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El corazón que recuerda lo que sentimos
Fecha de publicación: 30/09/2025
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Bob Odenkirk no lo recuerda. Estaba en el set de Better Call Saul, en pleno rodaje de la última temporada, cuando de pronto cayó. Se desplomó en silencio, como si alguien hubiera apagado la luz. Fue en 2021 y él habla de aquello como un espacio en blanco, un tramo borrado de su vida.

Los que estaban allí sí lo recuerdan. Compañeros de reparto lo sostuvieron de la cabeza y de la mano, gritándole que se quedara en la Tierra. La supervisora de salud del set corrió con un desfibrilador y aplicó tres descargas. Otro par de manos comenzó la reanimación. Minutos después, el actor volvió a tener pulso. En ese borde entre el adiós y el regreso, Odenkirk estuvo muerto unos instantes y regresó gracias a otros corazones que latieron por él cuando el suyo se había detenido.

Al hablar de aquella experiencia lo resume con una claridad que no necesita adornos. Si nadie hubiera estado ahí, dice, él no estaría aquí. Desde entonces aprendió a mirar la vida de otra manera, no como un rodaje interminable, sino como un tiempo finito que se estira o se acorta según el compás del corazón.

Esa historia se vuelve oportuna en estos días en que se celebra la Semana del Corazón. La campaña busca recordar que este órgano no es solo una bomba obstinada que empuja sangre, también es un espejo de nuestra vida emocional. “El corazón es el gran cronista de nuestra vida cotidiana. Late diferente cuando reímos, lloramos o nos enojamos. Y esa suma de variaciones deja una huella en nuestra salud”, reflexiona la Dra. Ana Mieres, directora técnica de UCM Falck.

La ciencia respalda su afirmación. Investigadores de Harvard comprobaron que en las dos horas posteriores a un arranque de ira el riesgo de infarto puede multiplicarse por cinco. Una discusión, ese enojo que creemos pasajero, tiene la potencia de sacudir arterias y músculos como un sismo.

Lo peligroso no es el estallido aislado de nervios, sino la costumbre de vivir en un estado de sobresalto constante, que va desgastando al corazón sin darle respiro. Mieres lo explica con una imagen fácil de comprender. “Nuestro cuerpo no distingue si la amenaza es un león que nos acecha o un mail sin contestar. Reacciona igual, con el mismo sobresalto químico. Si vivimos siempre con el acelerador apretado, el corazón paga la cuenta. La medicina lo llama estrés crónico y detrás de ese nombre frío se esconden consecuencias muy concretas como hipertensión, inflamación y desgaste arterial”.

Cuando el dolor se instala en el pecho

La ansiedad, la depresión y la soledad no se quedan en la mente. Pesan en el pecho y alteran el pulso. En 2023 la American Heart Association informó que las personas con salud psicológica deteriorada tienen un 35 por ciento más de probabilidades de sufrir un evento cardiovascular en los siguientes años. Existe incluso el síndrome del corazón roto, cuando una noticia devastadora provoca síntomas casi idénticos a los de un infarto.

Mieres lo ve todos los días en la consulta. “He atendido a pacientes jóvenes, sin grandes factores de riesgo, que llegan con palpitaciones o dolor de pecho después de semanas de angustia o sobrecarga emocional. El cuerpo habla y el corazón suele ser la voz más clara”, asegura.

Los estudios lo confirman también entre adultos jóvenes. Una investigación de Johns Hopkins con más de medio millón de personas reveló que quienes sufrían depresión tenían el doble de riesgo de enfermedad cardiovascular. No hace falta llegar a la vejez para que el corazón dé señales de alarma.

El otro pulso

El corazón responde con gratitud cuando lo alimenta la calma y la alegría. Un estudio de la Universidad de Illinois mostró que quienes cultivan vínculos sociales sólidos tienen casi un treinta por ciento menos de riesgo de infarto o ACV. La esperanza y el optimismo actúan como verdaderos protectores.

“El corazón también late mejor cuando reímos, cuando nos sentimos acompañados, cuando disfrutamos de lo que hacemos”, recuerda Mieres. No es metáfora ligera. Una cena con amigos o un paseo en reducen el cortisol y estabilizan el pulso. Es medicina invisible.

Investigaciones en el Reino Unido encontraron que los pacientes desesperanzados tenían hasta seis veces más riesgo de morir que aquellos que mantenían confianza en el futuro. La esperanza se convierte así en un tratamiento tan real como un medicamento.

La hora que marca

Escuchar al corazón no significa solo hacerse un control médico. Es aprender a registrar cómo nos afectan las emociones y cómo queremos vivir. Mieres lo resume con sencillez. “Escucharse el corazón es más que hacerse un control médico. Es aprender a registrar cómo nos afectan las emociones y cómo queremos vivir. Porque el corazón, silencioso pero persistente, siempre nos está marcando la hora”.

La Semana del Corazón nos recuerda que cada latido es más que un gesto mecánico. Es una voz íntima que nos cuenta quiénes somos y cómo vivimos. Odenkirk lo dijo sin solemnidad en una entrevista a The Guardian, una vez que se recuperó. “Tengo que seguir. Esto es genial”.

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