“La mayor deficiencia del funcionamiento democrático uruguayo hoy en día es el financiamiento de la política”

David Altman, politólogo uruguayo radicado en Chile

Para David Altman, Uruguay “sobresale” en la región por ser un país donde se canalizan las demandas de forma directa, pero cree que la “mayor deficiencia” del funcionamiento democrático es el financiamiento de la política. Así lo explicó en un mano a mano con CRÓNICAS, donde además confesó que es “brutal” lo que puede acontecer en Argentina y que “nadie sabe a ciencia cierta” cómo puede terminar. 

Por Mateo Castells | @teocastells

La mirada de un especialista uruguayo radicado en el exterior sobre la realidad política del país y como se configura dentro de la región, luego de los distintos movimientos que se han dado en el último tiempo en los países del cono sur, sirve como insumo fundamental para descentralizar la discusión y ver al país desde un lugar objetivo, impermeabilizado de discusiones coyunturales y del ida y vuelta que conlleva el día a día político en el Uruguay. Esta mirada es la del doctor en ciencia política David Altman, radicado en Chile hace 20 años y profesor en la Pontificia Universidad Católica del mismo país.

-¿Qué evaluación realiza de la actualidad política de la región?

-La región está inmersa en momentos políticos muy distintos. En Chile acaba de fracasar la segunda propuesta de reforma constitucional, lo que en cierto sentido hace que desde el estallido social en 2020 hasta ahora haya dado dos vueltas de 360 grados sin llegar a nada. Argentina está en un momento complejo y es sabido cómo llega a este cambio de gobierno. Quizás haya una apuesta a la incertidumbre, porque de cierto modo le han vendido al pueblo argentino una pócima mágica, y cuando alguien está con una enfermedad terminal se aferra a este tipo de esperanzas. Ahora van a empezar a verse cuales son las prioridades inmediatas del gobierno de Milei, cómo va a lograr controlar el descontento social, que ciertamente cualquier política de shock genera, por lo que estamos en el preludio de algo que nadie sabe qué va a pasar. Es tan brutal lo que puede acontecer en Argentina que nadie sabe a ciencia cierta cómo puede terminar. De hecho, la gran apuesta es saber si logrará llegar al fin del mandato o no. Si cruzamos el charco y vamos a Uruguay, comparado con sus vecinos, es un mundo distinto. Por supuesto que tiene sus problemas, pero de momento se han sobrellevado de manera razonable, pese a que existan disonancias en muchos temas y que también problemas en distintas dimensiones que antes no existían. En definitiva, en el contexto regional Uruguay sigue sobresaliendo por ser un país donde se pueden canalizar las demandas a través de los partidos políticos y de forma directa. Se juntan firmas para muchas decisiones que para ciertos grupos son importantes, el Poder Legislativo y el Ejecutivo funcionan bien y la política interna no llama la atención en el mundo, salvo algunas cosas puntuales. En términos generales, y en comparación con la región, Uruguay viene salvando con buena nota.

-Teniendo en cuenta esta realidad y los distintos movimientos que han tenido lugar en los países vecinos, ¿cómo se configura la región ante la victoria de Milei, las decisiones de Boric y el rol que ha tenido Lula a nivel de relaciones internacionales? 

-Acá lo que se está viendo es una fuerte tendencia a que a los gobiernos se les está haciendo más difícil ser reelectos, más allá de sus colores e ideologías. Si se miran los últimos años, salvo el caso de Paraguay, en todos los otros países de América Latina han ganado las oposiciones, lo que denota que a los gobiernos se les está complicando lograr el apoyo, la legitimidad y la continuidad a lo largo del tiempo. Lula es una incógnita, pero por lo visto está haciendo las cosas bien más allá de los problemas que existen, pero lo que me ha sorprendido es su postura internacional, con un viraje hacia un mundo menos democrático que se evidencia en la alineación con Rusia y China, y como está jugando su rol de gran potencia sudamericana. 

-Usted menciona la tendencia de que en gran parte de los países de la región ha triunfado la oposición. ¿Eso no habla de la paciencia de los votantes? ¿A qué piensa que responde esta dinámica?

-En este problema hay muchos temas que se mezclan y que podrían estar influyendo en la tolerancia que tienen los votantes con el gobierno de turno. Hay situaciones que llaman poderosamente la atención y que llevan a preguntarse, por ejemplo, por qué en Chile se vivió lo que pasó recientemente y por qué en ciertos sentidos en algunas sociedades las inequidades se politizan y en otros lugares estas inequidades, tal vez más brutales, no se politizan. En el estallido de Chile se politizaron una serie de injusticias e inequidades que hace tiempo estaban instauradas, pero algo pasó que la sociedad explotó. ¿Por qué en otros países con mayor inequidad no pasa nada? ¿Por qué estallaron las sociedades en España, Francia, Colombia y Chile y en otros países que tienen mayor nivel de inequidad no pasa nada? Esta es una de las preguntas de investigación más importantes que tenemos al día de hoy, que viene acompasado por otros problemas, como el aumento de la criminalidad, el financiamiento ilegal de la política, la penetración del narcotráfico y las olas masivas de emigrantes, lo que genera una reacción inclusive de sectores progresistas. Todos estos aspectos conviven, se potencian entre sí y terminan generando un ciudadano más crítico e infeliz, que apela a la protesta y a la movilización para materializar una suerte de fuerte insatisfacción con el funcionamiento democrático porque cree que sus expectativas no están satisfechas. La poca paciencia del electorado es algo multidimensional y que confluye en muchas fuerzas.

-Justamente el financiamiento de la política fue un tema que estuvo sobre la mesa de discusión política en Uruguay, y tras ser aprobado en Diputados el proyecto de ley será discutido en el Senado, además de que desde la oposición se ha denunciado la posibilidad de que el gobierno esté vinculado con el narcotráfico, a raíz del caso Marset. ¿En qué medida cree que el financiamiento de la política y la penetración del narcotráfico en Uruguay influyen en la institucionalidad del país?

-No me cabe la menor duda. El financiamiento de la política y el avance del narcotráfico son factores separados, aunque perfectamente puede haber puentes entre ellos. La mayor deficiencia del funcionamiento democrático uruguayo hoy en día es el financiamiento de la política, porque en cierto sentido erosiona el proceso político y puede generar suspicacias en la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Por lo tanto, esta opacidad que genera no saber de dónde vienen los fondos, también abre la puerta a suspicacias de corrupción y ciertamente abre la puerta a donantes que son ilegales. Quiero creer que la enorme mayoría de quienes financian la política en Uruguay son personas que confían en los actores políticos, pero tampoco soy ingenuo. Esta dinámica difusa puede abrir la posibilidad de que haya donantes que aportan grandes sumas de dinero de forma ilegal y que de cierta forma pueda generar un problema en la rendición de cuentas y en la forma en que los propios legisladores y los partidos hacen el trabajo de canalizar las demandas de los ciudadanos. Esto en algunos países sucede y se instalan las narco bancadas, con grupos de legisladores que están financiados con dinero del narcotráfico. Me llamaría poderosamente la atención que esto ocurriera en Uruguay, pero ciertamente genera un manto de suspicacia, que posiblemente sea el más importante que hay en el funcionamiento político del país. En otros ámbitos se han logrado equilibrios razonablemente amplios y fuertes y en todos los temas han existido acuerdos y equilibrios, salvo en este problema, donde no dudo en decir que es el gran debe de la democracia uruguaya.

-¿Cómo ves la autonomía de Uruguay en cuanto a los principales actores a nivel mundial, principalmente teniendo en cuenta las votaciones a nivel de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que suelen reflejar estos aspectos?

-En términos generales, Uruguay goza de una reputación que es más importante que su tamaño e influencia real en el mundo y creo que la ha mantenido razonablemente bien y ha jugado un rol que es lo único certero que le queda a un país pequeño y débil como lo es. Uruguay podría tener un rol mucho más central en la política internacional, apelando a su reputación. Es el país que históricamente ha contribuido con más cascos azules en la ONU, que constantemente se ha atendido a estar del lado de las democracias y que podría aprovechar más su situación de relativa tranquilidad en un continente movilizado. En términos económicos, después de la crisis de 2002 logró desmarcarse de la atadura de Brasil y Argentina, a pesar de que tiene un intercambio importante con estos países, pero ha diversificado sus mercados y creo que debería abrirse más a otros países. Uruguay podría tener un rol más crucial, particularmente al estar aliado con el mundo democrático.


La constitución vigente “por un buen tiempo” no será un tema importante en la agenda política chilena

-¿Qué reflexión le merece lo acontecido en Chile con el reciente rechazo a la reforma constitucional?

-Chile volvió al mismo punto y la sociedad está hastiada de todo esto, más aún después de ver estos fracasos importantes, lo que lleva a que la gente esté mucho menos polarizada de lo que las élites están y eso lleva a que las masas sean más centristas. El año pasado el país tuvo un borrador constitucional muy sesgado hacia la izquierda, después de la convención y el estallido, y ciertamente no movilizó a nadie y fue un golpe duro para el propio gobierno. Esto se trata de acción y reacción, e hizo que el consejo institucional escogido a principios de 2023 tuviese un sabor de derecha. En conclusión, creo que la constitución vigente, para algunos llamada la constitución de Pinochet, por un buen tiempo no será un tema importante en la agenda política chilena.


“Me costaría imaginar una situación en Uruguay con un líder extremadamente popular que apele a las herramientas populistas”

-El caso Trump, Bolsonaro y Milei han sido fenómenos resonados en la región, dado que responden a una ideología de extrema derecha y utilizaron las redes sociales para difundir su campaña y ganar las elecciones. ¿Ve factible que sea algo que ocurra en Uruguay?

-En Uruguay me cuesta imaginarlo por los fuertes equilibrios que hay en el funcionamiento político. Sobre la inclusión de candidatos extremistas, creo que el caso Milei es levemente diferente al caso Bolsonaro o Trump, que apelaron fuertemente a políticas nativistas y poco globalistas, pero sí comparten aspectos como la utilización de las redes sociales y las fake news. Me costaría imaginar una situación en Uruguay con un líder extremadamente popular que apele a las herramientas populistas y que utilice el andamiaje tecnológico para avanzar en su agenda, porque en Uruguay hay buenos y sólidos partidos políticos, que destilarían a estos líderes. Pueden existir casos de políticos que tanto de un lado como del otro puedan apelar a algunos de estos sentimientos nacionalistas o nativistas, pero lo encontraría como algo sumamente extraño, porque el sistema político funciona razonablemente bien. De todas formas, esto no significa que Uruguay esté inmunizado, pero sí creo que las dinámicas existentes son una gran vacuna que sirve para controlar los primeros brotes que puedan surgir.