¿Cómo evalúa el desempeño de la economía uruguaya en 2025 y cuáles fueron los factores que más influyeron en su desenlace?
Durante el presente año la economía uruguaya consolida un escenario de crecimiento moderado, con un primer semestre en el cual se alcanzaron mejores resultados los cuales se fueron diluyendo transcurrido el año, y de esta forma también las expectativas de crecimiento se fueron ajustando a la baja, acercándose a alcanzar una tasa de crecimiento prevista para el año 2025 cercana al 2%, y de menor magnitud aún para el próximo año.
Este desempeño se dio en un contexto externo más desafiante para nuestro país, caracterizado por una gran fragmentación, donde los niveles de volatilidad e incertidumbre pasaron a ser de carácter estructural. Pero al mismo tiempo que Uruguay soportó estos frenos desde el contexto externo incertidumbre comercial, precios internacionales en promedio creciendo a menor ritmo, ciclo financiero aún restrictivo en buena parte del año, también recibió algunos impulsos puntuales, tales como mejores resultados en relación a la temporada turística, precios favorables en el mercado internacional de carne, y en particular en los últimos meses se comienza a incorporar un alivio monetario por parte de Estados Unidos, sumado a bajas adicionales en el precio del petróleo.
Con este “viento externo mixto”, 2025 volvió a poner en primer plano que los determinantes internos también son decisivos, incluso se ha hablado de un año “bisagra”. En el entendido que, más allá del contexto externo, si Uruguay no ingresa efectivamente en una fase de transformación e implementación de políticas en pos de mejorar su entorno de negocios, indefectiblemente los resultados económicos persistirán siendo magros, poniéndose incluso en riesgo la estabilidad macro alcanzada en los últimos años.
Persisten cuellos de botella microeconómicos que limitan el crecimiento potencial de nuestra economía: costos regulatorios y burocráticos, barreras de entrada, trámites y tiempos que operan como un “impuesto” para invertir y producir, y baja competencia en algunos mercados clave. Por eso la relevancia de insistir en que “no alcanza con estabilidad macro” y sí en la necesidad de un “shock micro de productividad” para abaratar costos, dinamizar la inversión y acelerar el crecimiento.
¿Qué lectura hace del mercado laboral en 2025, en términos de empleo y salario real?
El mercado de trabajo mantuvo un desempeño relativamente positivo, pero con una desaceleración del ritmo de mejora respecto a años previos, coherente con una economía menos dinámica.
Persisten, además, restricciones estructurales vinculadas al marco regulatorio del mercado de trabajo, el cual es de carácter centralizado, rígido, y de gran alcance, desacoplándose muchas veces de la realidad de las empresas y por lo tanto afectando la capacidad éstas para generar más y mejores puestos de trabajo.
En salarios, la desinflación favoreció una recuperación real gradual y abrió espacio para transitar ajustes nominales más consistentes, en un marco incipiente de desindexación. Pero también es una realidad que los márgenes de las empresas para sostener nuevos ajustes salariales en un contexto económico menos dinámico resulta clave, particularmente respecto al impacto que esto pueda tener en términos de empleo en el mediano plazo.
Por eso la relevancia de poner el foco en la sostenibilidad y el empleo de calidad, y lograr avances en materia de modernización de la negociación colectiva, que refleje mejor la heterogeneidad empresarial, es decir, acuerdos más adaptables por tamaño y territorio. Esto es, mecanismos ágiles de “descuelgue”, categorías basadas en competencias y análisis de la productividad a nivel de empresas como referencia en la negociación que permita introducir mecanismos más realistas para sostener el empleo formal.
¿Cuáles son sus expectativas para la economía en 2026, considerando crecimiento, inflación y empleo?
En términos agregados, para el año 2026 el escenario base sigue siendo de crecimiento moderado. En términos de empleo, si efectivamente no se logra desarrollar e implementar las reformas mencionadas previamente, es esperable también una evolución gradual, es decir, sin correcciones significativas que permitan continuar alcanzando mayores niveles de empleo, mejoras en la calidad, así como correcciones de los desequilibrios claves en relación al desempleo juvenil y la brecha existente entre formación y nuevas demandas laborales.
La capacidad de crear nuevos puestos de trabajo dependerá en gran medida de este camino de transformaciones que permitan mayor inversión y productividad.
¿Qué fortalezas estructurales destacan a Uruguay de cara al próximo ciclo económico?
Uruguay llega al próximo ciclo con fortalezas estructurales bien definidas: una institucionalidad sólida, y un marco macroeconómico que en líneas generales viene mostrando avances en desinflación y anclaje de expectativas, elementos clave para la previsibilidad en decisiones de inversión y consumo.
A su vez, existe un importante margen para transformar esa estabilidad en mayor crecimiento potencial. Pero para ello también, resulta clave profundizar la inserción internacional y el aprovechamiento del potencial exportador tanto de bienes como de servicios mediante una agenda activa de facilitación: acuerdos comerciales, habilitaciones sanitarias y técnicas, reducción de barreras no arancelarias, simplificación de procedimientos y mejora de la logística.
Los avances más recientes en materia de acuerdos comerciales van en este sentido. Hablamos de la firma del Acuerdo EFTA–Mercosur, la posible firma a fines del presente año del acuerdo Mercosur–Unión Europea (UE), así como la reciente aceptación por parte de los países del Acuerdo Transpacífico de iniciar las negociaciones formales con Uruguay, y también algunos acuerdos ya alcanzados y otros en agenda con países como Qatar, Arabia Saudita, Indonesia y Vietnam. Este es el camino natural y necesario que Uruguay debe continuar transitando.
Y tal como se mencionó, para sostener tasas de crecimiento más elevadas de forma persistente es indispensable también acelerar un salto de productividad apoyado en mejoras microeconómicas. ¿Por qué no dar un efectivo “shock micro”, orientado a reglas simples, competencia efectiva, facilitación y reducción del costo país, como palancas para ampliar el espacio de inversión privada y robustecer el tejido empresarial?
Finalmente, y no menor, una fortaleza especialmente relevante es que estas mejoras son ejecutables. Uruguay cuenta con capacidad institucional para implementar reformas de gestión pública con impacto relativamente rápido en productividad, particularmente a través de digitalización integral, eliminación de superposiciones, estandarización de procesos y un enfoque regulatorio más eficiente basado en controles ex post con fiscalización robusta y menor carga ex ante en actividades de bajo riesgo. Y además encuentra en el sector privado, en las empresas, un aliado clave en este sentido, las cuales no solo demandan estos cambios, sino que también los apoyan e impulsan. Por lo tanto, allí también hay una fortaleza para avanzar en la real y efectiva ejecución de estas transformaciones, que le permitan a Uruguay ganar eficiencia sin resignar calidad regulatoria, y mejorar de forma directa el clima de negocios.
¿Cuáles son los principales riesgos o amenazas que podrían afectar la economía uruguaya en 2026?
No quedan dudas que los riesgos existen, más que nunca hoy en un mundo cada vez más incierto crecimiento global desacelerando, tensiones comerciales y condiciones financieras, lo cual afecta las exportaciones, la inversión y las expectativas de los agentes.
Pero, quizás hoy el riesgo más relevante está focalizado a nivel interno, de la propia economía, y está asociado justamente a los bajos niveles de crecimiento alcanzados y previstos, relacionados con niveles de inversión insuficiente. Si no se potencia la inversión privada, será cada vez más cuesta arriba lograr mejoras de productividad y empleo, transformándose así en un círculo no virtuoso desde el punto de vista económico y social, del cual sea cada vez más complejo salir.
El planteo para este 2026, entiendo, no puede ser más claro: sin más inversión privada no hay crecimiento sostenible; elevarla requiere reglas claras, competencia y menor costo, particularmente para las mipymes.
Finalmente, hay un riesgo laboral que también es central: la dinámica de los costos laborales salarios y condiciones en desacople con la productividad de las empresas, en un contexto de magro crecimiento. En esas condiciones, el ajuste suele procesarse por empleo e informalidad, especialmente en sectores y empresas con márgenes más reducidos. Por eso la relevancia de lograr avances en materia regulación laboral y modernizar la negociación colectiva, en un diálogo tripartito de respeto y entendimiento, que priorice el objetivo de tener una economía con más y mejor trabajo, con más y mejores empresas.