El dólar este año tuvo dos saltos muy claramente marcados. El primero de ellos durante la segunda mitad de abril; y el segundo, durante el mes de agosto. Luego de ambos episodios, la tendencia fue a la estabilidad o a la baja. En los últimos días del año el Banco Central ha intervenido para que el tipo de cambio no siga cayendo, y evitar así quedar desalineados a la región. ¿Qué pasará en 2019, con elecciones aquí y allá? ¿Habrá alguna influencia? Veamos…
Por Carlos Saccone | @carlossaccone
Usualmente cometemos el error de quedarnos solo con los episodios de la región para pensar en la futura cotización del dólar en nuestro país. Esto, por definición, conlleva a un error. Nótese cuál es el par de monedas que analizamos, el único sobre el que existe operativa relevante en Uruguay. Este análisis refiere al par dólar-peso. O sea, el dólar en términos de pesos. Por lo tanto, es absolutamente imprescindible verificar que es lo que sucede en Estados Unidos.
Efectivamente, ocurrió un evento clave: el 19 de diciembre pasado, la Fed subió la tasa de interés, pero anunció una disminuición en el ritmo de futuras subas, pasando de “tres subas seguras” en 2019, a dos. Por otra parte, a través de la operativa de futuros de tasas de interés en el mercado, se infiere solamente una suba. Esto implica que la diferencia esperada entre retornos de una y otra moneda (dejando de lado la característica de “activo refugio[1]” que tiene el dólar) será menor a lo que se anticipaba algunas semanas atrás. Esto es, mirando el corto plazo, sin dudas desfavorable para el dólar. Más aún, ya existen algunos indicios con respecto a probables bajas en tasa de interés de referencia en el año 2020, de forma tal que esto si bien no son buenas noticias para Estados Unidos, sí lo son para nuestros países en términos de flujos financieros, porque –parecería que- estamos cerca que se detenga los aumentos de tasas en dólares
Los dos episodios de aversión al riesgo regionales vinieron desde Argentina. Los dos movimientos bruscos tanto en abril como en agosto estuvieron explicados por el canal de “contagio sicológico” más que por otra cosa. Pensamos que este canal de contagio puede volver nuevamente entrado 2019 a través de movimientos puntuales, tal como sucedió este año. De todas formas, no hay que dejar de tener en cuenta que el análisis de estas variaciones es muchas veces incompleto, dado que se trata del tipo de cambio nominal. [2]
Pero sí es cierto que Argentina tiene un 2019 muy desafiante por delante con un gran apoyo del Fondo Monetario, afortunadamente, pero con vencimientos de deuda de más de US$ 50.000 millones que va a tener que pagar o refinanciar. A todo esto, se le suma la alta incertidumbre política que provocan las próximas elecciones. Como si fuera poco, si uno mira más allá de 2019, Argentina tiene altas probabilidades de que se vea forzado a entrar en algún tipo de restructura de su deuda en el año 2020 o 2021.
Las elecciones en Uruguay no parecen ser un determinante clave para la cotización del tipo de cambio. Lo que sí es clave es como nos ven las calificadoras de crédito. No les gusta el déficit fiscal de 4% del PBI. Esto es un dato. Entonces, es necesario realizar algunas reformas importantes para revertir esta situación. En caso de que se nos revisara a la baja la perspectiva por Moody´s o Standard & Poor´s (las dos que no lo han hecho todavía), o que Fitch nos bajara la calificación, se podría convertir en un potencial momento de volatilidad en el tipo de cambio. Más allá de esto, Uruguay sigue siendo percibido como relativamente estable, en particular en el contexto rioplatense. Es importante ver que las diferencias con otros países de la región, como Paraguay, se están achicando. Por ejemplo, el guaraní se depreció 6% en el mismo período que el peso lo hizo 12%.
La desalineación en términos reales sumado a volatilidad política en Argentina es un cóctel que en otra época terminaba mal. Afortunadamente, durante los últimos años la evolución relativa de la cotización del peso uruguayo ha estado más cerca del Real que del peso argentino. Esto no es una vacuna contra la volatilidad, pero ayuda. También invita a la reflexión acerca de cuán necesario es continuar diversificando lo máximo posible nuestras relaciones comerciales.
Las proyecciones que he visto de grandes bancos internacionales varían entre 34 y 37 pesos para fin del próximo año. Esto implicaría potenciales variaciones menores en términos reales. No podemos, de ninguna forma, descartar “saltos” puntuales debido a la coyuntura argentina, por el “canal sicológico”, pero en la medida que las tasas en Estados Unidos detienen su ascenso, serán en todo caso oportunidades de venta de dólares, pensando en un horizonte de mediano plazo.
Aprovechamos para enviar deseos de un exitoso año 2019 a todos nuestros lectores, y en un año tan especial como el próximo, un llamado a toda la comunidad política para proponer las reformas de fondo que necesita el Uruguay a efectos de comenzar a transitar el camino hacia la prosperidad y el desarrollo.
[1] Un “activo refugio” es aquel cuya demanda se incrementa drásticamente en momentos de aversión al riesgo. Una guerra, una crisis política, un golpe de estado, etc, son disparadores de aversión al riesgo, que pueden tener naturaleza más global o regional.
[2] En la crisis de 2002 el tipo de cambio llegó a estar “igual” que hoy, pero en términos nominales. Hay que tener en cuenta: cuánto compraba con 32 pesos en 2002 y cuánto compro ahora. La respuesta es que los 32 pesos de hace 16 años compraban mucho más. Aquellos 32 pesos equivalen a casi 100 pesos de hoy en términos de capacidad de compra