«Mi gran éxito personal es haber sabido reinventarme»

Mario Reyes, fundador y directivo de varias empresas españolas


Uruguayo de nacimiento, fue adoptado de muy joven por España, donde logró una importante trayectoria empresarial. Inmobiliarias, restauración de restaurantes y ganadería fueron solo algunos de los rubros en los que Mario Reyes fundó y dirigió empresas. A los 50 años, tras haber alcanzado su sueño de ser empresario, sintió un vacío. Para salir, debía reinventarse. «¿A qué has venido a este mundo?», se preguntó. A partir de entonces, su proyecto de vida cambió.

Por Federica Chiarino | @FedeChiarino

Hoy Mario Reyes es psicoterapeuta y coach, e imparte talleres sobre Proyecto de Vida. El mes pasado estuvo en Montevideo para la presentación de su primer libro, «Las tres cosas que te quedan por hacer». Previo al lanzamiento, Reyes habló con Empresas & Negocios sobre su trayectoria empresarial, el quiebre en su proyecto de vida, su libro y sus planes a futuro.

 ¿Cómo ha alcanzado su éxito a nivel empresarial?

Creo que mi éxito como empresario fue saber lo que quería. Eso te abre la creatividad. Lo segundo, es cuando empiezas una empresa de cero, con cero euro, entonces la creatividad es mayor. La creatividad nace normalmente cuando estás en dificultades. Cuando estás en estado de gracia te sientes un rey y no creas nada nuevo. Desde esa creatividad hice cosas realmente muy buenas. Una de ellas fue sacar el primer crédito al autopromotor. Es una persona que no tiene nada y quiere hacerse un chalet pero no tiene ni el terreno. Entonces quise hacerlo con la Banca Nacional de París, porque en España nadie me hacía caso, es decir, no había quien financiara terreno y casa. Fui el primero que lo hice en España. ¿Por qué? Porque era la única forma que yo tenía de competir y crear un mercado.

Mi estrategia fue siempre muy clara: decirle a las personas la filosofía de la empresa, y luego, libertad total. Confiar en ellos. Esa confianza hizo que haya fidelidad. Para mí, una cosa básica como empresario es que las personas cuando terminan el trabajo se vayan con cero problemas a casa. No quiero ser responsable de problemas familiares, siempre les decía eso. Esa filosofía fue la que me llevó al éxito, a estar tranquilo, en paz. Ese fue mi éxito. Sabiendo que cada uno me aportaba cosas que yo ignoraba o no sabía. Y creo que es la filosofía que hay que aprender. En el libro hay un ejercicio llamado ‘¿qué?, ¿cómo?, ¿cuándo?’ En aquel momento, cuando había empezado, no lo sabía. Pero, hoy por hoy, lo practico. Es decirle a cualquier tema qué podemos hacer para mejorar esto, cómo lo vamos a hacer y cuándo empezamos.

¿Cómo se define como persona?

Con valores claros, con unas creencias de la vida más importantes que yo. O sea, yo soy importante porque yo me quiero mucho y tú me quieres mucho. Y soy egoísta cuando estoy conmigo mismo, cuando nadie me necesita. Pero es verdad que cuando alguien me necesita dejo a Marito de lado. Soy una persona con buenos valores y reinventados. Ahora tengo mucho mejores que cuando era empresario. Cuando tú eres empresario, los valores y las creencias van más hacia el materialismo. Ahora soy empresario desde otra óptica, desde otro sitio, del mundo de la ayuda. Son valores mucho más humanistas.

«Mi estrategia fue siempre muy clara: decirle a las personas la filosofía de la empresa, y luego, libertad total».

El ‘yo soy’ nace de los valores y de las creencias. Cuando eres niño te empiezan a decir qué es bien y mal. Cuando naces con un padre, con una familia, con un colegio donde todo el mundo hace lo mismo, te lo aceptas como una verdad absoluta. Eso tiene cosas potenciadoras, y muchas que son limitadoras. Hoy por hoy, renové todas esas creencias hacia lo que yo creo en la vida. Cuando tomo la decisión, que es a dónde voy -en aquel momento ser empresario, ganar dinero-, los valores eran hacia el materialismo. Cuando yo renuevo el proyecto de vida, el ‘a dónde voy’ es más humanista; los valores y las creencias se movieron hacia el humanismo. La importancia de hacia ‘dónde voy’ es fundamental porque ahí se renuevan las creencias y valores.

¿Cómo es ser empresario en España? ¿Es más fácil que en Uruguay?

Hay ambiente propicio en España, pero lo hay en todos lados. El ambiente te lo creas tú, lo crea tu mentalidad. En Uruguay, como el pesimismo es un valor adquirido en la sociedad, y en ese sentido te empiezan a decir todo lo negativo y nunca lo positivo, si tú te lo crees, lo dificultas; pero si no lo haces, es fácil. Aquí, como decimos que somos un mercado pequeño, no hacemos otro. Pero luego se creó un Mercosur y se amplió el mercado. Por lo tanto, el mercado uruguayo no es solo el de Uruguay sino el de Argentina y Brasil. Es todo cuestión de cómo quieres ver las cosas. Pase lo que pase, yo tengo dos opciones: hacer lo de siempre o buscar otra mirada.

¿Siempre quiso ser empresario o fue algo que se dio naturalmente?

Casi todos los humanos -es muy difícil salir de eso- proyectamos nuestra vida en base a lo que nuestros padres y la sociedad quieren, a sus frustraciones, o continuando el éxito de ellos; eso es muy natural. A mí me pasó un poco eso. Mi padre siempre soñó con ser empresario. De forma no consciente yo asumí como mío ese sueño. Me fue bien, lo que no le fue a mi papá me fue a mí. Cuando terminé mi proyecto de vida dije: “Gracias papá. Tuviste un sueño muy bueno, muy divertido, pero ahora toca el mío”. Si tú mañana tienes un hijo y a ti te gusta tocar el piano y no has tenido piano, lo primero que haces cuando tienes un hijo es comprarle el piano. Y él se siente comprometido a tocar el piano para hacer feliz a mamá, aunque no le guste. Creemos que somos eso, que es lo nuestro, y con el tiempo nos damos cuenta que no. Es más fácil seguir ese camino que hacer otra cosa.

¿Cuáles son para usted las claves del éxito de una empresa?

Lo principal de todo es que los dueños o los directivos de la empresa sepan a dónde van, eso es fundamental. Que tengan claridad de ideas. Lo segundo es apoyarse en la gente que está por debajo… La gente que está por debajo son los que realmente tratan con los clientes. Esos tienen una óptica diferente al que está en el despacho. La escucha es el secreto de cualquier tema relacional. En el trabajo es igual. El éxito es pedirles a los trabajadores que expresen sus sentimientos: “¿cómo te sientes?”. Si es mal, ver qué pasa, pero si logras que en tu grupo los sentimientos sean positivos, van a dar todo de sí.

«La empresa son personas. Nada más. Y todas las personas necesitan que las escuchen, poder expresar sus necesidades y sentimientos sin que hayan malas caras».

¿Qué es una empresa? La empresa son personas. Nada más. Y todas las personas necesitan que las escuchen, poder expresar sus necesidades sin que hayan malas caras, poder manifestar sus sentimientos. Que con cualquier idea que tengan, sea buena o mala para la empresa, se sientan agradecidos por el hecho de haber gastado su tiempo en eso. No dejan de ser seres humanos. Y lo otro es una cosa material, que tiene que ver con la materia. Esa materia va de un lado a otro, pero todo el desarrollo de la materia tiene que ver con seres humanos. Ese es el gran problema del empresario, que se olvida de eso. El dueño se siente dueño, el jefe se siente jefe, por lo tanto, es orden.

¿Cuándo fue que hizo el quiebre de empezar a preocuparse más por este segundo proyecto de vida, sus nuevos valores y creencias?

Cuando tú sueñas algo, vas a ir por el sueño. Y cuando lo logras, entras en el vacío profundo. Toda esa energía que te sostenía desaparece. Ahí tienes dos formas: o te quedas -puedes entrar en una depresión-, o te reinventas con otras cosas. En mi caso, me pregunté a mi mismo: “Marito, ¿a qué has venido a este mundo?”. Cuando tomé la decisión de que todo lo que hiciera en mi vida, lo iba a hacer lo mejor posible, eso abarcó el mundo laboral y el social. Eso me hizo empezar de vuelta, a los 50 años, y reinventarme. Creo que mi gran éxito personal es haber sabido reinventarme, no quedarme estancado. Eso es lo mejor que puede hacer cualquier ser humano. Yo enseño a eso, a reinventarse.

¿Cuáles son los valores y creencias que transmite a sus hijas?

Yo soy responsable de mí, no de ellas. Por lo tanto, lo que yo hice cuando pensé mi segundo proyecto de vida fue una carta a mí mismo, estando yo muerto, que mis hijas se levantaban -en ese caso la mayor-, y me decía: “papito fue”. En la carta escribí lo que me gustaría que el día que me muera dijeran de mí. Eso me dio las pautas para saber en qué me quería convertir. Que yo sea el padre que yo quiera no significa que sea el padre que mis hijas quieran; son dos cosas diferentes. Mi responsabilidad con Mario es ser el padre que yo quiero, y yo tomé la decisión de ser el padre que yo quería. Pero nunca les pregunté a ellas si les gustaba el nuevo padre porque yo soy responsable de mí, no de ellas.

¿Tiene alguna persona que haya sido su referente o lo haya marcado en su vida por algo?

Personas que me hayan marcado en mi vida sí, pero nadie para mi cambio, fui yo mismo. Sí marcaron mi vida gurúes del mundo este de la psicología; he estudiado con ellos. Me marcó mucha gente cuando yo tomé esa decisión que fue un aprendizaje. Nunca tuve una figura a la que yo quisiera ir. Pero yo enseño a la gente a buscar esa figura. Cuando alguien quiere ser el mejor padre del mundo, yo le digo “busca a ver qué padre conoces que tú lo idealizas”. Puede ser hasta ficción, de una película. Y cuando lo tienen digo: “¿qué es lo que hace él para llegar a ser ese padre?”. Entonces ahí lo que hago es sacarle esos valores, esa forma de vida que él admira. Mi trabajo es que lo integre en su vida y que se convierta en eso.

¿Se siente identificado con Germán, el protagonista de su libro?

Germán soy yo. Nicolás, el otro personaje, soy yo. Germán es el Mario del proyecto de vida 1 y Nicolás el del proyecto de vida 2. Las tres cosas que le quedan por hacer a Germán son mías, personales. Yo necesito y sé escribir sobre experiencias vitales, personales. Son las que realmente siento en mí, me cuesta mucho escribir por fuera.

¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?

Me lo encaa-tapa-librorgaron, no estaba en mí. Yo nunca había escrito nada, tuve siempre secretarias que lo hacían. Cuando me lo encargan entré en la gran dificultad de escribir: el arte de escribir. Ahí aprendí que los escritores son personas normalmente tímidas y que la forma de comunicarse con el mundo es escribiendo. Los que tenemos el don de la palabra no desarrollamos el don de la escritura, porque nos comunicamos de otra forma. Y cuando me pongo a escribir entro en dificultad, así como al escritor tímido cuando lo ponen a hablar entra en dificultad. Es como si tuviésemos que elegir uno de los dos caminos. Al final lo aprendí y ya tengo otro libro que sale en enero en España y ya tengo el tercero empezado. Ya estoy en ese camino.


El compromiso de escuchar al otro

De los empresarios que acuden a usted para que los ayude a reinventarse, ¿cuáles son los casos o las preocupaciones más frecuentes?

Hay varios tipos. Cuando son fundadores de empresas, les da lo mismo a quién contratar; lo que quieren ellos es potenciar las ventas, el crecimiento económico. El problema es que el empresario manda a los empleados y el que tendría que ir es él. Es como cuando una madre manda a su hijo al psicólogo, la que tiene que ir es la madre. Esto es igual. Principalmente la parte económica, el fortalecimiento, sacarle las aptitudes positivas que tiene, motivarlos, el “tú lo logras”. Si no lo integras en tu vida, es aire. Todo lo que yo no integre en mi vida es solo conocimiento, no sirve para nada, sirve para saber. Ese es el problema de los talleres: se quedan solo con el conocimiento. Hablamos de la escucha… comprométete a ser una persona que escucha.