Edición especial 2025
Alejandro Ruibal, presidente de la Cámara de la Construcción del Uruguay
Inversión y estabilidad como motores de crecimiento
En diálogo con Empresas & Negocios, Alejandro Ruibal analizó el escenario del sector, el rol del Estado, la inversión privada y los desafíos de competitividad en un contexto regional y global complejo.
Fecha de publicación: 26/12/2025
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Alejandro Ruibal, presidente de la Cámara de la Construcción del Uruguay.
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Redacción

Por estos días, cuando el desempeño de la economía regional vuelve a ocupar un lugar central en las decisiones de inversión, la construcción aparece nuevamente como un termómetro sensible del rumbo del país. En ese contexto,  Alejandro Ruibal trazó un panorama detallado sobre las expectativas para 2026, los principales desafíos estructurales y coyunturales del sector y el rol que deben asumir los distintos actores para sostener la actividad en un escenario que define como “de transición”.

Un sector sostenido por dos motores

Para Ruibal, el comportamiento de la construcción en Uruguay sigue respondiendo a dos grandes vertientes que impulsan la actividad: el sector privado y el sector público. En el caso del primero, explicó que la dinámica está asociada principalmente a inversiones en arquitectura y vivienda, una corriente que, si bien podría mostrar una leve moderación, debería mantenerse en niveles similares a los actuales.

“No hay por delante grandes proyectos como una planta de celulosa, pero la actividad privada debería mantenerse en niveles parecidos a los de este año”, señaló, aunque aclaró que ese escenario está condicionado por un factor central: la previsibilidad.

Reglas claras y señales consistentes

Uno de los ejes que atraviesa todo el análisis es la necesidad de estabilidad normativa. Ruibal fue enfático al respecto y destacó que los inversores miran, antes que nada, las reglas de juego.

“Siempre y cuando no se cambien las reglas fuertemente de cómo se trata a los privados -Comap, vivienda promovida- y no haya sorpresas como cambios en el régimen impositivo, la inversión debería sostenerse”, afirmó.

En ese sentido, destacó que los mensajes provenientes del Ministerio de Economía (MEF) son claros y consistentes, aunque advirtió que no siempre todas las señales que circulan en el sistema van en la misma dirección. “Hay que respaldar al MEF y a Presidencia, porque desde ahí los mensajes son claros”, subrayó.

La estabilidad fiscal y el clima laboral aparecen, así, como dos variables críticas. Según mencionó, cada vez que uno habla de cambiar impuestos para adelante “los inversores es lo primero que miran; eso y la estabilidad sindical, o mejor dicho, el clima laboral”. 

La obra pública y un año de transición

En el plano del sector público, Ruibal describió el 2026 como un año bisagra. El proceso de aprobación presupuestal condiciona el ritmo de nuevas iniciativas y limita el impacto inmediato de la inversión estatal.

“Este primer año es un año de presupuesto. Tomamos el agua que tenemos en la cantimplora, venimos con proyectos de atrás”, mencionó. Si bien espera que comiencen a agilizarse nuevas licitaciones y llamados a precios bajo el nuevo marco presupuestal, entiende que ese derrame no se sentirá de forma significativa en el corto plazo.

“El que viene es un año bisagra, más proyectable hacia 2027”, resumió, marcando un horizonte de mediano plazo para una reactivación más visible desde el sector público.

Invertir bien y ejecutar mejor

Más allá del volumen de inversión, Ruibal pone el foco en la calidad y en los tiempos de ejecución, especialmente cuando se trata del Estado, un actor de peso en el mercado local.

“El Estado uruguayo pesa mucho en el mercado. Es muy importante invertir bien, elegir bien los proyectos y, además, implementarlos rápido”, sostuvo. En su visión, uno de los problemas estructurales es la lentitud en los procesos, desde la elaboración de pliegos hasta la adjudicación y ejecución efectiva de las obras.

Consultado sobre la competitividad del sector, Ruibal la vincula directamente con la productividad y con la capacidad de atraer inversiones.

“La competitividad va de la mano de la productividad, y lo primero es apuntalar la inversión pública y privada”, afirmó. Para ello, plantea la necesidad de un compromiso explícito entre empresarios, cámaras empresariales y sindicatos, con una agenda común centrada en el crecimiento.

Para el ejecutivo, el norte es uno solo y no admite distracciones: el crecimiento y la llegada de capitales deben dictar cada movimiento. Por eso, no duda en enviar un mensaje de realismo político y empresarial: si el objetivo es atraer inversiones, la flexibilidad de las partes debe estar sobre la mesa. Su premisa es tan simple como tajante: "Sin inversión no existe todo lo demás".

En ese marco, el cuidado de los proyectos y de la paz laboral son aspectos clave. “No hay que generar conflictividad por cosas que se pueden arreglar dialogando, sin necesidad de llegar a paralizar”, advirtió.

Medidas puntuales y apertura comercial

Si bien no descarta la utilidad de instrumentar medidas específicas o "trajes a medida" para captar determinados perfiles de inversión, prefiere poner el foco en la inserción internacional como el verdadero factor estratégico. Para el titular de la CCU, el crecimiento estructural depende de una apertura al mundo que sea audaz y consistente. 

“El camino de los acuerdos comerciales es muy importante”, afirmó, situando en el centro de la agenda tanto el histórico pacto con la Unión Europea como el desembarco en la región del Pacífico. Bajo su mirada, el éxito de cualquiera de estos frentes -o de ambos en simultáneo- representaría un salto de calidad para el país: “Cualquiera de esas dos cosas, o las dos juntas, serían muy buenas noticias”.

Ruibal también se detuvo en el debate sobre la desdolarización de la economía, impulsado por el Banco Central del Uruguay (BCU). Si bien valora la iniciativa, advierte que se trata de un proceso complejo, atravesado por condicionantes estructurales de larga data.

“Está muy bien lo que está haciendo el BCU, aprovechando un momento de inflación baja y controlada y un dólar muy bajo, pero es muy difícil desdolarizar”, señala.

El principal obstáculo, explica, es cultural. “Tenemos una cultura del dólar de décadas. Nadie publicita un auto ni un apartamento en pesos o en unidades indexadas”, ejemplifica. Y remata con una pregunta que resume esa inercia histórica: “¿Cuánto vale un apartamento de dos dormitorios en Pocitos? Nadie te lo va a decir en pesos”.

En ese contexto, y con un escenario internacional complejo, 2026 aparece como un año de transición para la construcción. Más que un período de expansión inmediata, se perfila como una etapa clave para ordenar expectativas y sentar bases de mediano plazo. El sector vuelve así a concentrarse en consensos básicos: reglas claras, estabilidad y capacidad de ejecución.

Para Ruibal, el desafío no pasa solo por sostener los niveles de actividad, sino por crear condiciones que permitan proyectar con previsibilidad. “Sin inversión no existe todo lo demás”, resume. Una definición que condensa su mirada: el crecimiento del sector -y de la economía en su conjunto- dependerá, en última instancia, de la capacidad de alinear intereses, acelerar decisiones y preservar la confianza como activo central.

 

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