El círculo vicioso del subdesarrollo

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Durante la segunda mitad del siglo XX los organismos internacionales han dedicado grandes recursos a promover el desarrollo. En algunos aspectos, su actuación ha tenido un efecto notable e indudable.  La atención sanitaria y la educación han mejorado en casi todas las regiones del mundo. La mortalidad infantil ha disminuido. La esperanza de vida de la población mundial es actualmente muy superior a cualquier otro momento de la historia. El proceso de rápido y sostenido crecimiento económico que han experimentado algunos países asiáticos y latinoamericanos en los veinte últimos años muestra claramente que existe la posibilidad de una salida para el subdesarrollo.

Pero la diferencia entre los pobres y los ricos sigue aumentando y sigue habiendo poblaciones sin mejoras perceptibles de su nivel de vida con respecto a los primeros agricultores de hace diez mil años ¿Por qué? ¿Qué podemos hacer para ayudarles?  ¿Qué o quiénes lo impiden?

De hecho, muchas regiones del planeta siguen encerradas en lo que se ha llamado el círculo vicioso del subdesarrollo: las condiciones sociales, económicas y políticas impiden su expansión cultural y económica.

Al analizar el sistema de funcionamiento de los PMD (Países Menos Desarrollados) podemos descubrir que en realidad no hay uno sino tres círculos viciosos el cultural, el demográfico y el económico conectados entre sí y que se realimentan (feed-back) mutuamente. La estabilidad del sistema se ve reforzado por la existencia de unas barreras que lo aíslan del exterior generando un efecto de enquistamiento.

-La falta de formación personal y la inadecuación de la cultura social impiden el desarrollo, y el subdesarrollo impide la diseminación de la cultura.

-El círculo vicioso demográfico: La alta natalidad y sobrepoblación produce miseria y la miseria impide el control de la natalidad.

-El círculo vicioso económico: Los bajos salarios determinan baja productividad laboral que impide el crecimiento de las rentas del trabajo.

Estos tres círculos viciosos están a su vez enlazados entre sí reforzándose mutuamente:

-Las familias numerosas no pueden educar a sus hijos y la incultura impide el control de la natalidad.

-La falta de formación reduce la productividad del trabajo y los salarios y las bajas rentas impiden invertir en cultura y educación.

-Los salarios bajos y la falta de protección social estimulan la natalidad como única garantía para la vejez.

Los canales de comunicación con el exterior que permitirían la ruptura del sistema mediante aportaciones culturales y de capital están cerrados por dos tipos de barreras:

-Barreras comerciales: Si los PMD se abren al comercio exterior su producción resulta poco competitiva, pero si se cierran no pueden aumentar su competitividad. (Este fue el freno al desarrollo estudiado más exhaustivamente por la teoría de la dependencia).

Barreras políticas: El subdesarrollo implica sociedades débiles que generan dictaduras nacionalistas y xenófobas que impiden las entradas culturales, tecnológicas y de capital procedentes del exterior.

La existencia de países desarrollados es la esperanza para los PMD. La riqueza cultural y tecnológica de estos países es a la vez el camino y la meta a conseguir. Nadie puede pretender que se repita en un país aislado el proceso de acumulación que ha necesitado milenios en los más avanzados. El círculo vicioso demográfico bloquea el desarrollo como consecuencia de la importancia de medidas sanitarias exteriores: hay que aceptar las formas de pensamiento y de comportamiento que limitan la natalidad. El círculo vicioso cultural hay que abrirlo permitiendo la movilidad de las ideas y las personas. El círculo vicioso económico hay que romperlo tratando de competir en la arena internacional por la captación de inversiones y en colocación de productos.

Los errores en las políticas de desarrollo se pagan con sufrimientos y vidas humanas, pero los sacrificios necesarios para el despegue también pueden ser muy duros. Para recuperar la estabilidad monetaria y el crédito exterior son imprescindibles la firmeza monetaria y fiscal y en los países pobres las restricciones al consumo pueden ser muy dolorosas. Oficio terrible el de general en guerra, que ordena a una patrulla que resista hasta morir para permitir la retirada y salvar al resto del ejército. Oficio terrible el del economista que recomienda medidas restrictivas para los países subdesarrollados. Pero cuanto más se retrasen estas medidas mayores costes habrá que pagar en hambrunas, epidemias y guerras.