que mejorara la seguridad.

La mejor forma de combatir la percepción de que se está en el camino equivocado, es dejar el camino equivocado.

La negación de la realidad no la cambia. Tampoco el relato oficial cambia la realidad. Después de todo, la única verdad es la realidad.

(*) Director del Observatorio en Seguridad de Fundapro

Fuentes:
(1) http://www.cifra.com.uy/index.php/2017/04/05/el-desempeno-de-la-policia/
(2) http://www.nyc.gov/html/nypd/html/crime_prevention/crime_statistics.shtml
(3) http://www.elpais.com.uy/informacion/bonomi-cambiar-criterio-medicion-delitos.html
(4) http://www.montevideo.com.uy/contenido/Se-trabaja-en-la-creacion-de-un-Observatorio-Nacional-de-Criminalidad-dijo-Bonomi-279341?plantilla=1391 http://www.lr21.com.uy/comunidad/1246323-minterior-observatorio-criminologia
(5) http://elperrogil.blogspot.com.uy/2013/03/ya-no-da-vivos-ni-criollos-el-tiempo.html
(6) http://www.180.com.uy/articulo/6662_Bruni-reconocio-error-en-registro-de-delitos
(7) http://www.elobservador.com.uy/paternain-es-una-renuncia-dolorosa-n104274