Adrián Fernández, Investigador Senior del Cinve
Los bajos niveles educativos constituyen un “déficit social” y una deuda con los sectores de menores ingresos, que les genera problemas para ingresar en el mercado de trabajo. Pero aún visto desde “el lado egoísta”, también es un problema para las empresas que no encuentran recursos humanos calificados, y mejorar estos indicadores podría resolver parte (no todo) del problema de la seguridad social. Así lo evaluó, en diálogo con CRÓNICAS, el investigador senior del Cinve, Adrián Fernández, quien también opinó que en la pandemia el Gobierno se manejó con “aciertos y errores”, y que en el futuro deberá estudiarse qué tan efectivos fueron los lockdowns o cuarentenas generales para enfrentar la pandemia.
Por Ricardo Delgado | @ricardo_dl
-¿La pandemia del covid-19 es un nuevo punto de inflexión en la historia económica? ¿El mundo ya no será como antes?
-En cierta medida sí. Cuando recién se desató la pandemia había mucha discusión sobre cuál iba a ser la trayectoria del nivel de actividad. En aquel momento no se tenía una idea clara de cuánto iba a durar la pandemia y se hablaba de las famosas letras: V, W, de la raíz cuadrada, de la K. Ese puede ser un buen punto para conversar sobre los aspectos más permanentes de la pandemia. Hubo evidentemente una pérdida del producto, del nivel de actividad, en estos casi dos años que lleva la pandemia. La pregunta es si vamos a recuperar el nivel de crecimiento que teníamos previo a la pandemia, si nuestra tasa de crecimiento se ha visto influida por la pandemia, o si con la resolución de los problemas sanitarios volveremos a la vieja normalidad. Por lo que uno ve en las economías desarrolladas, da la impresión de que se va a volver a la situación prepandemia incluso en patrones de crecimiento. Más allá de algunas particularidades y de aspectos específicos, la economía china ya se está recuperando. Lo mismo con EEUU. Eso no debe llevarnos a concluir que no van a haber impactos. Posiblemente vamos a tener impactos que todavía no podemos calibrar correctamente en muchos términos. Quizás los más presentes y que más publicidad reciben son los ligados a la forma de trabajo. La pandemia vino a acelerar tendencias que ya existían en cuanto al trabajo a distancia, a la tercerización, a vínculos más laxos en el mundo laboral. Eso probablemente vino para quedarse y sea algo permanente, y hay que ver qué consecuencias tiene desde el punto de vista económico más general. Algunas de esas tendencias considero que sí son permanentes.
-¿La crisis vino a ampliar la brecha de desigualdad que ya existía entre países?
-Hay regiones que han estado rezagadas en esta recuperación. América Latina es una de ellas, claramente, pero no tengo tan claro que sea el caso de otras zonas en desarrollo o emergentes. Sí hay grandes desigualdades en factores como las vacunas. Mientras que en países desarrollados, así como en Uruguay alrededor del 70-80% de la población ya fue vacunada, en países de África se llega al 10% en el mejor de los casos. No podemos estar seguros de que esas zonas, que no han sufrido tanto la pandemia en forma directa pero sí los efectos indirectos, puedan presentar una tasa de crecimiento relevante o sustantiva en los próximos años. O sea que sí, hay desigualdad en cuanto al comportamiento de los países, ligado a las desigualdades en el tratamiento sanitario de sus poblaciones.
-¿Y al interior de cada país?
-Al interior de los países también. Lo que uno lee en la prensa de EEUU es que a pesar de que los valores nacionales (de vacunación) son relativamente altos, si uno mira al interior por grupo, por raza o por zonas geográficas, la disparidad es grande. Eso va a tener consecuencias no sólo en términos de salud, sino también económicas. Sobre todo en economías como las latinoamericanas.
-¿Este incremento de las desigualdades puede llevar a un incremento de la tensión social en algunos países?
-No lo sé. Porque la pandemia también tiene ciertos comportamientos de solidaridad entre la gente. No tengo claro si eso va a incidir. Puede incidir de forma indirecta en la medida que genere problemas económicos, de empleo o problemas fiscales de menor gasto, que fue la mecha que inició estos fenómenos de revuelta social como el de Chile. En forma indirecta es posible, de forma directa no estoy seguro.
-¿Fue racional llevar la economía mundial a un lockdown?
-Hay que aprender de las lecciones. No sé desde el punto de vista de los estudios científicos si estos lockdowns fueron beneficiosos. Hay argumentos de los dos lados, porque las experiencias que se ven en los países son mezcladas, entonces no sería tan radical afirmando que son necesarias estas clausuras, o que no son necesarias, porque en los dos extremos pueden haber errores. Tenemos experiencias positivas y negativas en los dos sentidos. De acuerdo a algunos estudios, ello tendría que ver con temas culturales, de cómo son las sociedades, y yo comparto esa opinión. Afortunadamente creo que todos estamos aprendiendo de estas cosas y la próxima pandemia probablemente estaremos mejor preparados.
-¿Cómo vio la respuesta del Gobierno uruguayo ante la pandemia?
-Creo que hubo aciertos y errores. En el tema de la vacunación, el país se comportó excelentemente. Cuando empezamos a vacunar, lo hicimos muy rápido, con mucha eficiencia, y prácticamente sin ninguna acusación o denuncia de favoritismos y cosas por el estilo. Ese es el sello típicamente uruguayo. Quizás no nos damos cuenta, pero en otras sociedades el acceso a las vacunas fue menos transparente, menos adecuado desde el punto de vista social.
-¿Se empezó tarde?
-Creo que sí, se empezó tarde, visto con el diario del lunes. Confiamos en el mecanismo Covax. Recuerdo que en mi último período en el BM, cuando se conversaban de estas cosas había muchas esperanzas en el mecanismo Covax, así que no está mal que el Gobierno uruguayo hubiese apostado a eso. Pero claro, con el diario del lunes, siempre es conveniente un plan B y la pregunta era hasta cuándo esperábamos para vacunar con el Covax. Creo que ahí hubo un error. Después está la gran discusión sobre la cantidad de fallecidos y si hubo muertes evitables. Eso no lo sé. Un sólo muerto es mucho, cuando hablamos de seis mil obviamente hablamos de mucho dolor. No es un tema sencillo de discutir. Quizás un análisis riguroso, imparcial, confiable, con una comisión del estilo del GACH, teniendo en cuenta las lecciones aprendidas para futuros eventos, sobre si es eficiente el lockdown o no, y qué efectos hubiera tenido una mayor restricción a la movilidad sobre los fallecimientos y sobre otras variables, podría arrojar luz sobre estas cosas.
-Más allá de la pandemia, ¿cuáles son las áreas claves en las que debe avanzar Uruguay para dar un salto de calidad en materia económica?
-A mi juicio hay dos grandes líneas de trabajo. Uno es la educación. Tenemos un déficit social; las tasas de finalización de la enseñanza media en Uruguay son vergonzosas. Podría discutirse que la calidad de la educación puede ser mejor a la de otros países, pero no hay ninguna justificación para tener tasas de abandono tan altas en la comparación internacional. Desde el punto de vista social tenemos un gran déficit porque no estamos cumpliendo con la población más vulnerable, de menores ingresos, donde sus hijos no pueden cumplir con el ciclo secundario. Hoy necesitaríamos que la casi totalidad de los uruguayos terminara el ciclo secundario y tuviera por lo menos algunos años de educación terciaria; no necesariamente universidad, pero sí educación terciaria. Esos son los imperativos del mundo moderno. Tendríamos que plantearnos como objetivo inmediato que tres cuartas partes de los muchachos y muchachas puedan hacer algunos estudios terciarios, o al menos que terminen secundaria. Es un objetivo clave. Tiene que haber un compromiso de la sociedad con ese sector, que son los más vulnerables y que más apoyos necesitan para lograr niveles de bienestar para las siguientes generaciones. Pero también mirado desde el punto de vista egoísta del crecimiento del país. Hoy las empresas precisan personal calificado que no consiguen en Uruguay. No es solo un problema para el que no consigue trabajo sino también para que las empresas lleven adelante el crecimiento de sus actividades. Los diagnósticos están, ya se han hecho muchos, pero falta que se arme un plan que permita cumplir con estos objetivos. Ese es uno de los grandes debes que tenemos, que además va a impactar desde todo punto de vista. Parte del problema de la seguridad social -parte, no todo- se resuelve en la medida que podamos seguir aumentando el nivel educativo de las futuras generaciones, porque esa gente va a ser más productiva, va a estar entrando mejor preparada en el mercado de trabajo con treinta años por delante, va a tener más aportes al sistema. Es un ganar-ganar.
-¿Y la segunda línea?
-El otro punto que creo que hay que analizar con detenimiento es la gobernanza de las instituciones públicas. Creo que se comete un error de parte de algunos actores económicos y políticos, donde se plantea “privatización sí o privatización no”. Eso es inconducente. Hay múltiples instancias en las que la población ha mostrado su rechazo a una privatización completa de una o más empresas públicas. Creo que hay que analizar y llegar a consensos -es difícil seguir adelante si no se logran consensos- para mejorar la gobernabilidad de las empresas públicas. Un buen ejemplo es la discusión sobre el precio de los combustibles. Creo que la norma que está incluida en la ley no es buena, porque su aplicación estricta implica hacer depender a un precio clave en la economía uruguaya como los combustibles, de acontecimientos que están fuera del control del país. (…) Eso no significa dejar que las tarifas tengan movimientos para cumplir con otros objetivos. Me parece razonable el planteo de que las tarifas no se usen como un instrumento de recaudación fiscal, por lo menos de forma permanente, más allá de que es razonable que las empresas públicas, en tanto tengan cierta utilidad la trasladen a su accionista. Pero el uso de las tarifas sólo como instrumento de recaudación, creo que no es correcto. Cada vez tenemos que ser más conscientes de que precios como los combustibles u otros precios claves, tienen que manejarse con criterios más amplios y reglas que sean conocidas y respaldadas.
-¿Hay experiencias exitosas a nivel de política pública?
-Más allá de que algunos puntos se puedan discutir, la política energética que se llevó adelante en los últimos años fue exitosa. Cuando se habla de empresas públicas es muy difícil pensar que el mercado por sí mismo hubiese podido llevar una transformación tan importante de la matriz energética uruguaya sólo con las fuerzas del mercado. El hecho de tener una empresa pública que esté alineada con los objetivos generales que el gobierno define es una pieza clave.
-¿El enfrentamiento China-EEUU es una nueva versión de la Guerra Fría?
-Creo que tiene muy poco en común con la Guerra Fría, porque la Guerra Fría era el conflicto entre dos modelos de economía y de sociedad. Acá, más allá de que China tiene el Partido Comunista a cargo del Gobierno, es una sociedad capitalista. Puede discutirse que el Estado y el Partido tienen más influencia en la actividad privada que en otras economías desarrolladas, pero es una sociedad capitalista. Entonces lo que observamos es la competencia entre economías capitalistas, como podía ser la situación de fines del siglo XIX principios del XX (cuando EEUU desplazó al Reino Unido como principal potencia mundial). Entonces no hablaría de Guerra Fría. No nos van a pedir que nos alineemos con uno o con otro. Los que no estamos ni en uno ni en otro bando no tendremos por qué definirnos. Sencillamente conversaremos con los dos con las mismas reglas.
-Hace poco publicó un artículo sobre la polémica en torno al índice Doing Business (DB) al que tituló “Frankenstein se vuelve contra su creador una vez más”. ¿A qué se refiere y cómo afectó esta polémica la credibilidad del organismo?
-El DB, este indicador sobre el clima de negocios, es una especie de Frankenstein porque se toman distintos indicadores aislados, puntuales, como trabas o requerimientos para abrir un negocio, cuánto se paga de impuestos, etc., se juntan y arman un ente. Y se volvió contra su creador, en el sentido de que el BM salió perjudicado por todo este evento. Creo que sí tiene un impacto sobre la credibilidad del banco. Habla bien del BM que se hayan publicado todos los documentos de las auditorías, pero eso no quita que hubo episodios de manipulación. Ese episodio de manipulación, que se corresponde a unas pocas manzanas podridas dentro de la cesta, unas pocas personas que no cumplían con los requerimientos de conducta que el BM tiene con sus funcionarios, de alguna manera se vieron favorecidas por la cultura corporativa. El BM en algún momento de su historia pasó a darle mucha más importancia al impacto en la opinión pública de ciertos productos, que al rigor metodológico. Eso llevó a que indicadores simples, no muy bien construidos, con una metodología con muchas debilidades, como el DB, pasaran a ser altamente impulsados o levantados por parte del BM.
-¿Estuvo bien no continuar con su publicación?
-Algo había que hacer rápido. Creo que fue una medida correcta. En mi opinión, algo se va a mantener, no necesariamente con el mismo nombre, pero los indicadores sobre clima de negocios de un país son importantes, son útiles. Saber que lograr un permiso de construcción lleva tantos meses y tanto costo, aunque después no hagamos un ranking, es importante porque nos ayuda a entender dónde están nuestras debilidades, sin necesidad de tener un título de primera plana.
Carta de presentación
Adrian Fernández es un destacado economista uruguayo, Licenciado en Economía por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República, desempeñándose durante casi 30 años en métodos cuantitativos y macroeconomía, realizando diversas actividades en el sector público y privado.
Fue director general del INE entre 1993 y 1997, y en 1998 ingresó como investigador senior al Cinve. Desde 2008, y por diez años, se desempeñó como Senior Advisor/Advisor del Director Ejecutivo del Banco Mundial (BM) para Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay. En noviembre de 2018 fue elegido director ejecutivo por estos seis países, cargo que ocupó hasta octubre de 2020. En noviembre de ese año regresó a Uruguay, un retorno que ya estaba programado y en el que no tuvo ninguna incidencia la situación de pandemia.
Pero más allá de sus pergaminos, Fernández también tiene una faceta artística que descubrió durante su estadía en EEUU.
“Hubo un cambio fundamental cuando estuve en EEUU, en cuanto a la forma de vida, los vínculos que son diferentes a los que uno tiene en Uruguay, y que me llevó a encarar cosas que no hubiese llevado adelante. Allá descubrí mi gusto por la fotografía”, indicó Fernández.
“Es un hobby que me da muchas satisfacciones, por las fotos que saco, y por la adquisición de ciertas habilidades para juzgar el trabajo”.
“El Estado tiene que enfocarse en los sectores más vulnerables”
-¿Cómo afectó la pandemia el mercado de trabajo?
-Cuando analizamos la situación actual, la salida de la pandemia y sus impactos, hay que ser muy cuidadoso en cuanto a no caer en comparaciones fáciles. En lo que respecta al mercado de trabajo, posiblemente esté bajando la desocupación, recuperando la caída grande que hubo en la ocupación, pero eso no significa que estemos logrando volver a la situación previa. Por ejemplo, en términos de calidad del trabajo. Tenemos que ser cuidadosos de analizar las distintas situaciones, no solo mirar un indicador puntual, que puede ser muy útil para criticar o levantar como logro, como la tasa de desempleo, sino tener una visión mucho más amplia, más abarcativa que enriquezca el análisis. Tener en cuenta también la calidad de trabajo, la formalización. Una gran pregunta que tenemos que hacernos es cómo estamos saliendo de la pandemia en términos de formalización.
-Datos recientes muestran un problema importante en la dificultad de los jóvenes para conseguir empleo y sus elevados niveles de informalidad ¿Ahí tiene que estar un foco?
-Por supuesto. Hay que buscar mecanismos específicos. Algo se ha intentado en este período y en los anteriores, pero hay que buscar mecanismos de incentivo y políticas más focalizadas inclusive. A mí no me preocupa el estudiante de clase media que eventualmente está buscando un empleo que sea compatible con el estudio. Obviamente, queremos oportunidades para todos, pero el Estado tiene que enfocarse en los sectores más vulnerables.
–Los que corren mayores riesgos de quedar excluidos…
-Exactamente. Y los que tienen más riesgo de caer en otras situaciones no formales que pueden resultar atractivas, temas delictivos, etc.