Ricardo Pascale: “Uruguay tiene la madurez necesaria para ingresar en una economía del conocimiento”

El futuro nos plantea dos alternativas, según Ricardo Pascale: Un camino es el “larghissimo”, que en términos musicales representa «el tempo más lento, donde el corto plazo domina la escena, más de lo mismo y sería darnos con una senda de fracaso”. La segunda opción, es el “allegro, vivace e con brio”, en el cual la economía se basa en el conocimiento, la investigación y la innovación, lo que permitiría orientar al país a la senda del desarrollo. “La aplicación económica del saber va a ser el blanco o el negro que determine si un país se desarrolla o no”, sentenció. 

Por Ricardo Delgado | @ricardo_dl

«Del Freno al Impulso. Una propuesta para el Uruguay del Futuro» de Ricardo Pascale, es  un libro que tiene una mirada al futuro, a un horizonte al cual se debe apuntar si se quiere alcanzar un estadio mayor de desarrollo, reduciendo la brecha que en más de 70 años se ha generado con el mundo desarrollado.

El autor es un reconocido experto en Finanzas y Economía del Conocimiento, profesor emérito de la Universidad de la República, posdoctorado en Finanzas de la Universidad de California, y la lista podría seguir. Fue presidente del BCU en dos oportunidades, la primera en uno de los momentos más álgidos de la historia política y económica del país, la salida de la dictadura.

Además, sus facetas van mucho más allá de lo académico. Por ejemplo, Pascale es un distinguido artista plástico, que llegó a representar a Uruguay en la prestigiosa Biennale de Venezia, la exposición internacional de arte más antigua y prestigiosa del mundo, y sus obras integran numerosos espacios públicos en todo el mundo. 

-¿Qué lo motivó a escribir este libro?

-Este libro es un proyecto que tenía desde hace muchos años. De cuando empecé a descubrir hace 25-30 años a la economía del conocimiento. Después hice el doctorado en sociedad de la información y en el conocimiento, y con lo que fui experimentando en la vida pública y en la vida académica, se me hizo la necesidad de escribir algo más o menos ordenado sobre la situación de nuestro país, aunque también puede servir para otros países de América Latina. Hace un tiempo que lo empecé a escribir y empecé a concretar esa motivación, y la pandemia, creo que vino a aumentar la pertinencia del libro.

-¿Adquiere más valor dado el contexto actual?

-Sí. Fue pensado hace años, pero la coyuntura lo hace imperioso. Los últimos estudios del Banco Mundial y el FMI concluyen que después de la pandemia los países ricos van a ser más ricos, y los países pobres van a ser más pobres. La brecha va a ser más amplia, por lo cual es más pertinente. Pero el libro no tiene ver con la pandemia, sino con un tema estructural.

-Es un texto enfocado en el futuro, pero con referencia al pasado. Eso se ve mayormente en la primera parte: “El Problema”.

-El libro está estructurado en tres partes fundamentales. La primera es “el problema”. El problema se gesta desde hace 70 años, donde -con sinuosidades- el país mantiene un crecimiento muy tenue. Ese hecho nos ha ido separando y generando un rezago con países referentes: España, Francia, Italia. Pero el problema es más delicado, porque países que hace 20 o 30 años eran básicamente pastoriles o son chicos, como Nueva Zelanda, Australia, Islandia, Singapur, naciones similares a la nuestra, con producciones similares, se alejaron, con lo cual el nivel de vida y el acceso a posibilidades de mejor vivir van quedando rezagadas.

-¿Dónde está la explicación de ese rezago?

-Ingresar en una economía basada en el conocimiento, la ciencia y la tecnología para hacer un producto nuevo, que tenga un valor agregado, que tenga un valor único. Esos países lo lograron. Países como el nuestro no lo hicieron y eso genera un problema, porque con población más longeva y los mismos recursos, si uno no toma un rumbo diferente es difícil satisfacer el bienestar de la población en la medida que ésta lo requiere y lo merece. No va en desmedro de los sectores tradicionales. Incluso han sido muy innovadores. Hay excepciones muy honrosas. Esto es para aplicar y que el agro pueda tomar una mayor productividad, mayor competitividad, pero también las industrias, los servicios (…). Esto viene a cruzar transversalmente a todos los sectores, por eso se hace tan necesario. La aplicación económica del saber va a ser el blanco o el negro que determine si un país se desarrolla o no. No hay ningún país avanzado en el mundo que no haya ingresado en la economía del conocimiento.

“La aplicación económica del saber va a ser el blanco o el negro que determine si un país se desarrolla o no”.

-No es una tarea simple…

-Por supuesto que no se hace de un día para el otro. La educación tiene que ver con qué estamos educando. ¿Cómo se va a educar en un país si uno no tiene claro el rumbo? ¿Cuál es el rumbo del país? ¿En qué revolución tecnológica están? ¿Revolución 4.0, robótica, genómica avanzada, o se está en una economía basada en cantidades, producir siempre lo mismo, productos similares? 

-¿El Plan Ceibal ha sido un paso en la dirección correcta?

-Ha sido un paso en la dirección correcta. No solo el Plan Ceibal, desde hace unos años este tema se habla más y se han hecho cosas concretas. El plan Ceibal ha servido mucho y va en la dirección correcta. Lo que es delicado –y utilizo una metáfora de épocas de pandemia- es que para que todo esto se plasme, no alcanza con vacunar un barrio o una zona, hay que vacunar a todo el país para dominar el virus. No alcanza con que yo hable de la economía del conocimiento y la información, sino que tiene que ser un sentir nacional, una conducta nacional, de todos los colectivos, no solo los políticos que se los suele mirar con particular fijación, sino también por la sociedad, empresarios, sindicados, educandos, la población en general, funcionarios públicos. El Estado como un todo. 

-¿El sistema educativo es clave?

-Esto tiene que integrarse como en los países más avanzados. Ya en la escuela, en el liceo ni que hablar, tiene que ser un tema de todos los días. Incorporar más el concepto de creatividad, de pensar y actuar diferente, y que salgan cosas diferentes. Un niño cuando empieza la escuela es muy creativo, tiene una creatividad fantástica y luego cómo que le van limando esa creatividad. Nuestra educación va orientada a analizar muy bien un problema, pero cuando terminamos de analizarlo ¿qué hacemos? Es lo que muchas veces dicen, que tenemos un exceso de diagnósticos, estamos sobrediagnosticados. 

-¿El libro propone un camino?

-El libro apunta en sus capítulos finales a decir: tenemos que tomar una gran decisión. Ahí se me planteaban tres alternativas. Una que la descarto. No la trato en el libro porque sería una hipótesis de catástrofe, que no la veo. Por lo tanto, me concentro en dos hipótesis. Una que denomino el “larghissimo”, que sería como en términos musicales el tempo más lento, donde el corto plazo domina la escena, más de lo mismo y sería darnos con una senda de fracaso. El segundo camino, es al que llamo como “allegro, vivace e con brio” en el que avanzamos en una economía basada en el conocimiento lo más rápido posible, porque cada año que pasa, la distancia es más grande. Las famosas ideas de (John Maynard) Keynes, uno de los mayores destaques intelectuales del Siglo XX, dijo que es mejor proyectar aproximadamente en lo cierto, que estar exactamente equivocado. Proponemos este camino, podemos equivocarnos un poco, e ir haciendo rectificaciones. El otro que es el que seguro no nos conviene.

-¿Cree que es posible dada la “tiranía del corto plazo”?

-La sociedad en su conjunto no tiene un buen relacionamiento con el futuro. El futuro no está en la mesa de discusión. No se piensa que es lo que vamos a hacer en 30 años. Ese mal relacionamiento con el futuro, que llamo tiranía del corto plazo, es muy nocivo. El país, la sociedad, y no de ahora de décadas atrás, no ha hecho un buen balance entre qué le debe al pasado, cuáles son las prioridades del presente y cuáles son los desafíos del futuro. No quiere decir que no haya casos aislados, pero -volvemos a las vacunas- necesitamos que grandes colectivos sociales piensen en el futuro; algunos pensaran una cosa, otros otra, y generar consensos. Si uno no fija el rumbo y no estamos bien parados, el rumbo nos lo va a fijar la correntada. 

-Institucionalmente también se proponen cambios.

-Tienen que tener rango ministerial. Todos los países avanzados en sus distintas formas tienen su estructura institucional. La ciencia, la tecnología, la innovación, cruzan transversalmente a todos los sectores: logística, educación, industria, turismo, todos. Uruguay va a tener que transitar para darle un rango ministerial a estos temas, porque se requiere de una alta jerarquía. 

-¿Con participación de la sociedad civil?

-Yo preveo un comité asesor. Un ministro o figura similar, darle rango ministerial que concentre todo este tema, y que esté al servicio de los demás ministerios. En todo esto siempre es bueno que haya un consejo asesor, como el GACH. Por supuesto, cuando escribí el libro ni pensábamos en este drama actual, pero el GACH fue una experiencia fantástica e innovadora. Tiene que haber gente que conozca de estos temas, que pueda hacer propuestas, que pueden no tomarse todas, porque el Gobierno tiene una responsabilidad grande. Todos los que estuvimos en la función pública lo sabemos. Pero tiene que estar cerca de la gente, tiene que haber una innovación ciudadana. Después hay que ver cómo se aterriza  en la arena de los hechos: las finanzas de la innovación, la vinculación de la ciencia, la tecnología y la innovación, y la microestructura, startups, aceleradoras, incubadoras. Esa es mi idea, que puede ser muy mejorada. Lo que no tengo duda es que tenemos que ir por ese camino.

-¿Cómo se hace para convencer al sector privado de invertir en conocimiento e innovación?

-El sector privado innova muy poco, invierte muy poco en I+D+i con algunas excepciones. El sector privado tiene que impulsar esto, tiene que convencerse de que es muy difícil salir adelante sin invertir en la economía del conocimiento. Tenemos que convencer a este colectivo y tener cuidado por sus repercusiones en el mundo del trabajo. Hay que trabajar para reinsertar trabajadores en la nueva economía, y no que tengan más complicaciones. Frecuentemente el Estado hace punta en esto, pero tenemos que estar todos.

-¿Es optimista respecto a que el país pase “del freno al impulso”?

“El futuro no tengo ninguna duda que va a estar dominado por el impulso”.

-Soy optimista porque lo viví, no me lo contaron. Lo vi a la salida de la dictadura cuando estuve en la presidencia del BCU. El futuro -no tengo ninguna duda- va a estar dominado por el impulso. Es importante hacerlo bien, de lo contrario estropeamos el paradigma. Los consensos los viví en carne propia luego de la dictadura. El país estaba destruido y pudimos salir adelante porque los tres líderes políticos más importantes de la época -Julio María Sanguinetti, Wilson Ferreira Aldunate y el general Liber Seregni- tuvieron una gran confianza en nosotros, y apoyaron los cambios. Sabían que íbamos a hacer lo mejor que podíamos. Además, soy optimista porque la gente lo va a incorporar, así como incorporó otras cosas, como los equilibrios macroeconómicos, que hoy nadie discute. 

-¿Tenemos las condiciones para lograrlo?

-Es parte de mi optimismo. Uruguay tiene algunas condiciones únicas en América Latina. Es el país con menor corrupción de esa zona y con menos que muchos países desarrollados. Es de los pocos países del mundo con democracia plena y tenemos una ciencia y un capital humano en ciencia y tecnología que debemos potenciar. No cualquier país puede entrar en el paradigma. Uruguay puede entrar, tiene condiciones óptimas para ingresar en ese paradigma, lo que pasa es que tenemos que definir si queremos entrar. Soy muy optimista. Uruguay va a estar a la altura de sus ideas y sus tiempos. Creo que el país tiene la madurez necesaria para ingresar en una economía del conocimiento, es decir, estar a la altura de estos tiempos y los tiempos que vienen y de las ideas de estos tiempos y de los tiempos que vienen”.


Inversión en ciencia: “tendríamos que llegar cuando menos al 1,5% del PIB, pero con un plan”

-Hablamos de la importancia del conocimiento, la ciencia, la investigación y la innovación. Sin embargo, estamos frente a un recorte de la inversión pública en estas áreas. ¿Qué análisis hace al respecto?

-En este momento, los países están viviendo momentos dramáticos. Eso no quiere decir impedir pensar estas cosas, pero si le impone muchas limitaciones a los países pobres. Nosotros no tenemos la espalda de Estados Unidos o la UE para dar esos billones de dólares de ayuda a las personas o a las empresas. Acá la espalda importa mucho.

-¿Pero específicamente el recorte en ciencias no va en desmedro del futuro potencial de crecimiento?

-Esto viene de mucha data. Nosotros asignamos el 0,4% del PIB, menos de la mitad de un punto del PIB, a ciencia. Yo propongo en el libro que tendríamos que llegar cuando menos al 1,5%, pero con un plan muy programado. No me gusta tanto hablar solo de la cifra, sino además meterme adentro para ver qué quiere decir, a qué se va a destinar, cuáles son los proyectos, las ideas. Israel tiene 4% del PIB invertido en estas cosas. Nadie pide que de un día para el otro se llegue a esos niveles, pero creo que si queremos ingresar en la economía del conocimiento, el Estado tiene que hacer un esfuerzo importante, con una contribución mayor. Por suerte Uruguay tiene una ciencia muy buena, que estamos viendo ahora con el covid-19. Es obvio que tenemos que aumentar, ni pronto se pueda, tiene que ser la prioridad.