Zoonosis: un desafío global en la era del cambio climático y “Una Salud”

Por Augusto Müller y Carlos Salveraglio (*)

Las zoonosis son enfermedades infecciosas que, originadas en animales, pueden transmitirse a los humanos. Causadas por bacterias, virus, parásitos y hongos, representan un problema crucial para la salud pública mundial. Vivimos rodeados de microorganismos; de hecho, el 75% de las enfermedades emergentes son zoonóticas, y la mayoría son virales. Las bacterias, omnipresentes y resilientes, han demostrado una notable capacidad de adaptación a los desafíos naturales y humanos.

Actualmente, es imposible abordar las zoonosis sin vincularlas a los conceptos de «Una Salud» y cambio climático. El término «Una Salud», acuñado en 2004 por la OMS, OMSA y FAO, promueve una colaboración y comunicación interdisciplinaria en todos los aspectos sanitarios que involucran a humanos, animales, plantas y el medioambiente. El objetivo es acelerar la investigación, mejorar los sistemas de salud, expandir la base científica y perfeccionar la educación médica.

El panorama actual invita a un cierto pesimismo debido a un complejo entramado de fenómenos globales negativos interconectados y en constante crecimiento. Estos incluyen la deforestación, la disminución de la biodiversidad, la resistencia a los antibióticos, la contaminación, conflictos bélicos, migraciones, emisiones de gases de efecto invernadero, calentamiento global, agotamiento de recursos naturales y la emergencia de nuevas zoonosis.

Los riesgos para los humanos y los ecosistemas derivados del cambio climático son significativos y afectan a todos los biomas. Se observan distorsiones estacionales, desertificación, degradación del suelo, inseguridad alimentaria, afectación de la biodiversidad, estrés hídrico y deterioro de la calidad del agua, además del aumento de zoonosis. Ejemplos claros son el incremento del dengue y la aparición de otras zoonosis como el Oropouche, la mpox y la influenza aviar, sin olvidar la devastadora covid-19.

El círculo vicioso del crecimiento poblacional y el consumo

Existe una relación causal que genera un círculo vicioso. La acelerada urbanización y el crecimiento poblacional, junto con el aumento de sus consumos, necesidades y deseos de confort, impulsan un crecimiento constante de la producción de alimentos. Esto, a su vez, demanda más superficie, químicos, combustibles, fertilizantes inorgánicos, agua de riego y un mayor número de rumiantes. Este modelo de producción, enfocado en satisfacer un alto consumo, genera afectaciones de todo tipo en la población, incluyendo las zoonosis, y contribuye a la desigualdad global.

La visión predominante de desarrollo se asocia con producción y crecimiento, relegando la sostenibilidad y la idea de mejorar como especie con inteligencia para coexistir en el planeta. Esta cosmovisión antropocéntrica, arraigada culturalmente y con una larga historia, abarca a estados, gobiernos, entidades, profesiones, la producción, el trabajo, la industria, las finanzas y todas las personas, comunidades y culturas, sus costumbres y desplazamientos, así como todos los tipos de consumo. Debemos asumir la pesada culpa de esta «cara oscura» de un humanismo mal entendido y considerar un cambio del antropocentrismo al biocentrismo.

De «Una Salud» a la “Salud Planetaria”: un llamado a la ética

El concepto de «Una Salud» ha evolucionado hacia la Salud Planetaria, que exige una ética planetaria. El planeta es un sistema cerrado, y la idea de una migración interplanetaria como solución es una utopía peligrosa. Los esfuerzos realizados hasta ahora en foros internacionales sobre cambio climático, desde Río 1992 hasta las recientes COP, han tenido un impacto limitado.

La OMS advierte que el cambio climático es la mayor amenaza para la salud mundial del siglo XXI, afectándola a través de impactos directos (olas de calor, sequías, tormentas, aumento del nivel del mar) e indirectos (enfermedades respiratorias y transmitidas por vectores, inseguridad alimentaria e hídrica, desnutrición y desplazamientos forzados).

Según la OMS/OPS, los sistemas de salud resilientes al clima pueden fortalecerse mejorando la gobernanza, las estructuras institucionales, la planificación nacional, las infraestructuras y servicios de salud, y estableciendo sistemas de vigilancia clima-salud, investigación, capacitación y financiamiento.

En Uruguay, el Sistema Nacional de Respuesta al Cambio Climático y Variabilidad (Snrcc), creado en 2009, coordina acciones para la prevención de riesgos, mitigación y adaptación al cambio climático. A pesar de contar con más de 120 documentos sobre diversos temas, ninguno aborda específicamente la salud y el cambio climático.

La solución no es únicamente tecnológica, sino fundamentalmente humana y ética. Requiere cambios de paradigmas, educación ambiental y ética, y una responsabilidad personal, nacional, regional y global. Como afirmó Hans Jonas, «no todo lo técnicamente posible resulta éticamente aceptable». Necesitamos una ética de supervivencia planetaria, ambiental y global.

En la era de los derechos humanos, es imperativo reconocer que el planeta también tiene derechos. La ética ambiental, una rama de la ética aplicada, examina las relaciones morales entre los seres humanos y el ambiente natural. Busca describir los valores intrínsecos del mundo natural no humano y establecer una respuesta ética apropiada para su preservación y restauración, incluso desde una perspectiva utilitaria humana.

Revertir un proceso global de dos siglos de existencia, que ha alterado 100.000 años de evolución, requiere un esfuerzo revolucionario de enormes dimensiones. Esta dificultad se debe al avanzado estado de la situación, sus intrincadas causas, el limitado poder vinculante de los organismos internacionales, la influencia de poderosos lobbies, la burocracia, el descreimiento, la apatía, el negacionismo y la falta de una visión bioética ambiental global.

Ante un grave problema global, necesitamos un nuevo mandato imperativo, de inspiración humana y racional, y una nueva visión ética «geocéntrica». «El ser humano apareció con un cambio climático, y con otro puede desaparecer».

(*) Miembros de la Academia Nacional de Medicina.