-¿Hacia dónde cree que va hoy el país?
-Hacer futurología siempre es riesgoso. A mí me da la impresión de que Uruguay en su conjunto, más allá de este gobierno e inclusive el anterior, en la media no muestra una enorme inquietud de hacia dónde va el mundo y a qué ritmo avanza. Me parece que no es descarriado hacer un análisis de la última elección y concluir que, más allá de que guste o no el resultado, la media del Uruguay no votó una urgencia, un cambio y grandes transformaciones. La media, en general, miró las elecciones como algo episódico.
-¿Eso lo ve como algo positivo o negativo?
-Tiene de las dos. Lo positivo es eso que nos gusta repetir, de que somos un país estable y que la gente nos mira con envidia. Pero tiene el costado negativo de que estamos pedaleando en el mismo lugar desde hace mucho tiempo. Y eso, para un país envejecido como Uruguay, para mucha gente no es tan grave porque el futuro no es tan largo. Pero es malo para la gente joven y para un sector del Uruguay que hace tiempo está al margen del movimiento. Tenemos un porcentaje grande de la población marginal y que está estancada en huellas que no lo llevan a ningún lado. Para ellos, este Uruguay que no cambia es malo. Y de esta forma el panorama es descendente. Este gobierno me parece que, hasta ahora, muestra poca inquietud y poco empuje al respecto.
-Usted habla de una inmovilidad en la sociedad uruguaya, lo que da la impresión de que tiene sus impactos negativos en sectores como la educación o en la inserción internacional, que son segmentos donde el país debe ir acompasado con lo que ocurre en el mundo.
-Esos son dos buenos casos, que tienen factores comunes y otros muy distintos. En la educación hay una pulseada y un peso muy grande de corporativismo y de una cultura nostálgica que tranca a la educación enormemente. Si bien me parece que este gobierno no va a hacer grandes barbaridades, en algunos sectores como la educación ya puso la marcha atrás y vamos a tener cinco años de, en el mejor de los casos, inmovilismo, donde las decisiones no se toman en función del futuro, sino en intereses creados. Pesan más los intereses creados de los funcionarios y docentes que los de los estudiantes. Y en materia de comercio exterior juegan algunos factores parecidos, más allá del condicionamiento que implica el tamaño del país y su situación económica relativa. En esa realidad, otra vez la actitud es de ir despacio, tener cuidado y no hacer locas apuestas, lo que nos deja al margen de lo que ocurre en el mundo. Estamos trancados en el Mercosur, que no es culpa nuestra, pero tampoco estamos haciendo cosas muy heroicas para tratar de ver si podemos salir para algún lado. Desde 1995 hasta acá hemos acumulado regulaciones, proteccionismos y subsidios enormemente. Eso que todo el mundo ve, de un Uruguay caro, nadie le mete el diente. En todo caso, nos concentramos en el tipo de cambio, que es más consecuencia que causa.
-¿Qué tan condicionado cree que está Uruguay por esos intereses creados que usted menciona, para llevar a cabo las reformas necesarias para que la economía crezca al ritmo que se necesita?
-En muchas instancias de proteccionismo, el lobby empresarial y el sindical tiran para el mismo lado. Los dos quieren cuidar la chacra. En otros, no, como en el caso del puerto. Estamos de vuelta en un mar de regulaciones brutal. Y eso tranca mucho al país y ayuda al país de viejos, que no cambia. Esto hace que se genere menos riqueza y, por sobre todo, que haya menos contacto con la realidad de afuera. El gobierno uruguayo no tiene herramientas para abrir la economía. Eso fue, en el fondo, el argumento central por el que el gobierno de Lacalle Herrera, que tuvo que tomar una decisión muy rápida con respecto al Mercosur, resolvió que había que ir para adelante. Más allá de los riesgos, la apuesta era a que Uruguay se transformara por la competencia.
-¿Cuál es la mejor salida o solución posible a la problemática que plantea con respecto al Mercosur?
-No podemos irnos del Mercosur, por ahora. Creo también que el origen histórico del bloque fueron los acuerdos bilaterales que tenía Uruguay con Brasil y Argentina: el PEC y el Cauce. Entonces, en el fondo, pesó mucho para Uruguay perder esos dos acuerdos. Y si nosotros no entrábamos, el acuerdo se daba entre Argentina y Brasil, con nosotros por fuera. Entonces, mucho fue para preservar lo que se llamaba el patrimonio histórico. Uruguay debería hacer un estudio de cuánto pesa en la economía uruguaya el Cauce y el PEC, que estaban enfocados a las manufacturas uruguayas. A ojímetro, creo que hoy esas cosas pesan mucho menos y que, por lo tanto, el aventurar podría tener un costo menor, pero es una aventura. Durante todos los años que quedamos aferrados al Mercosur, prácticamente todo el resto del mundo entró en una política de acuerdos bilaterales y multilaterales. Todos, menos nosotros. Y ahora es difícil, pero debemos tratar de hacer algo.
-¿Uruguay se amputa la posibilidad de ingresar finalmente al Acuerdo Transpacífico?
-El gobierno anterior, equivocadamente, demoró mucho el plantear el ingreso al Transpacífico, con una concepción equivocada y, sospecho, que estuvo influenciado por algunos lobbies.
-¿Cuáles?
-Industria farmacéutica, compras estatales... Al final lo hizo y está ahí. Es vox populi que Brasil lo está trancando, pero creo que hay que jugar cartas en ese sentido y tratar de ingresar. Ahora hay una posibilidad, imprevista hace unos años, de que Argentina se tire al agua.
-¿Se refiere a buscar un acuerdo con Estados Unidos?
-Si, y que no le importe el Mercosur. Milei está rebuznándose con mucho afecto con Trump y pesa mucho lo ideológico. Si eso ocurre, poco vamos a poder hacer. Habría que ver si eso nos da alguna oportunidad de romper el chiquero y salir, o nos allana el camino al Transpacífico. Sin embargo, hay algo novedoso, que es el relacionamiento entre China y Brasil. También está el tema del acuerdo con la Unión Europea, que da la impresión de que al menos uno de los dos acuerdos podría concretarse, después de tanto penar. Sin embargo, no es una maravilla para Uruguay. La incidencia comercial si se firma, no es tal. Es algo que está muy cuotificado, pero es un paso, simbólicamente, muy importante. Y tal vez eso permite otros pasos posteriores.
-¿Esperaba una mayor liberalización del anterior gobierno?
-Si.
-¿En qué aspectos?
-Yo esperaba que, una vez que se despejó el camino del covid y la sequía, el gobierno transformara el lema de la libertad responsable en una campaña de desregulación y flexibilización. Y no se dio.
-¿Y a qué lo atribuye?
-Esas cosas no son fáciles y levantan muchas resistencias. Lo digo con conocimiento de causa. En general, los gobiernos y los políticos prefieren ser amados, a ser odiados. Y eso pesa.
-Usted atribuye que Lacalle Pou no haya avanzado en mayor profundidad en medidas más liberales a una comodidad y a no pagar costos políticos.
-Si. Hay versiones que no puedo afirmar o desmentir, que dicen que pesó la opinión de Álvaro Delgado, que venía siendo el candidato cantado y no quería líos. No sé si es verdad.
-¿Ve que este gobierno tenga la voluntad de avanzar en una mayor apertura de la economía?
-Yo lo que veo es un ministro de Economía que mantiene un discurso muy realista, pero que la cosa no avanza. Ahora, Gabriel Oddone está sacándole punta a un hecho lamentable, que es el no haber conseguido la autorización para liberalizar el tema de los despachos de aduana, que es la oposición que le dijo que no.
-¿Ese es un ejemplo de una vaca atada?
-Claro. No tiene ningún sentido que alguien esté obligado a contratar un tipo. Que sea libre, no obligatorio.
-¿Cuál cree que es el humor del empresariado con las primeras señales que ha dado el gobierno en estos meses?
-En general, ningún sector empresarial resuelve que va a tirar todo por la borda y empezar de vuelta. En general, algunas cosas van a tratar de conservar. Después, hay sectores empresariales que están cómodos a la sombra, porque si no hubiera sombra, no podrían vivir. Hay muchos sectores que exportan a la región, que, si no tuvieran protección, no podrían funcionar. Entonces, hay un importante elemento de conservadurismo. No hay con intensidad suficiente un empuje empresarial hacia la apertura de la economía. Hay consciencia y también un discurso, pero no veo que haya un lobby fuerte como el que se arma contra el tipo de cambio o cuando se quieren modificar determinadas cosas.
“No es realista creer que hay que hacer todo de un soplo”
-En el período pasado Lacalle Pou llegó al gobierno planteando la necesidad de llevar a cabo reformas en la educación y la seguridad social, que terminó concretando. ¿Qué grandes reformas cree que hoy necesita el Uruguay?
-Hay mucha cosa para reformar. No es realista creer que hay que hacer todo de un soplo, salvo que Uruguay esté con una situación como la de Argentina. Creo que, en muchos frentes, se puede avanzar por el camino de abrir. Hay muchas cuestiones que se pueden abrir. En el gobierno de Lacalle Herrera hicimos bastante, después nos trancaron y nos quedamos por la mitad en muchas cuestiones. El puerto de Montevideo era algo imposible y no había quien le metiera el diente. Nosotros les rompimos el chiquero y ahora lo están rearmando de nuevo, a lo largo del tiempo.