Política, ciencia y sectarismo

Por Esteban Valenti (*) | @ValentiEsteban

En más de 100 años nunca antes soportamos nada parecido. Esa es una de las pocas cosas seguras en esta época de grandes incertidumbres, muchas preguntas y respuestas parciales y de dudosa seguridad.

Uno de los rasgos de este tiempo, a nivel mundial, es que se mezclan la política, la ciencia, el sectarismo, los prejuicios y, además, como siempre, los delirantes y los fanáticos. En este último caso la situación los potencia. Es difícil discutir algo con seriedad porque enseguida salen a relucir dientes y uñas.

El centro absoluto del escenario lo ocupa desde hace un año un solo tema: la pandemia. Es justo que así sea, por su impacto directo, frontal, abrumador sobre nuestras vidas. Sobre la muerte, sobre enfermedades que pueden curarse totalmente o parcialmente y dejar secuelas de por vida o por largos periodos, por su impacto en la sociedad, es decir en cada una de las familias, individuos, clases, sectores, nadie queda excluido. En la economía, no hay recetas, pero las políticas económicas tradicionales no dan resultado, eso es otra verdad grande como una casa y más allá de escuelas muy diversas de pensamiento. Estamos en crisis, con una caída global y nacional del PBI. 

Y también está en el centro de todas las atenciones por su impacto en cosas aparentemente más volátiles: proyectos, esperanzas, empresitas, empresas o mega empresas; y sobre todo en nuestros empleos. Es decir, el impacto en la vida de miles de millones de seres humanos de forma concreta, tangible, diarias y futuras. Nos ha cambiado el presente y el futuro.

Por ello tiene mucha relación con la política, con la generosidad, con la grandeza, pero también con el rigor; por eso es terrible cuando se le agrega el condimento del sectarismo, de las disputas menores. 

Es más necesario que nunca tratar de unir fuerzas, de agrupar voluntades y, sobre todo, de escuchar a los científicos. A diferencia de las guerras, que como decía Georges Clemenceau son tan importantes que no se las puede dejar en mano de los militares, las pandemias obligan que algunos definiciones queden en manos de los científicos.

El gobierno, desde el 13 de marzo, cuando se declaró la pandemia en Uruguay, desarrolló una política adecuada, con medidas de prevención y control que tuvieron resultados visibles durante muchos meses. Entre ellas, la creación del GACH y la importancia que sus posiciones y opiniones tuvieron en todo ese proceso donde ocupamos un lugar de privilegio en el mundo; y lo más importante, para nosotros, los uruguayos. Bajísimos niveles de contagios, de muertes, de internación en los CTI. La utilización de las nuevas tecnologías como la APP para la lucha contra el covid-19 y el empeño de toda la comunidad científica nacional.

El primer mérito de todo ese difícil proceso de acción y de aprendizaje fue del gobierno, no tengo ningún complejo en reconocerlo y en estar contento de esa situación. Ojala hubiera seguido por el mismo rumbo. No fue así, no fue una maldición divina la que determinó que hace más de dos meses vivamos una situación totalmente diferente, con promedios bien altos de infectados y de muertes. Nadie lo puede negar, estamos mucho, peor que antes y no hay señales positivas. 

Yo voy a opinar desde la política y tengo todo el derecho, porque desde la política opiné en la primera etapa. Y porque la política todavía existe y no hay que confundirla con el sectarismo y menos con el fanatismo.

El cambio radical fue que la perilla económica comenzó a pesar mucho más que la que corresponde a la salud. No me pueden correr con el argumento de los extremos, o nos recluimos todos o abrimos la circulación y nos replegamos al uso del tapaboca y la distancia. El cambio fue que comenzamos a correr la pandemia de atrás y eso nos está costando mucho. Y en los muchos días que faltan para empezar la vacunación, y ni que hablar en los varios meses para alcanzar la inmunidad de rebaño, nos va a costar mucho más.

¿No se podía hacer otra cosa? ¿La vacunación comenzará de acuerdo a lo que se requiere científicamente? No es cierto y hay argumentos muy claros en ese sentido y no tienen color; yo se los diría al gobierno del FA, al de la alianza multicolor o de los visigodos. 

Las medidas restrictivas, las formas de control más severas, el abuso de la convocatoria a la buena voluntad y a la libertad responsable se demostraron insuficientes. Le guste a quien le guste y le disguste a quien le disguste. Las cifras son abrumadoras, dolorosas y así, no alcanzaremos nunca más los 200 contagios diarios que reclama el GACH. Es un grito en el desierto.

Y pagaremos un costo muy alto, en todos los aspectos. Y si el mérito principal de la primera etapa fue sin duda del gobierno, la responsabilidad actual también lo es. Eso no invalida que la sociedad, las diversas generaciones deberíamos acompañar y reforzar las medidas con nuestra conciencia solidaria y de respeto por nosotros, por el personal de la salud y por nuestros mayores. 

Lo mismo vale con la vacunas. Estamos a 29 de enero, y recién sabemos las grandes cifras, conocemos los principales proveedores, que son exactamente los mismos que otros países que compraron bastante antes que nosotros y todavía no conocemos las fechas de entrega con precisión. Pero falta más de un mes para empezar a vacunar. Mientras tanto, ¿qué medidas se adoptarán?

No se puede argumentar que lo científico está por encima de lo político, porque no fue eso en absoluto lo que enlenteció  la compra de las vacunas. No corresponde insultar a otros países y a nuestra inteligencia.  

Si el gobierno sigue haciendo lo mismo que hasta ahora, los contagios no se reducirán en absoluto. Lo que está claro es que los milagros no aparecieron en esta peste. Y eso costará reducir actividades, tendrá impactos económicos y sociales importantes -mayores a los que ya tuvimos- y eso cuesta plata. Y si, lo que hay que mover mucho más es la perilla económica, con el sacrificio que sea necesario y con justicia. Y debemos conocer cuántos están cursando la enfermedad en Montevideo y todos los días cuantos test corresponden a la capital, para saber el índice de positividad. Eso es fundamental. 

Mover la perilla económica no puede recaer sobre los más golpeados y afectados, los que viven de un ingreso fijo. Con la misma y correcta sensibilidad que se atiende al campo afectado por la sequía, hay que atender a las pequeñas y medianas empresas de todos los rubros, con plata, con ayuda, con menos impuestos por un tiempo. Y los que tienen, los que pueden, los que financiaron al principio el Fondo Coronavirus, tienen que aportar algo más, pero sobre todos los que tienen más, mucho más, y que los hay los hay.

La perilla económica y social es la que define un país y un gobierno en momentos como este. No se trata de buenos y malos, de sensibles e insensibles, sino de resultados. Hay países recontra amigos del “déficit cero” y del mercado a toda vela, que comprendieron que ahora hay que romper esquemas y que la salida de la  crisis en “V” es un delirio y que será una larga y dolorosa curva que tendríamos que pactar y que apoyar con generosidad entre todos.

(*) Militante político, periodista, escritor, director de Uypress y Bitácora.