“Hay una propuesta educativa que tendremos que adaptar a las necesidades de la industria y de las nuevas generaciones”

ÁLVARO LAMÉ, PRESIDENTE DE LA CÁMARA URUGUAYA DE TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN (CUTI)


Asumió la presidencia de la Cámara a mediados de año. Fundador y CEO de Netgate, fundador y director de Epistele.com, y cofundador de eXpand, ya encabezó la organización entre 2009 y 2012. Bajo su gestión pretende impulsar un ecosistema tecnológico innovador que brinde oportunidades de crecimiento a la industria y sus actores en base a pilares como impulso al talento, desarrollo empresarial, innovación, financiamiento y relacionamiento con el gobierno. Reconoce que aunque es un sector pujante, la falta de recursos humanos está afectando su evolución. Remarca la pretensión de la Cámara en ser tenida en cuenta por parte del gobierno a la hora de armar los planes que involucren a las TICs. “A través de la innovación y tecnología se puede mejorar la gestión y aumentar la eficiencia”, reflexiona.

Por Oscar Cestau | @OCestau

-¿Qué objetivos se marcó para impulsar bajo su presidencia?

-Nosotros trabajamos sobre una propuesta de programa, que en realidad compartimos con todos los socios de la Cámara. La idea fue que todos participaran para mejorar y enriquecer el plan. Hay cosas que sí tenemos claras. Por ejemplo, hace muchos años que el sector tiene problemas con los recursos humanos, principalmente porque tenemos desocupación cero desde hace muchos años. Nuestro sector se desarrolla y crece a partir del recurso humano, de las personas, de gente formada en distintos niveles; no tenemos otro insumo.

Vendemos inteligencia, innovación y tenemos la posibilidad de crecer sin límites porque no se trata de una producción tradicional. Además, es un sector donde la gente está bien paga; de hecho, la situación de falta de recursos humanos ha encarecido el negocio. Entonces, en este caso, el desempleo cero nos juega en contra.

Esta es una industria interesante, sobre todo para los jóvenes. Antes solo hacíamos sistemas de facturación o contabilidad, y era un aburrimiento; hoy la cabeza está puesta en muchas otras cosas, más afín a lo que les gusta a los gurises. Además, es un sector con ingresos destacados y un nivel de educación muy bueno, a diferencia de otros.

Por supuesto, los ingenieros están en el escalón más alto de la cadena de producción, pero después hay programadores y gente con otras especializaciones que son funcionales para entender los modelos, los negocios, para que estamos trabajando, qué tipo de cosas estamos solucionando. Acá, repito, no vas a encontrar gente sin formación; en algún lado aprendió a programar, a realizar análisis.

-¿Cómo es el presente de la gente que se vuelca a estudiar carreras tecnológicas?

-Puede que haya crecido algo, aunque también sale muy poca. Entra bastante gente, pero muy poca sale recibida, es decir, no termina. Ahí pueden ser dos los problemas. Uno que está identificado y es que las empresas sacamos a los estudiantes antes que se reciban dada la demanda y la necesidad de recursos humanos.

“Vendemos inteligencia, innovación y tenemos la posibilidad de crecer sin límites porque no se trata de una producción tradicional”

Las empresas buscamos gente, y esa gente también quiere trabajar. Y a la vez que es una industria que paga bien, también sigue capacitando, porque vos te seguís formando dentro de la empresa. Lo que aprendiste en facultad es el 30 por ciento de los que vas a precisar después de tres o cuatro años trabajando. Entonces, lo que termina pasando es que mucha gente no vuelve. A su vez, hay otro tanto de gente que abandona, y ahí  tendremos que averiguar las razones.

-¿Qué pasa con la propuesta educativa?

-Hay una propuesta educativa que tendremos que modernizar y adaptar a las necesidades de la industria y de las nuevas generaciones. La verdad es que para ser programador no tenés que hacer la carrera de ingeniería, hay mucha gente que hace ingeniería y termina programando; para ser programador podés hacer la tecnicatura de UTU. Hay que ordenarnos un poco con eso y asesorar bien a los gurises, mostrarles lo que es la industria, su atractivo, como paga, el tipo de trabajo.

Nicolás Jodal dice, con razón, que hay que darles un lugar para que los artistas se expresen. Porque acá no se trata de escritorios como en otra actividad, sino que es más un taller de expresión, porque un programador está creando. Tenemos que salir a buscar a los jóvenes y motivarlos para que vengan. Hay que hacer un trabajo muy consecuente con eso. A veces hacemos una o dos actividades pensando que con eso alcanza, y no es así. Lo que sí sabemos es que precisamos mucho más gente formándose. Desde la CUTI vamos a generar iniciativas para promoverlo.

-¿El plan Ceibal es una puerta de entrada?

-La verdad es que no sé lo que en ese sentido aporta el Plan Ceibal. Tenemos pendiente sentarnos a conversar. Un poco lo que pretende la CUTI es identificar dónde tenemos los problemas, dónde podemos actuar con poca cosa y dónde podemos hacerlo con otra demanda de recursos.

Yo creo que tenemos que crear en el ADN de los gurises ese gusto por programar e innovar. Por el lado lúdico, pienso, hay para crecer. Claro que hay que invertir; es necesario trabajar con los gurises, con los especialistas, pero es una tarea que hay que hacer porque, de lo contrario, el sector no va a crecer. Y sería una pena porque, si formamos gente, es la única industria que no tiene límites.

“Yo creo que tenemos que crear en el ADN de los gurises ese gusto por programar e innovar”

-En ese plan que armó para su gestión, además de la innovación, hace referencia también al desarrollo comercial y la búsqueda de fuentes de financiamiento. ¿De qué se trata esto último?

-El desarrollo comercial e internacionalización tiene que ver con apoyar a las empresas socias en su camino a poder exportar sus productos y, obviamente, a otras –las más pequeñas-, acompañarlas en su desarrollo comercial localmente. La ayuda puede ser en conocimiento, en ayuda para la gestión, en redes, en contactos. Pero también podemos apoyar la  formación de empresarios, aunque hay más de una teoría en eso, porque esta es una industria donde la mayoría de los dueños de las empresas son técnicos. Entonces, la disyuntiva está en si tenés que formar al técnico para que sea empresario o dejar que el técnico siga siendo técnico y que al lado tenga empresarios. No hay una receta.

-El otro punto que hace hincapié ese plan de gestión es el relacionamiento con el gobierno. ¿A qué apunta? ¿Cuál es su idea al respecto?

-Todas las industrias de TICs en el mundo que han crecido mucho, lo han hecho porque los gobiernos pusieron foco en eso. Uruguay, probablemente, sea una excepción, porque creció más que nada porque se juntó una generación muy buena de profesionales. También porque se dieron algunas situaciones de crisis en Argentina y al cerrarse ese que era nuestro principal mercado, nos obligó a mirar hacia otras zonas del mundo.

Hoy tenemos empresas vendiendo en más de 50 países. La verdad es que la industria ha llegado a un nivel donde hay que sacarse el sombrero. Pero volviendo al papel del Estado, justamente hoy no creo que estemos en una situación de pedirle mucho. Sí creemos que hay cosas que no son de inversión sino, de repente, de concesión.

Hay una oportunidad y una necesidad muy grande en empresas de otros sectores para que incorporen tecnología, porque aún están muy atrasadas en innovación y tecnología. A través de la innovación y tecnología se puede mejorar la gestión y aumentar la eficiencia. A veces cuesta un poco porque son inversiones, pero ahí lo que queremos es tener un beneficio fiscal para las empresas que inviertan en software. Y así como se dio para la facturación electrónica, también hacerlo con las TICs.

lame3Por el lado de las concesiones, otro tema es tratar de desarrollar un poco más el capital para los nuevos emprendimientos; que si la inversión originalmente fracasa, después –de alguna forma- lo pueda recuperar o descontar sin tener que pedirle plata al gobierno. Después tenemos que trabajar en otros aspectos.

En el tema de la educación nos tiene que ayudar el MEC, el Inefop. El Inefop tiene mucha plata, entonces uno piensa que tendría que gastar, porque si está pensado para formar gente, hay que invertir. No puede ser que en eso no estemos gastando. Es una institución pública que tenemos en Uruguay para formar a los trabajadores y es a la única que le sobra plata;  es de locos. En ningún otro lugar hay plata y ahí hay como 60 millones de dólares. No quiero criticar pero, en definitiva, ahí tenemos un espacio con recursos para formar gente. Queremos que se usen esos recursos pero, sobre todas las cosas, pretendemos el involucramiento de todos los actores: agencias, ministerios, el MEC, Relaciones Exteriores…  Lo que más queremos de ellos es que nos apoyen y nos brinden su confianza.

Somos una Cámara madura, reconocida, profesional, entonces si nosotros queremos salir a pedirle fondos a algún organismo internacional para desarrollarnos aún más, que nos apoyen en eso. Lo que queremos es que se haga foco en esta  industria para que crezca y genere recursos humanos.

-¿Qué números muestran la relevancia de esta industria?

-Se exportan cerca de 300 millones de dólares; ese es un dato de 2014. Le da trabajo a entre 12.000 y 14.000 personas en forma directa. La Cámara reúne a 350 empresas socias, y en total estaremos en 480 a 500 empresas. Y estamos llegando con nuestros productos a 50 países.

-¿Cómo estamos en materia de legislación?

-Estamos mal. Y en ese sentido, bienvenido Uber, porque nos abrió los ojos en algunas cosas. Recién nos empezamos a dar cuenta que hay que legislar con una mirada más moderna de las cosas que pasan. De aquí para adelante hay que pensar. Negarse a ver las cosas que pasan es ridículo. No podemos salir a legislar porque hay un modelo de negocio, que es el taxi, que se ve amenazado por Uber. Le estamos errando.

“El Inefop tiene mucha plata, entonces uno piensa que tendría que gastar, porque si está pensado para formar gente, hay que invertir”

Larga vida al taxi, pero va a tener que cambiar su gestión y modelo de negocio. Te subís a un taxi y hace calor, no siempre está limpio, tenés la mampara con el riesgo de romperte la cara si pasa algo, muchas veces con un tipo malhumorado que va manejando… porque en los taxis te encontrás con todo eso. Hay que cambiar, y la legislación lo que tiene que hacer es que Uber y sus choferes paguen lo que tienen que pagar, nada más. El error es focalizarse en cómo protejo el negocio que ya está.

La tecnología, normalmente, siempre viene acompañada con algún factor de disrupción. Ataca lo que hay, y crea nuevo. Y si eso sucede y se puede hacer, es porque el consumidor lo acepta. Porque si el consumidor no lo aceptara, esto no pasaría. ¿Qué vas a regular? La gente lo quiere, está contentísima con el servicio. ¿Lo vas a prohibir cuando es mucho más cómodo y eficiente y sale más barato? Lo que no se puede permitir es que no pague, pero es una locura prohibir.

En algún momento te van a venir los autos sin chofer… ¿Cómo se va a legislar? ¿Qué va a hacer el transporte? Ni siquiera voy a tener auto propio, sino que lo voy a compartir. Necesito un auto para mañana a las 9 de la mañana y lo tengo en la puerta de casa, y todo a través del celular. ¿Cuántos tipos de trabajo se van a destruir?

Pero también miremos para atrás: ¿cuántos se destruyeron? Desde antes de la revolución industrial se fue transformando el modelo con la aparición de los primeros cultivos; Después vino la revolución industrial, y ahora la tecnología. La transformación es continua. ¿Nos vamos a quejar porque cambió el modelo del taxi? Es evolución. ¿Vas a dejar ahora los celulares donde tenés ahí toda la tecnología, la información y, en definitiva, el poder? Por supuesto que no.

Hay que legislar hacia adelante mirando los temas con otra cabeza. Lo que vos legislás hoy, por cobrar al grito, ya mañana es una legislación vieja. A mí la tecnología me encanta y creo que al ser humano le da herramientas para su desarrollo. Pero hay que legislar, incluso, pensando en hacer cosas que hoy no se pueden hacer.

“Bienvenido Uber, porque nos abrió los ojos en algunas cosas. Recién nos empezamos a dar cuenta que hay que legislar con una mirada más moderna de las cosas que pasan”

En la Cámara, por suerte, hay gente que constantemente está tirando ideas, y en materia de innovación nosotros queremos salir a buscar empresas referentes, pero no para que vengan y se instalen con 500 personas, sino que tengan 15 o 20 investigadores en algún tema.

¿Qué pasa si nosotros legislamos para que acá se puedan probar estos autos sin chofer? ¿No vendrían tres o cuatro empresas a instalarse acá porque tienen una legislación? Porque en Estados Unidos no tienen legislación, son todos permisos especiales. ¿No podemos legislar en biotecnología para que se puedan hacer acá cosas que en otros lugares quizás aún no se puede porque la legislación es más complicada? Parte de la evolución es trabajar con estas innovaciones y pegarse al lado para ir regulando ese avance.

-Esta es una industria difícil de imaginar por la evolución constante de la tecnología, pero aún así, ¿cómo imagina a Uruguay posicionado en un par de décadas?

-Somos referentes a nivel regional porque en algún momento conquistamos posiciones y llegamos ahí, pero después las vamos perdiendo. Los demás también hacen cosas y nosotros, muchas veces, somos de dormirnos en los laureles; ese es un defecto que tenemos.

Corrigiendo los problemas de base que tenemos en la formación de recursos, podemos seguir avanzando. Si tenés una buena oferta de recursos humanos, una buena oferta educativa, hay empresas que te empiezan a mirar de otros lados. Si logramos influir ahí, damos un gran paso. Es una industria que va a ser agente de cambio en la industria tradicional, aportando tecnología e instrumentos para el desarrollo.


Una crisis que vino bien

-¿Qué hitos tiene el sector de las TICs en nuestro país?

-Básicamente, la creación del Inco, el Instituto de Computación dentro de la Facultad de Ingeniería. Ese fue un hito que permitió posicionar al Uruguay donde hoy está. Otro paso importante fue la creación de la CUTI. Un hecho que nos vino bien fue la crisis de principios del 2000, porque en materia de exportaciones la industria estaba muy focalizada en Argentina –el 80 por ciento de las exportaciones iban para allí-, y la crisis obligó a que las empresas miraran hacia otros mercados, y eso fue la puerta para hoy llegar a 50 mercados. Esa crisis, quizás, fue el gran hito de impulso que tuvo la industria. La pasamos mal, pero nos obligó a agudizar el ingenio.