Retos y desafíos en los procesos de decisión de las empresas públicas

Por Julio Luis Sanguinetti (*) | @JulioLuisSangu1

El camino al presente

Desde la crisis del petróleo, en los 70, hasta ahora, el mundo de la energía ha vivido cambios enormes. Por aquella época la matriz energética global apostaba a amortiguar el costo del petróleo por nuclear, carbón o gas, mientras que la única energía limpia y renovable era la hidráulica. Avances y tecnología mediante, los cambios se fueron sucediendo acelerados por algunos accidentes nucleares o la contaminación y agotamiento de los combustibles fósiles, en la dirección de las fuentes “limpias”. Se profundizan las inversiones en el desarrollo de estas tecnologías hasta encontrarnos hoy con un incontable número de fuentes alternativas. Para muestra, un botón. Nuestro país hoy tiene energía de orígenes, que en otro tiempo hubiéramos esbozado una sonrisa; a saber: hidráulica, eólica, solar, biomasa desde madera a residuos orgánicos y térmica en su versión petróleo o gas.

En el paradigma anterior de fin de Siglo XX, la escasez seguía siendo nuestra variable de riesgo para la sustentabilidad y el desarrollo, ya que habíamos desplegado al tope nuestra capacidad hidráulica. Por otro lado, teníamos dependencia de la fuente térmica a base de petróleo, y cuando quisimos ampliar esa capacidad a gas, planificamos en función del desarrollo que Argentina tenía en esa fuente y nunca previmos la inestabilidad en el abastecimiento como consecuencia de sus problemas políticos y económicos.

Así, y casi con desesperación, logramos un acuerdo multipartidario en 2010 como corolario de las leyes de modernización en esta materia en cuanto a monopolios y mercados y de las crisis de abastecimiento pasadas y vislumbradas.  A partir de allí comenzó el cambio de matriz, que más allá de discusiones puntuales sobre costos y beneficios, nos trae a este 2020 con autosuficiencia energética y excedentes de exportación. Asimismo, no es menor agregar aquí que esta tranquilidad esta asociada a la interconexión con Argentina y Brasil, que no solo nos da un paraguas de protección ante riesgos imprevistos, sino que además es una fuente de ingresos por exportación. En energía, el Mercosur, sin ser perfecto, ha logrado hacernos mejor a todos.

Las tensiones del ADN público-privado

A pesar de algunos desaciertos rotundos, como Gas Sayago, hemos logrado ubicarnos en la ruta de la modernidad y, como consecuencia, los desafíos y los riesgos aumentan.

Para darle ubicuidad y contexto a los temas es importante entender que UTE es una empresa pública –propiedad de los ciudadanos de este país- que más allá de sus propias decisiones tiene que ser funcional a una estrategia de políticas y orientaciones públicas, así como decisiones de gobierno que vayan en consonancia con los objetivos macro. Hay siempre una tensión entre los objetivos que nos demandarían el mercado y la sustentabilidad de la empresa en particular y las necesidades que impone la realidad de la administración del interés general. Para muestra de esto algunos ejemplos: ¿Cuánto podríamos bajar las tarifas si no tuviéramos que contribuir a paliar los déficits centrales? ¿Cuánto podríamos invertir si no fuéramos un servicio público con las obligaciones que ello implica en la atención de los ciudadanos más vulnerables? Porque, cuando se hace referencia a los costos y al costo país es muy simplista caer en la tentación de la crítica sobre la ineficiencia del Estado, su tamaño y argumentos parecidos. Tenemos claro que la obligación es generar la energía al menor costo posible para venderla al menor precio posible a la mayor cantidad de clientes posibles con buena calidad. Preciosa definición si los productores e industriales nacionales no tuvieran que competir en el comercio mundial con el resto del mundo y de allí nuestra tarea. Intentar hacer coincidir las demandas públicas y privadas a través de una ecuación muy compleja que termine en un servicio adecuado a las necesidades de la competencia mundial y regional.

La supervivencia del más apto

La agenda de los próximos años viene cargada. Tenemos que canalizar el excedente de energía, buscar la eficiencia energética, mantener el nivel de energías limpias, mejorar el servicio y adecuar las tarifas. El consumo aumentará, pero tiene que hacerlo de manera ordenada y racional. Deberemos crear los planes que permitan a los ciudadanos armar sus propias canastas de consumo que mejoren sus estándares de calidad de vida y allí los nuevos desarrollos tecnológicos aportan todos los días nuevas alternativas. La movilidad eléctrica es un ítem relevante de este capítulo pero es necesario crear los instrumentos financieros que faciliten el acceso a vehículos eléctricos, mejorar el perfil de beneficios y, simultáneamente, hacer más densa la red de carga para estimular su uso cotidiano y extenso. Esto trae importantes mejoras en la calidad de vida por el bajo impacto ambiental en materia de emisiones, ruido y el bajo costo del mantenimiento y uso comparado con las alternativas fósiles.

El desarrollo de “redes inteligentes o Smart grids” permitirá en breve derivar en “ciudades inteligentes” que nos traerán un mundo nuevo.

UTE tiene por voluntad universalizar la instalación de los medidores inteligentes que nos aportarán una cantidad enorme y útil de información y será la oportunidad para ampliar el negocio. Esto debería tener un efecto económico para el ciudadano y la empresa si sabemos utilizar esa información. Antes, deberemos ser capaces de digerirla, proveerla, capacitar al cliente y darle utilidad final. Es solamente el primer paso y muy pequeño si lo comparamos con lo que viene por delante. Probablemente en algunos años estemos ampliando nuestros servicios a áreas de las TICs que contribuirán al valor agregado social. Estos desarrollos harán posible hacer mucho más dúctil y flexible el esquema de tarifas, ya que permitirá organizar el consumo de cada persona en su beneficio y de nuestro lado hacer previsible la demanda y poder planificar una generación más eficiente asi como detectar fallas a tiempo. Los desarrollos tecnológicos permiten usar redes eléctricas en diversas modalidades y extender las posibilidades de desarrollo a la seguridad pública y la gestión municipal en materia de residuos o tránsito, como breves ejemplos. Es evidente la importancia de estas posibilidades para la actividad económica de las empresas en general, que podrán adecuar incluso sus procesos de producción o de trabajo en función de información que los lleve a tener consumos inteligentes. Todo mejorará los costos de operación y, por lo tanto, la competitividad internacional.

Me quedan dos incertidumbres que son desafíos en si mismos. Por un lado, la complejidad de las decisiones empresariales en función de la propiedad pública; por otro, la necesidad de decisiones estratégicas de largo plazo que nos imponen una flexibilidad y velocidad que no siempre tenemos. Esta historia continuará, la expectativa es grande y la vara que nos impone el contexto está cada vez más alta.

 (*) Vicepresidente de UTE