Reestructura de deuda corporativa será el gran desafío de los gobiernos luego de la pandemia

Philippon > “Si no se hace ninguna reestructuración vamos a generar un problema”

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El doctor en Economía, Thomas Philippon, afirmó que los gobiernos tienen por delante el gran desafío de generar programas eficientes que permitan abordar el problema de la deuda corporativa que se otorgó para superar la crisis del covid-19. Aseguró que “no hacer nada, no debería ser una opción”, y que debe haber una “reestructuración necesaria” en el sector privado, donde algunas empresas cerrarán y otras habrá que evitar que lo hagan en función de su valor económico y social.

“Crédito y respuestas al covid” fue uno de los paneles que se desarrollaron en el marco de las XXXVI Jornadas de Economía del Banco Central (BCU), que por segundo año consecutivo se llevaron a cabo de forma virtual. Allí participaron Amit Seru, doctor en Finanzas por la Universidad de Michigan (ver recuadro) y Thomas Philippon, doctor en Economía por el MIT, que en sus últimos trabajos se ha centrado en la crisis de la eurozona, la regulación financiera y el poder de mercado de las grandes empresas.

Philippon abordó el desafío que tienen los gobiernos para generar programas eficientes que permitan abordar el problema de la deuda corporativa que provocó la pandemia del covid-19. Afirmó que la situación puede tener “similitudes con crisis anteriores”, pero también muestra “diferencias” por las características especiales de esta coyuntura.

Destacó que la respuesta de los gobiernos a nivel internacional demostró “las lecciones aprendidas del pasado”, pero enfatizó que el desafío de las autoridades está en adaptarse a las especificidades de esta crisis. Philippon felicitó “lo rápido que los gobiernos y bancos centrales reaccionaron”, lo que atribuyó a “las consecuencias de las lecciones de la crisis del 2008-2009”. Señaló que el confinamiento generado por la pandemia (principalmente al inicio de la misma) generó “un shock a la baja en la producción” de las empresas, en algunos casos a cero, y una de las primeras decisiones fue la de “proteger a los trabajadores”.  Al  respecto, señaló que con leves diferencias de enfoque, la mayor parte de los países adoptó medidas (de crédito, de garantías e incluso subsidios) para evitar el mayor cierre de empresas. “Esto fue bastante exitoso ya que muchos países se recuperaron más rápido de lo pensado inicialmente”. No obstante, matizó que el impacto de estos programas dependió, en buena medida, de la capacidad presupuestal de cada país. “Funciona mejor si el gobierno no tiene límites de presupuesto; los programas que no fueron tan exitosos fue porque los gobiernos no tenían tanto presupuesto”, comentó. Pero aún con capacidad presupuestal, hubo diferencias en las acciones, y puso como ejemplo a EEUU, “que actuó como si no tuviera límites”, y Europa, que mostró “mayor preocupación por su estabilidad”.

El aumento de la deuda

Pero estos apoyos han generado un problema que se deberá atender en los próximos años, y es el aumento del endeudamiento corporativo, es decir, de las empresas. Respecto a qué debe hacer el gobierno, sostuvo que “eso también depende de los límites que tengamos” en materia presupuestal.

A modo comparativo, recordó que en la crisis financiera internacional de 2008-2009 “el gran problema fue el sobreendeudamiento y el riesgo sistémico”, donde las dificultades estaban concentradas en compañías de gran porte, denominadas entonces como “demasiado grandes para caer”. Sin embargo, no es lo que sucede ahora, en donde hay un sobreendeudamiento de muchas empresas. Un caso aislado de colapso no genera un “riesgo sistémico”, pero la dificultad está en “la escala sin precedentes” de empresas que tienen deudas, a las cuales los gobiernos dieron garantías y préstamos, y que seguramente deban reestructurar sus pasivos. En este caso, “no se puede renegociar las deudas una por una”.

Philippon remarcó que al inicio de la pandemia “teníamos que apoyar a las empresas. No había razón para dejar que fracasen por un shock que nada tiene que ver con su trabajo”, pero luego de la recuperación deberá haber una “reestructura necesaria”, donde algunas empresas cerrarán y otras habrá que evitar que lo hagan. 

Para ello, los gobiernos deberán atender varios factores, como “el valor de los activos de la empresa”, pero también “el valor social”, como -por ejemplo- el empleo que generan. Sin embargo, valoró que es muy difícil conocer los valores de ambas variables, porque es información que el gobierno no tiene. En ese sentido, propuso hacer “una clasificación con información limitada del sector privado”, con participación de los bancos, que permita “salvar” a las empresas correctas. “Si no se hace ninguna reestructuración vamos a generar un problema”, aseguró.

Aventuró que “no hacer nada” y que el gobierno adopte una actitud pasiva “no debería ser una opción”, ya que no se estaría tomando en cuenta la importancia del valor social. “Tiene que motivar la renegociación y mantener la empresa viva. Estamos en una situación en la que necesitamos proteger a las  empresas privadas, porque el gobierno tiene que intervenir y ofrecer ciertas garantías, pero eso es un gran problema. El gobierno va a tener muchas deudas con muchas empresas, entonces hay que encontrar un programa eficiente para tener una reestructura eficiente”, concluyó.


“Repensar la regulación” del sector financiero

Amit Seru, doctor en Finanzas por la Universidad de Michigan, ha centrado sus investigaciones en temas vinculados a la regulación financiera, la asignación de recursos y la organización interna de las empresas, así como la evaluación e incentivos de desempeño. Durante su disertación, aclaró que su presentación trata del mundo que vendrá luego de la pandemia, pero refiere  a “cosas que ya eran importantes antes del covid”. 

De esa forma, hizo mención a las profundas transformaciones que se están produciendo en el sistema bancario, y como han crecido nuevos intermediarios financieros como la “shadow bank” o banca  en las sombras, y las nuevas “fintech” o tecnologías financieras. “Este tipo de fuerzas tienen importancia sobre la regulación financiera y las políticas”, subrayó.

Seru afirmó que hubo “una disrupción en la actividad bancaria tradicional”, que “obliga a pensar en la regulación con esta nueva forma de intermediación”.
Argumentó que en EEUU hubo un fuerte aumento de la participación en el mercado de la banca en las sombras, muchas de las cuales trabajan con las nuevas tecnologías financieras, que actualmente superan el 0% del mercado total residencial.

El economista se preguntó si el fuerte crecimiento de la banca en las sombras se debe a la regulación del mercado tradicional o al avance de las nuevas tecnologías, respondiendo que “ambas razones son probables”. Por un lado, los bancos tradicionales “tienen mucha supervisión”, y se ha incrementado la regulación fundamentalmente a partir de la crisis financiera de 2008. Por el lado de la tecnología, las fintech son “más eficientes”, lo que implica “menores costos” y genera “productos de mayor calidad y mejores modelos”. Además, aseguró que el uso de los datos “brindan una ventaja comparativa”, ofreciendo mejor calidad. 

“Lo que estimamos es que dos tercios (del crecimiento de la banca en la sombra) ocurre por regulación y un tercio por tecnología. La tecnología tiene un papel que jugar, pero no todo es por tecnología”, comentó.

Ante esa realidad, instó a “repensar la regulación” lo que implica abordar la “organización industrial” del mundo financiero y repensar los “modelos de negocios”.