Gonzalo Oleggini, experto en comercio internacional y logística
El agitado contexto internacional, con la guerra arancelaria y los distintos movimientos que han acontecido en el tablero mundial, pueden generar oportunidades para Uruguay, dado que países que están en negociaciones con Estados Unidos salen a buscar proveedores. Sin embargo, según explicó Gonzalo Oleggini a CRÓNICAS, Uruguay no estaría en condiciones de aprovechar esas oportunidades dada su baja productividad. Por otro lado, el especialista subrayó que la estrategia de Trump a largo plazo apunta hacia un sistema de sustitución de importaciones y que la industria norteamericana vuelva a funcionar.
-¿Cuáles son sus conclusiones de la reunión entre Estados Unidos y China en Ginebra?
-Lo importante de la reunión es poner un poco de paños fríos a esta situación vertiginosa de subas y movimientos de aranceles, principalmente entre Estados Unidos y China, que son la potencia número uno y número dos. No estamos hablando de cualquier país. Son quienes tienen mayor relacionamiento desde el punto de vista del comercio exterior, donde se están jugando más de US$ 600 mil millones de comercio entre China y Estados Unidos. Quizás hoy, desde el punto de vista comercial, es más relevante para China que para Estados Unidos, porque el modelo económico de Estados Unidos no está tan centrado en el modelo de exportación de bienes como sí lo ha tenido China, pese a que ahora lo está transformando. Con lo cual, cuando hablamos de situaciones de comercio exterior, esto tiene más afectación para China que para Estados Unidos y ese es el escenario inicial. La reunión de Ginebra lo que hizo fue frenar esas distorsiones, que estaban llevando a enfrentamientos económicos y políticos. Y estos 90 días de stand by ponen una pausa para poder negociar. Igualmente, queda una estructura arancelaria, los dos decidieron sacar 115 puntos, Estados Unidos baja de 145 a 30 y China baja a 10. Entonces, quedan aranceles para ingresos de productos chinos en 30 y el arancel para el ingreso de productos americanos se sitúa en 10. Hay que preguntarse si esto no era lo que buscaba Estados Unidos, tener una estructura arancelaria un poco más alta, quizás no tan distorsiva del 150%, pero sí tener movimientos. Muchas veces Trump negocia 10% para sacar 5%, y en este caso creo que hay algo de eso.
-¿Es una genialidad o una jugada maestra de Trump?
-Lo que ha logrado es enfrentar varias negociaciones bilaterales. Acá hay que abrir un gran paréntesis. Esto genera un gran golpe al multilateralismo y a la Organización Mundial del Comercio (OMC), que ya estaba en una situación de agonía, por llamarlo de alguna forma. La OMC en 2001 cuando empieza su Ronda de Doha que nunca termina, pasó a ser una institución que empezó a perder legitimidad en la liberalización del comercio. Y ese desgaste, 25 años después, termina siendo un desconocimiento de lo que es el proceso de multilateralismo, pero también la OMC colaboró mucho con eso, con su inacción e incapacidad de resolver temas. No nos olvidemos de que la OMC no tiene vida propia, sino que los propios países tuvieron esa inacción, pero eso dejó en un punto complicado el multilateralismo dentro del proceso de globalización. Ese es el análisis más macro y complejo. La OMC pasó a ser prácticamente una institución con pocas posibilidades de incidir en el comercio internacional.
-¿En algún punto de esta trama se llega a pensar, como se suele decir dramáticamente, en el fin de la OMC?
-Yo no sé si realmente es el fin, pero está anestesiada, por llamarle de alguna manera. Acá hay dos caminos: o está herida de muerte o está anestesiada. Herida de muerte sería verla en el final. Yo creo que, para tratar de pensar que pueda resurgir en un momento, está en una actitud totalmente de stand by, más cercano a estar anestesiada, pero no me atrevo a decir que esta última situación sea una herida de muerte. Sí queda en una situación muy endeble y con mucha pérdida de poderío político desde el punto de vista comercial y global.
-Volviendo a la guerra comercial, los aranceles generan una suba de inflación y precios que afecta las cadenas de suministros y vuelca incertidumbre en los mercados. ¿Le sirve eso a Estados Unidos?
-Esta es la pregunta que todos nos hacemos. Para Estados Unidos, el tema del comercio externo no es su principal variable. Hoy el problema más grande que tiene es su deuda y yo creo que gran parte de esta actitud, por más que parezca extraño, generó un debilitamiento del dólar y también trajo la necesidad de una reducción de la tasa de interés, que es de las cosas que Trump le ha planteado a la Fed y a Powell, en ese grado de independencia que tiene con el gobierno. Acá hay un juego financiero, además del juego comercial. Estados Unidos renueva su deuda, que tiene una de las más importantes de toda su historia. Gran parte de este razonamiento es pensar quién gana con esto, parece que nadie gana y todos pierden. En esta intención, hay una necesidad de poder hacer frente a esa deuda y a la generación de nueva deuda, para ir cancelando la anterior. Y a todo esto, está atado a las tasas de interés. Yo creo que es una estrategia comercial que está alineada a una estrategia común, que es hacer frente al pago de la deuda para generar una nueva.
-¿Qué generan todos estos movimientos en la región? Se vio a Boric, Lula y Petro guiñándole un ojo a China días atrás.
-Estos son los efectos colaterales, que siempre existen cuando se toman este tipo de decisiones como las que tomó Trump. Los países se van a acercar a otros líderes globales, porque no encuentran en Estados Unidos y en otros un posicionamiento político, económico y comercial que necesitan. Recordemos que el presidente Lula dijo que tiene que ser amigo de China y de Estados Unidos. Esto, lo que hizo, no es abrir una puerta, sino abrir una ventanita para que los países busquen acercarse a otros países relevantes, como China, más que antes. Lo que terminó logrando esto fue que muchos reforzaran ese posicionamiento y que muchos países salieran a la ofensiva, tanto los que buscan como quienes quieren mostrarse como potencia. Creo que ese fue uno de los efectos colaterales, pero no creo que sea el más importante de todos. Esta idea inicial viene con algo así como una sustitución de importaciones, que la producción norteamericana comience a funcionar y así reducir la dependencia del resto del mundo. Esa es la lógica que planteó Trump en la campaña anterior y en esta. Y para eso hay que hacer una reducción de importaciones, que es lo que se está buscando. Esto no se hace de un día para el otro, lleva años y creo que estamos viendo una estrategia y parte de un capítulo de esta película, pero creo que tiene muchos más capítulos.
-¿Cómo visualiza ese desenlace?
-Todo va a depender de si resisten los sistemas. En el tema logístico, hay puertos en Estados Unidos que han bajado su recepción en un 40%, se han redistribuido rutas marítimas y hay puertos que prácticamente no están recibiendo barcos de China. Esto es una parte de los capítulos que se están dando de esta película. Si el objetivo de Trump es mejorar la producción norteamericana e importar menos, yendo hacia una lógica de sustitución de importaciones, no es un proceso de corto plazo. Uno ve efectos en principio, pero no las soluciones. Hay que ver si el sistema soporta todas las presiones internas que se están generando. Productores agrícolas que no reciben insumos, empresas importadoras del supermercadismo que no reciben algunos productos que se fabrican en China, por ejemplo, pueden traer un choque de fuerzas entre el gobierno y los actores privados de Estados Unidos.
-¿Ve alguna oportunidad para Uruguay en este contexto?
-El arancel ha sido básicamente para todos y lo que sucede es que se han achicado diferencias con otros proveedores. Con Estados Unidos estamos en una situación similar con otros proveedores. Por otro lado, también estos países que están en negociación con Estados Unidos salen a buscar otros proveedores y ahí es donde están las oportunidades para Uruguay. Que nosotros las aprovechemos o no, depende de nuestra estructura productiva y de ventas internacionales. Creo que no tenemos gran oportunidad de aprovecharla por algo muy sencillo, porque para eso deberíamos producir más. En Uruguay, la mayor cantidad de lo que se produce, se exporta. Es claro que necesitamos nuevos mercados, pero si tuviéramos un movimiento en la demanda, en el corto plazo no tendríamos la capacidad de responder, en la mayoría de los sectores. Y eso sería una oportunidad no aprovechada. Una cosa es que este contexto traiga oportunidades y otra es que Uruguay las pueda aprovechar. Hoy no está en condiciones de aprovechar la mayoría de esas oportunidades.
-¿Cómo evalúa la política internacional del nuevo gobierno? ¿Cree que es un error pegarse tanto a Brasil?
-Creo que, en la política externa para un país como Uruguay, el mejor camino es la apertura. Ahí hay dos salidas. U obtenemos la apertura a través del bloque y la región, o usamos otros caminos. Se ha discutido durante muchos años al respecto del posicionamiento con el Mercosur. Por uno de esos dos caminos Uruguay debe transitar. Eso va a depender de quienes comanden la estrategia de relaciones internacionales de Uruguay. El objetivo final es el mismo, con el Mercosur como socio pleno o en otro camino de asociados, que parece mucho más lejano. Para Uruguay, lo que queda es empujar para que el Mercosur termine cerrando la cantidad de acuerdos y negociaciones que tiene abiertos.
“Los astros se han alineado y la situación geopolítica empuja a favor del acuerdo UE-Mercosur”
-¿Qué desenlace imagina para el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE)? ¿Francia puede cambiar de parecer ante este nuevo escenario?
-Independientemente de que cambie o no, Francia no es la UE. Sí es un actor importante de la UE, que tiene 27 países. Yo creo que, si la oposición es exclusivamente de Francia, las oportunidades de cerrarlo son mayores. Los astros se han alineado de alguna manera y la situación geopolítica empuja a favor del acuerdo. Para Francia va a ser muy difícil resistirse, independientemente de lo que haga con su discurso.
“Gran parte tiene el Estado para hacer, pero gran parte también tienen los privados”
-Mencionaba el problema de productividad que tiene el país. ¿Cree que en este quinquenio se ataque este problema?
-Se tiene que abordar. Ya sale del “debería” para transformarse en “tendría”. Gran parte tiene el Estado para hacer, pero gran parte también tienen los privados. No nos olvidemos de que aumentar la capacidad de producción está atado a mejorar los costos y la competitividad, pero también a decisiones empresariales. Creo que hoy en Uruguay, en algunos sectores, faltan de las dos. No es solo el Estado, que sí tiene que hacer mucho.