Mientras la cosecha de soja avanza más allá del 60%, con un progreso del 6% o 7% por día, expertos y productores del agro anunciaron a CRÓNICAS un nuevo posible récord nacional no solo en la zafra que termina en otoño, sino también en el acumulado de la cosecha 2024-25, que toma en cuenta los cultivos de invierno (trigo, cebada y el complejo colza-carinata) más los cultivos de verano (soja, maíz, arroz y sorgo). Sin embargo, aún hay costes operativos y logísticos que afrontar.
Por Jerónimo López
Según expertos, la suma de la producción de estos siete cultivos de invierno y verano “rondaría las 10 millones de toneladas”, mientras que para la soja se prevé un rendimiento de “tres mil kilos por hectárea en 1.300.000 o 1.350.000 hectáreas plantadas”. El director general de UniCampo Uruguay, Esteban Hoffman, dijo a CRÓNICAS que esto encamina a Uruguay a “quitarle el primer puesto a la zafra 2016-2017 o como mínimo pelearle el segundo a la de 2018-19”.
Por otro lado, según la información que recogió la Encuesta Agrícola primavera-verano 2024/25 de la Oficina de Estadísticas Agropecuarias (DIEA) del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca (MGAP) el 5 de marzo, y que actualizó para este medio el gerente agropecuario de Casarone Agroindustrial, Daniel Gonnet, para el maíz se espera un rendimiento aproximado de 6.8 toneladas por hectárea en 262.000 hectáreas plantadas, para el sorgo cinco toneladas en 43.000, mientras que para el arroz 9.1 en 182.000 hectáreas.
Entre los cultivos de invierno “la superficie total sembrada se estimó en 759.007 hectáreas, un 24,6 % más que en la zafra del invierno anterior”, según el informe de la cartera. En el desglose se confirma que el trigo rindió 4.1 toneladas por hectárea en 356.000 hectáreas plantadas; la cebada 4.3 toneladas en 272.000, y la colza-carinata 1.6 en 103.000 hectáreas. La cartera actualizará la encuesta entre mayo y junio de este año con los resultados que deje el verano.
En lo que respecta a los precios, sin embargo, Gonnet advirtió que estamos “en un momento de valores relativamente bajos”. En su opinión, en el plano internacional “hay una volatilidad muy importante por la guerra arancelaria y comercial del mundo” junto a otros elementos geopolíticos que generan inseguridad, mientras que en lo regional “hay una producción muy alta de soja en el Mercosur”, lo cual afecta los precios negativamente por factores de oferta y demanda.
La noticia es nueva, pero no tanto. Hoffman afirmó que el hito ya se anunciaba en el “período crítico de la soja”, en febrero y marzo, y desde ese entonces los suelos uruguayos presentan “cultivos impresionantes, con el suelo lleno de agua”.
Los factores que posibilitan estas cifras de cosecha son múltiples. Sobre la soja y los cultivos de verano, UniCampo relevó tras varias giras por el país que “cuesta mucho andar para ver un cultivo con problemas” ya que la zafra es “buena, homogénea, y llama la atención lo parejo que está”, según Hoffman. Además, hay una baja proporción de cultivos sembrados fuera de fecha y acompañan muy buenas condiciones climáticas, con muchas más precipitaciones de lo previsto.
El docente universitario también hizo algunas puntualizaciones geográficas: por un lado afirmó que todo el territorio nacional presenta muy buenas condiciones, “salvo una pequeña zona comprendida entre el sur de Chapicuy y el norte de Paysandú, muy castigada por la seca de diciembre-enero y una zona de Colonia”. Por otro lado dijo que en general cuando la zona centro del país, que abarca los departamentos de Durazno, Flores y Florida -y sobre todo el corredor que va “desde Marincho hasta el norte de San José”- tiene buenos rendimientos, “tira la media nacional para arriba”.
“Esa zona hoy está muy bien porque tuvo un régimen de distribución de lluvias espectaculares, y como no pudo sembrar mucho cultivo de invierno, tiene una producción muy importante de soja de primera bien sembrada y bien nacida”, concluyó.
La clave del éxito
El gerente agropecuario de Casarone Agroindustrial, Daniel Gonnet, también ahondó en los factores que colaboraron para tener una buena cosecha. En ese sentido, dijo, se trata de circunstancias que se combinan entre sí, pero al mismo tiempo varían cultivo a cultivo.
Según el ejecutivo, uno de los grandes cambios tiene que ver con “un aumento del área plantada”, ya que en un margen de una década la cantidad de hectáreas dedicadas al maíz y la cebada se triplicó, la colza se cuadruplicó y la soja aumentó aproximadamente en un 15%.
Otro factor está relacionado a un mejoramiento genético superior al de zafras pasadas, que incide directamente en el rendimiento por hectárea, con privados que traen variedades nuevas constantemente en el marco de su competencia comercial y “un programa muy potente en el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) que va lanzando nuevos materiales, sobre todo de semillas de arroz, con mejoras en rendimiento y calidad acordes a lo que exige la industria”.
Hoffman realizó un señalamiento sobre lo anterior y dijo que, por la diferencia tan marcada en variedades genéticas entre la última zafra récord de 2016-17 y la actual, “deberíamos tener 200 kilos más de rendimiento solamente por efecto del material genético moderno” pero “como tenemos un sistema de agricultura continua en siembra directa que no rota con pastura, hoy las chacras son ocho años más viejas”. En ese sentido, puede pasar que “la edad de chacra disminuya la productividad de la misma y se trague esa ventaja, es decir, que ese incremento en la productividad de los nuevos cultivares sea la que tapa el agujero de disminución de la productividad”.
Finalmente, también colaboran en forma de motivaciones para los productores la inversión en facilidades logísticas, como carreteras, puertos y centros de acopio junto con un desarrollo comercial acorde que generan valor para algunos productos e incentivan su siembra.
A su turno, Gonnet advirtió que este verano “hubo una seca corta”, pero rápidamente se dieron lluvias oportunas que compensaron esa disminución. “Siempre hay algunas pérdidas, principalmente cultivos que no tienen riego, pero se pudieron compensar bien”, indicó.
Por su parte, Hoffman complementó lo anterior y dijo que algunos elementos han empeorado, como “los problemas con maleza, el gasto en herbicidas y sus efectos no deseados”, pero al mismo tiempo destacó un factor que le resulta clave: “Hoy hay una proporción muy importante de soja de segunda fertilizada como si fuera de primera, algo que hace ocho o 10 años atrás no pasaba en la misma proporción”.
Advertencias y desafíos
Gonnet puntualizó que Uruguay es caro en costes operativos y laborales, principalmente en relación a “un gasto en energía eléctrica demasiado elevado y también en combustibles”. Así, las zafras “han tenido un incremento principalmente traccionado por mejoras en variedades genéticas y procesos productivos”, que representa “la forma de enfrentar costos incrementales que quitan competitividad en el mercado internacional”.
“Tenemos que atender los costos de energía, logísticos, en combustibles, portuarios, el tipo de cambio… Diría que energía, dólar, logística e infraestructura son los principales aspectos a atender para generar valor”, reflexionó el técnico de Casarone Agroindustrial sobre los costes operacionales que enfrenta el productor.
“El ingreso económico va a ser un fuerte impacto para el país. Escuchamos al ministro Gabriel Oddonne, por ejemplo, hablar de tener un aumento en la tasa de crecimiento del PBI y creo que este año es una demostración fehaciente de que tenemos todo el potencial y las capacidades productivas y técnicas para dar esos saltos. Precisamos tener un ambiente, un ecosistema empresarial que nos permita maximizar ese potencial”, remarcó Gonnet.