La ARU cumple 150 años en defensa de la producción nacional

Aniversario de la ARU

La Asociación Rural del Uruguay (ARU) fue fundada en 1871, siendo la institución más antigua del país en materia agropecuaria. Reconoce que tiene por objeto la defensa y el fomento de los intereses de la producción agraria e industrias complementarias y derivadas, así como la promoción de la población rural en los planos humano, ético, cultural y económico.

Su historia fue testigo de los más diversos momentos en el Uruguay, desde las crisis más dolorosas hasta la bonanza más recordadas. En este período postpandemia, la mayor parte de las esperanzas de una recuperación económica están puestas en los agronegocios, hecho que implica un gran esfuerzo y responsabilidad por parte del sector. En ese contexto, Empresas & Negocios dialogó con el presidente de ARU, Gonzalo Valdés Requena, quien reconoció el hecho, y destacó el rol de la organización durante estos 150 años para batallar por la producción nacional.

 ¿Cómo encuentra este 150º aniversario a la Asociación Rural del Uruguay?

Para nosotros es un año muy importante, por todo lo que significa que una institución cumpla 150 años, lo que no es algo menor. Como directiva nos plantea un desafío y responsabilidad grande, más en un año con pandemia, en el que hay que medir cómo se celebra. Tenemos prevista una actividad en el ruedo para el 3 de octubre, que es la fecha en concreto del aniversario, y en ese momento trataremos de resumir todo lo que pensamos hacer.

 ¿Cómo se han vivido estos días en la Expo Prado 2021?

Desde el punto de vista de la afluencia de público, fue bueno. Estamos muy conformes, el tiempo nos ayudó. Lo que pretendíamos, y quizás el año pasado no fue la mejor experiencia, fue liberar el tema de aforos, este año lo logramos y permitió que muchos expositores, principalmente los comerciales, pudieran volver a trabajar; así que por ese lado tenemos devoluciones muy buenas.

Lo que refiere estrictamente a lo ganadero, que es el cerno de la exposición, podemos decir que fue muy buena, con récords que hacía unos seis años no batíamos, y con un nivel de genética excelente. Los animales que se ven son la punta del iceberg, es lo que está en vidriera, pero representa al rodeo nacional. En ese sentido, la evolución que vemos año a año de lo que hace la cabaña uruguaya es muy importante, porque sigue apostando a mejorar los rodeos.

Eso es un poco lo que el país necesita, por un tema de escala; necesitamos generar productos de calidad, y acá se vio una genética que no tiene nada que envidiarle al resto del mundo.

 ¿Qué análisis podría hacer del sector y de cómo se sobrellevó la pandemia?

Terminamos un 2019 con un buen nivel de negocios y de precios internacionales de la carne. El primer trimestre de 2020, si bien todavía no estaba instalada la pandemia en Uruguay, sí lo estaba en China y muy fuerte, lo que generó determinados problemas de logística de entrada a los puertos y frenó un poco la demanda. Esto provocó una caída fuerte del precio de la carne, particularmente.

Más allá de eso, comenzó a moverse nuevamente el valor. El trabajo en el campo, por ser a la intemperie, no tuvo la gravedad de otros sectores. Tuvimos excelentes protocolos a nivel de frigoríficos, y eso es muy destacable ya que en otros países los brotes en frigoríficos fueron comunes, pero acá tuvimos la suerte de evitar ese tipo de preocupaciones. Las industrias estaban muy bien preparadas y supimos responder.

Hoy estamos con unos precios de carne que son muy satisfactorios y con una demanda insatisfecha a nivel mundial, por lo que no tenemos problemas de colocación. Lo que sí tenemos son algunos inconvenientes habituales y esperamos solucionarlos, como por ejemplo con un TLC con China, que puede implicar una rebaja de aranceles que impactaría mucho en la carne.

En lo que tiene que ver con agricultura, fue una zafra que se dio de menos a más. Por ejemplo la soja venía con unos US$ 300 o US$ 320 la tonelada y fue subiendo. Obviamente que hubo muchos productores que empezaron a vender a futuro, cuando se acercó a US$ 380 o US$ 400 vendieron, y cuando pasó la última cifra se vendió la mayor cantidad disponible. Son muy pocos los productores que lograron captar el auge de la soja, que fue de US$ 550 en el correr del año, muy sobre el final.

Tuvimos una primavera y verano muy seco, lo que hizo que promedialmente el rendimiento país se ubicara en los 1.800 kilos, cuando lo esperado es 2.800 o 3.000 kilos. Entonces, si bien hubo una mejora de precios en un promedio de venta de US$ 420, el costo de siembra y cosecha fue de US$ 600, por lo que los números no terminan de cerrar del todo bien.

Hoy la soja está a US$ 450, y estamos entrando en una primavera con agua, lo que es bueno, aunque, quizás, está complicando un poco los cultivos de invierno, porque al que va  sembrar le sirve el agua y al que va a cosechar no, por lo que se superponen los intereses.

Pero, por todo esto, el sector pudo, a pesar de la pandemia, seguir trabajando.

Más allá de las cuestiones de la naturaleza, ¿qué otras amenazas o desafíos tiene por delante el sector?

El sector agropecuario es un rubro que no ha sufrido como los demás de la economía nacional; esto hace que deba apuntar a más y ser más productivo. Somos conscientes de la responsabilidad que tiene el rubro en el momento actual. Hemos visto, y los vemos, que este buen momento de precios y demanda está haciendo que el productor invierta; el agro se está llevando más de la mitad de las inversiones que se hacen en el país.

Creo que el productor agropecuario es, por naturaleza, alguien que desafía los temas climáticos, desafía trabajar a cielo abierto, pero cuando ve una oportunidad donde puede mejorar su rentabilidad y productividad, va hacia ella arriesgando todo lo que tiene que ver con el clima. En este momento, en particular, hay una conciencia generalizada de que el sector es el que tiene que contribuir con la economía nacional y tiene la capacidad de hacerlo si las cosas funcionan bien.

 ¿Entonces los dichos que afirman que el agro es el motor que puede sacar al país adelante en esta crisis es una realidad?

Es así. El sector transable, es decir, el que exporta y es tomador de precios, son los que traen divisas al país. Eso alimenta al sector agropecuario, y este genera actividad e inversiones, más áreas de siembra, mayor servicios de siembra y cosecha, lo que a su vez impacta en el transporte, que da más trabajo a los talleres, gomeros, herreros; ahí es donde se da el valor agregado.

En definitiva, un camión que sale cargado de un campo va a generar trabajo al servicio de transporte, y este consumirá combustible, por ejemplo. A su vez, al mejorar los ingresos de las variables que impacta, mejora el ingreso a los hogares, se consume más y los comercios incrementan sus ganancias. Todo se va enrabando hasta llegar a la población en general.

A veces uno puede decir que no depende del campo, pero si vamos hacia atrás en la cadena terminamos en el agro. Cualquier persona que abre la heladera, básicamente, tiene productos agropecuarios.

¿Cómo se está actualmente en materia logística?

A nivel interno bien, con algunas excepciones, aunque creo que ha habido un avance importante que es la infraestructura; se ve que hay más obras públicas, están mejorando las rutas, que obviamente en el proceso se generan algunos inconvenientes pero son para bien.

Lo cierto también es que tenemos combustibles que no son competitivos, eso incrementa el costo del funcionamiento. A nivel de puerto tenemos un problema de logística, hay falta de contenedores, de barcos que entren a la terminal. En ese sentido hay varios componentes: los costos del puerto siempre fueron muy caros; hay un problema de escala; y en el mundo son pocos los barcos que están en circulación.

Hay tres tipos de barcos, unos son los modernos, otros los viejos actualizados y los viejos. Estos últimos salieron de funcionamiento en la primera caída de la pandemia, los del medio entraron a dique a actualizarse, entonces hoy en tránsito solo están los modernos. Por ende, todo eso, más nuestra falta de escala, hace que cueste mucho, tanto en dinero como traer barcos al Uruguay.

Actualmente la carne y más productos están saliendo del país vía Chile o Brasil. Si bien en la parte nacional influye el tema costos-puerto, igualmente es un problema mundial.

¿Cómo está posicionado Uruguay frente al comercio internacional?

La gran restricción que tenemos frente al comercio exterior son los aranceles que estamos pagando. Los aranceles que se están dejando son equivalentes a las exportaciones con Argentina en 2019, es decir que el monto de todo lo que se exporta al vecino país es igual al que se deja en aranceles en el mundo.

Por eso es importante la inserción internacional, buscar una flexibilización con el Mercosur, que, evidentemente no ha funcionado como se pensó que lo haría. Un tratado bloque a bloque con la Unión Europea lleva 20 años en trámite y no se ha logrado, entonces Uruguay necesita meter velocidad, por eso apoyamos desde el inicio la búsqueda de la flexibilidad, el acuerdo de prefactibilidad con China nos da una certeza de que el gobierno está buscando esa agilidad que pretendemos.

¿Cómo ve el fenómeno de la forestación a nivel de campo?

La forestación es un rubro que está regulado desde hace muchos años. Se ha fomentado en plantación de bosques hasta 2007 con determinados subsidios, desde ahí y hasta hoy es un sector que ha crecido muchísimo, a nivel de exportaciones es muy importante. Ha ocupado 1.100.000 hectáreas con un potencial de 4.000.000 de hectáreas de prioridad forestal.

En materia de algunas prohibiciones de las que se está hablando, entendemos que se trata de un proyecto de ley que está limitando el derecho de los productores de destinar sus recursos naturales a donde ellos entiendan más pertinente. Hoy esa prohibición está centrada en la forestación, pero mañana podría ser sobre la lechería, agricultura o cualquier otra actividad que se quiera realizar.

Defendemos la libertad del productor de decidir y entendemos que es quien debe tomar la decisión de a qué actividad destina sus recursos. Además de eso, la ley fija un porcentaje que, al menos en la exposición de motivos, no tiene una base técnica, es un número totalmente arbitrario: el 10% del área productiva del país. Entonces, ¿qué pasaría en el mercado con las tierras que ya están plantadas?

Por tanto, esa ley nos parece que no es apropiada. Ya lo hemos ido a manifestar y lo hablamos en la comisión de Ganadería del Senado.

¿Qué sucede con la forestación a nivel industrial?

En ese sentido sí somos contrarios. No estamos de acuerdo con cómo se han negociado las condiciones para determinadas plantas en ciertos momentos, con negociaciones que no fueron transparentes, y cuando nos enteramos todo estaba resuelto. Entendemos que hubo beneficios que no estaban acordes a lo que significa una planta.

¿Qué pasaría si un frigorífico tuviera las mismas condiciones? ¿Se llevaría un tren hacia la puerta? Nos preguntamos por qué a un rubro sí y a otro no, y entendemos que son temas a estudiar y ver los números, porque no los tenemos claros realmente, aunque salta a la vista que no fue una negociación apropiada para el país en el momento que se dio.