El exjefe de observadores militares en Cachemira, Gral. (R) Jose Alcaín, junto al analista internacional y Capitán de Navío (R), Ricardo Barboza, compartieron con CRÓNICAS una interpretación sobre lo que está detrás de un conflicto que mantiene en vilo al escenario geopolítico desde hace décadas entre países que poseen ojivas nucleares.
Por Jerónimo López
En febrero de 2019, cuando un atacante suicida estrelló un coche bomba contra un convoy de la Fuerza de Policía de Reserva Central india en una zona cercana a la ciudad de Srinagar, el Gral. José Alcaín no llevaba “ni un año” siendo parte del Grupo de Observadores Militares de las Naciones Unidas en India y Pakistán (Unmogip). Murieron más de 40 personas y “en su momento el ataque se vinculó a ISIS y Al-Qaeda”, hasta que el grupo islamista Jaish-e-Mohammed reivindicó el hecho.
En abril de 2025, cuando un grupo armado abrió fuego contra turistas en el valle de Pahalgam, Alcaín ya estaba en Uruguay, llevaba cuatro años en retiro y había sido condecorado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) fruto de su actuación como jefe de Misión y Observadores de Unmogip tras cumplir esa función por más de cuatro años, el período más extenso a nivel local, desde 2018 a 2022. Murieron 26 personas y la guerrilla islamista conocida como Frente de Resistencia se adjudicó el atentado.
Ambos episodios ocurrieron en la región de Cachemira controlada por India, y son síntomas de un conflicto histórico entre India y Pakistán por la división territorial que trazó el Imperio Británico al replegarse. Según un extenso informe del Barcelona Centre for International Affairs (Cidob), la fricción comenzó cuando en 1947 ambos países obtuvieron su soberanía y el marajá del Principado de Cachemira, Hari Singh, debía decidir a qué nación anexar “un territorio de mayoría musulmana, pero gobernado por un hindú y con frontera con ambos países”.
La decisión del gobernante de incorporarse a la India desencadenó la primera guerra entre ambas naciones, pero a lo largo de los años hubo otras tres, además de un enfrentamiento entre la India y China. Hoy en día, afirma el Cidob, “Pakistán administra la región de Gilgit-Baltistán y lo que llama la Cachemira Libre (Azad Kashmir); India administra los estados de Yammu y Cachemira (Y&C) y Ladakh; y China, el tercero en discordia, gestiona Aksai Chin y el Valle de Shaksgam”. Los tres países cuentan con reclamaciones sobre la totalidad del territorio y frecuentemente la zona es escenario de pequeñas escaramuzas, breves escaladas de violencia y atentados terroristas.
Los hechos muestran claras similitudes: tanto en el pasado como en la actualidad, los ataques fueron realizados por grupos religiosos radicalizados e implicaron represalias por parte de la India que llegaron en forma de incursiones territoriales. Alcaín recuerda que en respuesta al ataque de Pulwama “India atacó por vía aérea presuntos centros de entrenamiento para terroristas” en territorio de Pakistán, que derivaron “en combates aéreos con derribo de aviones; cazas F-16 de origen americano del lado pakistaní y aviones rusos MIG-21 en el lado hindú”.
Esta vez, si bien a través de la presunta y aún cuestionada mediación del presidente norteamericano Donald Trump se firmó un alto al fuego a las dos semanas de una nueva escalada siguiendo el atentado de abril, 14 días fueron suficientes para que se produjera un intercambio de disparos y de artillería durante varias jornadas consecutivas; para que se cancelaran vuelos y se clausurara el espacio aéreo en ambos países; y para que se tomaran medidas de orden diplomático. También fueron suficientes 14 días para que India suspendiera su participación en el Tratado de Aguas del Indo firmado en 1960, una medida sin precedentes, y para que bombardeara al menos nueve presuntas bases terroristas en la “Operación Sindoor”, creando una estela de al menos ocho muertos y 35 heridos, según Islamabad.
Aunque la tensión existe desde 1947, la Unmogip inició dos años después, originalmente como Comisión de las Naciones Unidas para la India y el Pakistán (Cnuip). Uruguay se vinculó en 1952 y fue la primera misión de la que participó el Ejército Nacional. Según Alcaín, el observador militar “está desarmado, observa y reporta, no puede opinar, debe ser completamente objetivo”.
Según información oficial de la ONU, en julio de 1972 India y Pakistán firmaron un acuerdo que definía una línea de control en Cachemira -una frontera de hecho- y que seguía el mismo curso que la línea de alto al fuego establecida por su precursor, el Acuerdo de Karachi de 1949. Sin embargo, ante este nuevo tratado, India consideró que las funciones de la misión de la ONU habían expirado, adoptando “política de no reconocimiento” hacia la misma. Alcaín trabajó en esa coyuntura y agregó que, en ese contexto, “Pakistán daba su apoyo y teníamos libertad de movimiento, pero del lado hindú teníamos solamente estaciones de observación, no se podía patrullar y no requerían de nosotros ningún tipo de investigación”.
Sucesivas guerras después, con pequeñas escaramuzas, tensiones y atentados de por medio, tanto Alcaín como Barboza afirmaron a CRÓNICAS que la disputa tiene intrincados motivos de fondo que la complejizan y, en suma, no parece tener una solución a corto plazo. El foco de tensión acumula miles de muertos y heridos a lo largo de casi ocho décadas.
Interpretar el caos y sus causas
Primeramente, la hostilidad en clave cíclica se vincula a tiempos coloniales.
Cachemira es “un orgullo nacional para ambos países” y, según narra Alcaín, esa conclusión formó parte del informe de fin de misión que presentó al secretario general de la ONU, António Guterres: “El problema va más allá de lo militar, de lo político y de lo geopolítico; se vincula al orgullo nacional y a la filosofía de ambos países, que cargan el legado de haber sido colonias británicas durante mucho tiempo” y, por lo tanto, reclaman el territorio como propio.
El analista geopolítico y Capitán de Navío (R), Ricardo Barboza, complementó la idea anterior. En su lectura, Cachemira es “una zona de fractura o de fricción, el punto de encuentro entre dos civilizaciones: el mundo musulmán y el mundo hindú”.
Como segundo factor de relevancia, Alcaín aseguró que el conflicto es también un propulsor del ámbito militar, no solo en vínculo con el estímulo de la industria dedicada a la guerra sino también -y más importante- de su supremacía frente al poder político. “Allí las fuerzas armadas dominan todo, y el director nacional de Operaciones (DGMO, por sus siglas en inglés) de cada país -un rol que en Uruguay no existe- a veces habla por encima de los primeros ministros y de la diplomacia. El mayor poder lo tienen los ejércitos, que controlan y moldean al poder político”, dijo. En el mismo sentido, Cachemira se presenta como una excusa para mantener ese poderío y tener una causa sobre la cual adquirir y emplear el armamento.
“El conflicto da la razón para tener poder militar, y a la vez el poder militar da la posibilidad de controlar al poder político”, resumió. De hecho, Vikram Misri, secretario de Relaciones Exteriores de India, desmintió que Estados Unidos tomase parte en la negociación por el último cese al fuego y afirmó que la decisión fue un acuerdo bilateral en una conversación directa entre los dos DGMO.
Finalmente, la riña también permite que ambos países refuercen constantemente su armamento y capacidades instrumentales, siendo Cachemira una de las fronteras más militarizadas en el planeta. “Los hindúes tienen una sexta parte de Uruguay desplegada en Cachemira: 500000 efectivos; y hay 200000 en el lado pakistaní. Además, poseen todos los medios militares que se te puedan ocurrir y es impresionante el equipamiento y lo profesional de los contingentes”, aseguró el general del ejército uruguayo.
“En la ciudad hindú de Srinagar, donde está el cuartel general de la misión, cada 50 metros había dos efectivos militares permanentes en cada una de las calles. Había que andar esquivándolos”, recordó.
Solucionar o escalar
“Para Pakistán es imposible invadir India porque lo sobrepasan en número, lo superan cinco a uno en capacidad”, dijo Barboza. En ese sentido, “la creación de la bomba atómica de los pakistaníes es una decisión estratégica de disuasión para que no los invadan” dada esta diferencia de capacidades, y hoy en día ambos países son potencias nucleares.
Según el Center for Arms Control and Non-Proliferation, India tiene aproximadamente 164 ojivas nucleares y capacidad para lanzarlas desde tierra, mar y aire, mientras Pakistán cuenta con 170 ojivas y “continúa expandiendo y modernizando su arsenal nuclear gradualmente”. “El desarrollo del arma atómica para Pakistán es el principal efecto del arma atómica desde que existe: la disuasión”, dijo Barboza.
Según el informe The Military Balance de 2024 al que accedió CRÓNICAS, India es el segundo país con más gasto en defensa en Asia, después de China. Tiene 1,4 millones de militares activos frente a los 660000 de Pakistán, además de superar ampliamente a su vecino en las capacidades instrumentales de su fuerza aérea. A lo anterior, Barboza sumó “portaaviones, submarinos nucleares rusos y satélites, por lo que, en definitiva, es una potencia en la región media-alta”.
Sobre la posibilidad de una escalada, Barboza se mostró escéptico y evaluó que esta escaramuza “es más de lo mismo”, en el entendido de que India necesita demostrar solidez geopolítica: “Si la India no es fuerte contra Pakistán, ¿cómo va a ser fuerte contra China? Necesita serlo para frenar la expansión china hacia el Océano Índico, necesario para controlar la ruta de la seda”, dijo.
Este desequilibrio obliga a pensar en otras soluciones. La paz, que parece lejana, no deja de ser una posibilidad: “El acuerdo cierra esta etapa, pero no el problema, aunque dudo que se repita rápidamente porque ambos tienen problemas mayores. Estos ataques no los decide el gobierno pakistaní, pero se queda envuelto, y lo mismo le ocurre al gobierno hindú porque debe responder o su credibilidad baja”.
Las soluciones son tres: “O le das la independencia a Cachemira y no sabés qué pasa, porque la mitad es hindú y la mitad es pakistaní; o alguno de los dos países la gobierna en su totalidad”.
Lo mismo con algunas diferencias y un dejo de positividad, evaluó Alcaín, en una suerte de réplica del briefing que entregó a autoridades de la ONU: “La solución es la misma que le dije al secretario general en persona; ahora que la India ya anexó su parte, que Pakistán anexe la suya, renuncié a la hindú y lo que hoy es línea de control pase a ser frontera seca. Ahí las familias se van a volver a reunir, el comercio va a ser mucho más fluido y Cachemira volverá a la normalidad”, finalizó.