Hamlet Suárez: “Uruguay tuvo un talón de Aquiles muy fuerte que fue la frontera seca con Brasil”

Hamlet Suárez, coordinador del equipo de especialistas del GACH


La invasión de nuevas cepas como la P1, proveniente de Brasil, ha significado un importante aumento en la transmisión del nuevo coronavirus en la población uruguaya. Si a esto se le suma el “aflojamiento general” que ha habido por parte de la sociedad, el contexto se agrava aún más, indicó el coordinador de los especialistas del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH) y médico otorrinolaringólogo entrevistado por CRÓNICAS. En tanto, alertó por las consecuencias que ya empezaron a verse en la salud por la falta de consultas presenciales.

Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo

-¿Cómo definiría la situación actual de la pandemia?

-Complicada, por tres razones. La primera es el nivel de contagiosidad que estamos teniendo, con índices de positividad del 20%. En segundo lugar, el estrés del sistema sanitario, sobre todo, de los cuidados intensivos. Por último, la mortalidad. Esos tres indicadores están en un pico muy alto; son situaciones de pérdida de control.

En realidad, el control de una pandemia se da cuando la positividad está por debajo del 10%, que fue lo que nosotros cursamos todo el año pasado. Pese a que la cantidad de tests ha bajado en los últimos días, la positividad sigue igual; eso implica que la situación no se atenuó, por más que algunos días pueda haber menos casos nuevos.

Hay algunos datos que se contraponen, como un muy buen porcentaje de vacunación, aunque todavía no ha mostrado impacto, porque el número (de vacunados) no justifica que lo haya. Otro indicador positivo es el descenso de casos en el personal de la salud, que es el que está en proceso de vacunación hace más tiempo. Ambas cosas van mostrando que puede haber una salida. También hay cierta meseta en el nivel de casos, pero eso hay que ponerlo entre comillas para ver el valor que tiene, es decir, si es algo estable o no.

-¿A qué atribuye esa pérdida de control que mencionaba?

-Desde octubre se empezó a ver una aceleración de la tasa de contagios vinculada a fenómenos comportamentales de la sociedad, a la interacción social y la disminución de las medidas no farmacológicas. A fines de noviembre se disparó, y antes de las fiestas se establecieron algunas disposiciones de restricción y hubo cierto descenso. Sin embargo, con el reinicio de la actividad escolar y un aflojamiento general de la situación, la cantidad de contagios se hizo progresivamente mayor. Por lo tanto, llegamos a una situación de impacto y en abril tuvimos un gran número de contagiados y de muertos.

-“Un aflojamiento de las medidas de restricción existentes corren riesgo de agravar aún más el nivel de situación”, advirtió el GACH en su último informe, presentado a fines de abril. ¿Qué se debe hacer para evitarlo?

-Lo fundamental es el mantenimiento irrestricto de los cuidados. Hubo muchos trastornos en la interacción social, se han visto fiestas, reuniones sin las protecciones adecuadas, y todo eso va sumando. Cuando el comportamiento general de la sociedad tiene un afloje, eso impacta en la progresión del contagio.

¿Qué se puede hacer? Retomar la concientización. El gobierno tiene una posición que es la libertad y estamos todos de acuerdo en lo que se debe hacer. Hay otros que piensan que hay que restringir mucho más la actividad social –como los bares, la noche-.

De todas formas, no hay un modelo exacto que se haya hecho en el mundo y que haya sido demasiado exitoso, salvo las islas como Australia o Nueva Zelanda, donde no hay fronteras de contacto. Uruguay tuvo un talón de Aquiles muy fuerte que fue la frontera seca con Brasil, con una invasión de nuevas cepas como la P1, que ha significado una variación en la capacidad de contagios.

“No es difícil de advertir que se empezó a ver la entrada a CTI y la muerte de personas jóvenes” por covid-19.

-¿Cuán preocupante es la transmisión de esa variante?

-Es muy preocupante porque ha mostrado una capacidad de aceleración de los casos y una agresión a perfiles etarios más jóvenes. No es difícil de advertir que se empezó a ver la entrada a CTI y la muerte de personas jóvenes. Entonces, la virtud que hay en este momento es un buen proceso de vacunación, pero se llegó a un nivel de contagios que es muy descontrolado, muy grande. Lo ideal es que en este mes de mayo pueda descender esa curva, para que la cantidad de gente vacunada empiece a mostrar resultados.

-¿Considera oportuna la vuelta a clases en esta etapa, teniendo en cuenta que la cantidad de contagios y de muertos por día es bastante mayor que cuando se definió el cierre de los centros educativos?

-La presencialidad tiene un componente que no es recuperable, sobre todo, en los más pequeños. O sea, en la enseñanza primaria y preescolar la virtualidad no tiene prácticamente ningún efecto o es muy bajo. Es por esto que hay un consenso general de que lo último que hay que cerrar son las escuelas; hay que tratar de reabrirlas.

Hay una ventaja que es el gran porcentaje de docentes de primaria con las dos dosis de vacunación y la inmunidad, entonces, eso cambia los protocolos, la interacción en las escuelas, y va a suavizar mucho.

Por el contrario, en los liceos todavía se puede mantener la virtualidad y, en la medida en que haya un descenso de la positividad, se puede empezar a volver a la presencialidad. En ese aspecto hay que tratar de priorizar lo educacional y restringir la parte de actividad física e interacción social entre grupos hasta que esto esté bajo un control total.

“El gobierno apeló a la libertad responsable y hubo gente que no respetó eso”.

-El epidemiólogo, ginecólogo e integrante del GACH, Claudio Sosa, advirtió a CRÓNICAS que la pandemia ya está repercutiendo en otras enfermedades debido a la falta de controles. ¿Qué puede comentar al respecto?

-La no presencialidad ha repercutido en la asistencia de enfermedades no transmisibles, de las que se muere la mayoría de las personas, como las cardiovasculares, el cáncer. En el mundo se vio. Hay estimaciones de que aumentará la muerte por cáncer porque la gente está consultando cuando la evolución es muy grande y eso hace que la eficacia en el tratamiento sea menor, entonces, dentro de cuatro o cinco años, de cáncer de mama, de colon, de pulmón, van a morir más individuos.

Uruguay tuvo una tasa de no control en algunos casos, como del Papanicolaou, de 80% en el sector público, por lo tanto, hay mujeres que están cursando lesiones sin saberlo, algunas ya cancerosas y otras precancerosas. Eso no se va a ver hoy ni mañana, sino en evoluciones no deseadas de procesos que se podían haber controlado.

Así se ve, por ejemplo, en la realización de trasplantes renales, el control de enfermedades crónicas, la presentación en cirugía y en medicina de cuadros complicados no usuales, porque la gente teme controlarse y va cuando la situación es emergente. Esto implica que los resultados sean peores, que la entrada a CTI sea mayor, y eso estresa más el sistema.

-Por otro lado, ¿qué impactos se están viendo en los pacientes que tuvieron covid-19?

-Hay enfermedades o problemas de salud vinculados a la propia infección del virus. Hay algunos que son inespecíficos, como cefaleas, fatigas, adinamia, cansancio, depresión, trastornos del sueño. Esas cosas, en algunos pacientes, sobre todo los que tuvieron infecciones más graves, se están registrando en otros países, y se ha visto que persisten de cuatro a seis meses y no se sabe si alguna de ellas queda o no como síntoma estable. También están los efectos psicológicos.

A su vez, hay enfermedades que el propio covid-19 desencadena y quedan de manera crónica y con riesgo de vida. Hay una en especial que se llama neumonitis crónica poscovid, que es la afección del pulmón que lo lleva a la fibrosis y a la insuficiencia respiratoria, y es muy grave. Es probable que pacientes que queden con este problema a la larga tengan que hacerse un trasplante pulmonar, si la edad les da, cosa que es muy compleja.


Vacunas, movilidad y “estrés” del sistema sanitario

-¿Se podría decir que las expectativas están puestas en la vacunación? ¿Es la salida definitiva de la pandemia?

-La vacunación es lo único con lo cual en el mundo se ha mostrado que empieza a controlarse (la pandemia), como es el caso de Israel. Las evidencias científicas indican que ese país, con un porcentaje de vacunación de poco más del 50% de la población, está controlando la situación: el número de casos y de muertos está desapareciendo y la contagiosidad es bajísima. Seguramente, en la medida que distintos lugares del mundo lleguen a este nivel de control, empiece a generase el fin del proceso pandémico.

-¿Cree que se debería reducir la movilidad, que es un tema en constante debate?

-La importancia de reducir la movilidad es clarísima para controlar, entonces, ahí hay dos posturas: reducirla en forma coercitiva, que tiene sus complicaciones legales, o apelar a lo que el gobierno denominó “la libertad responsable”; hubo gente que no respetó eso.

Bajar la movilidad es necesario y se bajó, ahora, por la Semana de Turismo hubo una elevación, lo que implicó un aumento de la contagiosidad. Estamos en un momento de meseta y ojalá que con la vacunación y las medidas restrictivas comience a haber signos de descenso, como sucedió con el personal de salud.

-¿El sistema sanitario está en riesgo de colapso o está lejos de llegar a esa situación?

-El sistema está con mucho estrés, eso genera impacto en el personal y hay asimetrías en los lugares. Por ejemplo, hay CTI que tienen ocupación de 80% y eso quiere decir que tienen una cama libre, como sucede en algunas zonas del Interior. Se ha hecho una buena coordinación entre el sector público y privado, pero si hay un aumento de los casos graves, hay que ver si es posible soportarlo.