Sociedad
Libro recoge los siniestros marítimos en aguas uruguayas del siglo XVI al XX
El libro Como cuentas de un collar. Siniestros marítimos: siglo XVI al XX, de la historiadora Cristina Montalbán, será presentado el próximo miércoles 10 de diciembre a las 19 horas en la sede del Museo Naval.
Fecha de publicación: 08/12/2025
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Por:
Redacción

Montalbán es licenciada en Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República y se desempeñó como subdirectora técnica del Centro de Estudios Navales y Marítimos de la Armada hasta 2017.

En entrevista con CRÓNICAS, la autora contó que esta obra recoge un período bastante extenso, de cuatro siglos, de los siniestros marítimos que se registraron en las aguas de nuestro país.

Desde hace al menos dos décadas ha estudiado el tema y paulatinamente fue haciendo registro de varios archivos. “Me pareció que era interesante hacer una recopilación de todo el material y dar a conocerlo. Creo que es la única obra que recoge ese número de naufragios, son más de 2.700 siniestros”, agregó la experta.

 

Prólogo

Desde las exploraciones que pugnaban por instrumentar nuevos derroteros e integrar tierras desconocidas en la cartografía apenas esbozada, hasta aquellas navegaciones ya apoyadas por cartas y auxiliadas por faros, el recorrido de las rutas marítimas que enmarcan el territorio que hoy conforma la República Oriental del Uruguay presentó características especialmente difíciles.

Esas extensas fronteras acuáticas constituyeron escenarios donde adversidades disímiles fueron causantes de tan numerosos como dramáticos naufragios.

De acuerdo a lo expuesto, los registros de siniestros marítimos componen largas listas donde nos llama la atención el importante número de buques accidentados, tanto en lo que refiere a las aguas oceánicas del este, así como en el itinerario dificultoso del Río de la Plata, reconocido como el “infierno de los marinos”.

Este apelativo adjudicado al estuario por los navegantes pioneros, exhortaba a la precaución a sus colegas, y en el mismo sentido se sumaron en la prevención otros peligros destacados, señalando como uno de los más justificados, el que identificaba al temible Banco Inglés como el “tragabarcos”.

Escollos, islas, restingas agazapadas en las rompientes, sustentaron esa fama nefasta, pero aun había de tenerse en cuenta en las advertencias la incidencia de factores climáticos adversos: las nieblas, los vientos desatados en furiosas tempestades —pamperos o sudestadas— que embravecían las olas y redoblaban las corrientes.

Tales circunstancias constituyeron un flagelo inapelable, así como la justificación, repetida y esgrimida ante las autoridades, en las declaraciones de los navegantes que tuvieran la suerte de escapar con vida.

Estas condicionantes incrementaban la probabilidad de que la navegación por las indistintas costas: de Rocha, Maldonado, Montevideo o Colonia, terminara con el buque perdido, y en ocasiones con un importante número de víctimas que quedaban en el punto de la tragedia, sepultadas entre crespones de espuma.

No obstante, la necesidad de navegar —como se dijo y justificó desde los más remotos tiempos— alentó a continuar surcando estos rumbos fatídicos, sobreponiéndose al temor que no llegaba a soslayar ni siquiera la fe en la protección de Nuestra Señora del Carmen.

Y es así que la historia registró en sus páginas una importante cantidad de siniestros, ocurridos durante la navegación oceánica, en los ríos que bañan las costas de nuestro país, en aquellos como el Santa Lucía (que contó durante largo tiempo con un importante tránsito de cabotaje) e incluso en arroyos, donde también se contabilizaron accidentes.

La intención de la presente investigación es presentar un registro, lo más acabado posible, de aquellos buques que conforman esas relaciones funestas.

Las fuentes utilizadas para este trabajo abarcan material de archivo, biblioteca y hemeroteca, entrelazando distintas ópticas: documentos puros, con información bibliográfica, artículos de prensa y noticias contemporáneas a los eventos.

La presentación se hará en capítulos, organizados cronológicamente, comenzando en el siglo XVI, estableciéndose que —debido al importante número de siniestros— los siglos XIX y XX se han dividido en dos partes.

Cada capítulo tiene —a manera de introducción— referencias respecto a los intereses de las distintas potencias que incursionaban en la región, los aportes en materia de apoyos al tráfico marítimo, tales como derroteros, manuales, relevamientos hidrográficos, balizamiento, o la actuación de las empresas de salvataje, factores que resultaron paliativos en los índices iniciales de siniestralidad.

La información sobre cada tragedia, dependiendo de la contribución de las fuentes, procurará —como mínimo— datar, identificar el siniestro y ubicar el accidente (agregándose además en cada ficha los datos básicos que establecen dichas fuentes, y avalan a información expuesta).

Los insumos resultantes de los accidentes marítimos de cada período servirán para instrumentar una serie de gráficas que responderán a temas seleccionados, y cuyo producto permitirá conocer los porcentajes en diferentes aspectos:

-La tipología de los buques utilizados en el tránsito marítimo, pautando los cambios a través de los años, el pasaje de las naves exploradoras a las comerciales, de las alternativas de capacidad de carga o de velocidad, de la transformación en los aparejos, del avance de la vela a la máquina o del vapor al combustible líquido.

-La ubicación de las “zonas calientes” que encendían las alertas en las rutas de navegación.

-La identificación de las principales banderas que tenían estos destinos, atraídos por la potencialidad de mercados y el movimiento de sus puertos.

-La detección de las causas del naufragio, ya fuera víctima de la imprudencia de navegar por la noche, de eventos climatológicos, por escollos, por impericia, por problemas estructurales o causas fortuitas como una explosión o incendio.

-La cuantificación de las naves y cargas, parcial o totalmente perdidas.

-El registro o no de víctimas como consecuencia del siniestro.

Como base de información consideramos que este estudio constituye, sin duda, un aporte, a lo que se suma que el material reunido conjunta las fuentes dispersas y constituye una herramienta para ajustar el número de siniestros, hasta ahora incierto.

La experiencia nos indica que el tema despierta un interés general, el drama de muchos naufragios, las noticias de la ubicación y extracción de cuantiosos valores, o de elementos recuperados que dan lugar a la revalorización histórica de naves milenarias, resultan convocantes tanto para sectores populares como profesionales, a nivel nacional e internacional.

En atención a lo señalado se puede concluir que el resultado del esfuerzo de largos años, con una mirada minuciosa, que además posibilita estudios comparativos en el correr de los siglos, supone un tratamiento inédito del significativo número de accidentes que se despliega en nuestra geografía marítima “como cuentas de un collar”.


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