Balsa: “Con los números de pobreza infantil que tenemos no podemos ser un país próspero, aunque tengamos el mejor PIB per cápita de Latinoamérica”

Ana Inés Balsa, doctora en Economía por la Universidad de Boston

La economía por definición estudia los métodos con los cuales se busca satisfacer las necesidades humanas materiales a través de bienes escasos. Tales necesidades materiales poseen diferentes niveles de importancia para la vida, pero estas son más sensibles cuando implican aspectos básicos. Si estos no logran satisfacerse en la primera etapa de la vida del individuo, se condiciona su desarrollo. Si este escenario se extiende a un amplio segmento de la sociedad, no solo se pone en peligro la trayectoria vital individual, sino el bienestar del conjunto. Sobre el problema de la primera infancia y sus consecuencias, CRÓNICAS conversó con la especialista en economía del capital humano, Ana Inés Balsa.

Por Matías Kapek | @matias_kb

-Estamos acostumbrados a que cuando se habla de economistas se piense en cosas vinculadas, por ejemplo, al mercado y a la moneda. En su caso, sin embargo, pone el foco en cuestiones más micro, cercanas al individuo, como su bienestar y progreso. ¿Cuáles cree que son las implicancias que tiene para la sociedad poder enfrentar los desafíos con este enfoque?

-Hay una gama muy grande de economistas estudiando temas microeconómicos, temas vinculados al desarrollo humano, el capital humano, la educación, la salud y la primera infancia. Es una tradición que ya lleva muchos años, quizás no tenía tanto protagonismo a fines del siglo pasado, pero durante este siglo es una corriente bastante establecida y que ha aportado mucho al conocimiento sobre cómo formar a la gente y qué se precisa para su desarrollo. Estamos hablando también de asignación de recursos escasos, siempre tenemos objetivos que son infinitos en muchísimas dimensiones y recursos escasos para ser asignados. En ese sentido, la tarea de los economistas es tratar de entender a dónde pueden ir esos recursos para que tengan un mayor impacto y cómo es la mejor manera de invertir para poder desarrollar el capital humano.

-En ese pensamiento de la economía que tiene en la mira el apostar al desarrollo del capital humano, ha subrayado en otras oportunidades la necesidad de atender a la primera infancia. ¿Qué diagnóstico hace de la situación actual de nuestro país en esa área?

-La situación no es buena, el 20% de los niños menores de seis años están por debajo de la línea de pobreza, y si miramos otras dimensiones que miden necesidades básicas insatisfechas, esa cifra puede llegar hasta el doble. Si se mira la proyección nos damos cuenta de que con estos números no podemos ser un país próspero, que sostenga una buena productividad de sus trabajadores y un buen nivel de bienestar para la sociedad. Eso interpela muchísimo, porque estamos en un país que tiene tal vez el mejor PIB per cápita de Latinoamérica y otros muy buenos indicadores.

-Menciona que esta problemática afecta la productividad de los trabajadores y el bienestar de la sociedad, pero, ¿cuáles podría caracterizar como sus consecuencias?

-Hay muchísimas estadísticas que muestran que los niños que viven en situaciones de vulnerabilidad en los primeros años de vida después tienen peor desarrollo educativo, peores trayectorias laborales, mayores tasas de criminalidad, dependen más del Estado y tienen peor salud. Las consecuencias están muy estudiadas y son muy claras. Eso como sociedad es una gran bandera roja, es una alerta a la que tenemos que prestar atención.

-Queda claro que esto es un gran problema, pero, ¿cuáles son sus causas?

-La pobreza en primera infancia es una consecuencia de la pobreza en general y, sobre todo, de la feminización de la pobreza, es decir, el hecho de que tengamos muchos hogares monoparentales de mujeres con hijos.

-¿Qué se debe hacer para combatir el problema?

-El problema de la pobreza infantil es multidimensional, no se resuelve solamente con transferir dinero. Sí creo que hay que gastar más, pero no solamente se trata del presupuesto de la familia, sino que hay muchos otros temas. Está la inserción laboral, la capacitación para el trabajo que poseen las familias, temas de vivienda, la cultura de trabajo que hay en los hogares y desafíos de cuidados a resolver para que las familias y especialmente las mujeres puedan salir a trabajar. Hay muchas cosas que hay que pensar de una forma integral.

-Las políticas, más allá de su integralidad o no, se traducen en gastos. ¿Cuál es la situación en ese campo?

-A nivel de gasto en Uruguay no hay muchas estadísticas que nos permitan compararnos con otros países. Sin embargo, hay algunas cosas que sí sabemos, por ejemplo, que se gasta el 0,5% del PIB en educación inicial y en cuidados. Paralelamente, en promedio, los países de la OCDE gastan 0,7% del PIB. En ese sentido, parece que estamos un poquito por debajo, pero a su vez debemos considerar que en estos países también se entiende que sus sistemas no tienen una buena cobertura en ese campo. Los países que más gastan en estas áreas son los nórdicos y lo hacen más o menos en un 2% del PIB. Si nos comparamos con ellos, que son el ideal a donde llegar, tendríamos que gastar cuatro veces más de lo que gastamos.

-Por detrás de la interrogante de cuánto gastar aparece algo igual o más importante: hacia dónde dirigir esos fondos. Desde su perspectiva, ¿qué es lo más recomendable?

-Hay algunas políticas de primera infancia que son icónicas, entre ellas, una de las más importantes es la de los centros de educación inicial y de cuidados. En ese sentido, en Uruguay lo más representativo son los centros CAIF, que tienen una trayectoria que es valorada socialmente. Da la sensación de que la gente quiere mandar a sus hijos, sin embargo, cuando vamos a las poblaciones más vulnerables, más pobres, un buen porcentaje de las familias no lo hace. Por otro lado, si nosotros vemos entre las familias con hijos de dos y tres años de los quintiles más altos, el 90% de esos niños van a un centro de educación inicial, todo lo contrario a las familias más pobres, donde esta cifra es menor al 50%. Eso es una diferencia desde el vamos, en la que, a pesar de la gratuidad de los centros, hay que ver, por un lado, si hay suficientes cupos y, por el otro, si las familias entienden el valor y lo beneficioso que es este servicio, cuestión en la que también hay que trabajar.

-Queda claro que el rol que ocupan los centros CAIF para la primera infancia es clave. Sin embargo, ¿su funcionamiento es el acorde para combatir los desafíos en primera infancia?

-A nivel de los centros CAIF un tema importante es el horario, la extensión de los cuidados, porque para que una persona pueda salir a trabajar, precisa ocho horas de cuidados. Hay algunos centros CAIF que sí ofrecen horario extendido, pero la gran mayoría ofrece cuatro horas, y con ese tiempo es imposible mantener un trabajo de más o menos buenas condiciones. También hay que trabajar sobre el entendimiento de la calidad. Hoy no sabemos cómo están los centros en ese sentido. Eso es muy importante, ya que hay mucha evidencia para otros países de que un centro de mala calidad es peor que el hecho de que el niño se quede en su casa.

-Más allá de los centros CAIF, ¿a qué otras políticas es importante apostar?

-Por un lado, está claro que las transferencias monetarias ayudan a desahogar a las familias de problemas económicos y a tener algún ingreso para poder satisfacer necesidades de los niños. Por otra parte, también se tienen los programas de acompañamiento familiar, que se usan mucho con las familias más vulnerables. En esa línea, Uruguay Crece Contigo tiene un programa de acompañamiento familiar y un programa de teleasistencia que hace seguimiento de la familia por teléfono y a través de mensajes sobre hábitos de crianza. Este tipo de programas también han tenido evidencias de ser beneficiosos. Pero hay que trabajar más, todavía llegan a un porcentaje muy pequeño de la población. 

-Estas políticas apuntan al problema de forma directa, pero, pensando en que sus desafíos son transversales, ¿de qué otras formas se puede ayudar a enfrentarlo?

-Hay otros temas que son más agenciales, que tienen que ver con la política de trabajo, por ejemplo, en relación a la flexibilidad laboral de la mujer para que pueda trabajar y a su vez se le permita poder manejarse con cierta calma durante los primeros años del niño. Luego, también es importante el aporte del sistema de salud y otros temas que tienen que ver con la vivienda. Se trata de políticas que son más transversales, pero que también hacen al bienestar en la primera infancia.

-¿La inversión en primera infancia genera más posibilidades de tener éxito en inversiones que se desarrollen en relación con el individuo en el futuro?

-Sí, ahí se establecen las bases, la plasticidad del cerebro es tan grande que lo que no se desarrolla en ese momento, después cuesta muchísimo. Incluso en esa etapa aparecen otros factores como el estrés crónico, lo cual genera cortisol, elemento que tiene efectos dañinos que pueden llegar a ser permanentes. Por lo tanto, si no se invierte bien, si ese niño no tiene el medio adecuado, donde se sienta seguro, cuidado, querido, donde no haya agresividad, sus posibilidades de desarrollo en múltiples dimensiones son menores. Realmente la inversión que se hace en esos primeros años puede tener un impacto de vida enorme y una tasa de retorno altísima.


Una visión positiva sobre el proyecto de Lustemberg

-La diputada Cristina Lustemberg está impulsando un proyecto de ley que reorganiza las políticas de primera infancia, infancia y adolescencia. ¿Qué piensa de esta propuesta? ¿Es necesario repensar la organización de estas políticas? ¿No son eficientes?

-Este es un tema integral, entonces, en la medida en que nosotros integremos todas esas políticas como las de asistencia directa, de educación, de salud, de vivienda y de trabajo, en su conjunto van a ser mucho más eficientes. Muchas veces, por más que movamos una, si no tenemos resueltas las otras, es muy difícil generar un cambio permanente. Las políticas de primera infancia tienen que desarrollarse con integralidad y coordinación, probablemente eso ayude a ahorrar dinero, porque a veces duplicamos inversiones o programas sobre determinadas poblaciones y a otras las dejamos afuera. Hay algunas políticas en las que no podemos discutir más, no podemos seguir perdiendo el tiempo, el reloj sigue avanzando y las generaciones se siguen desperdiciando. Hay políticas que tienen que ser de Estado, entonces me parece positivo que en estas iniciativas se busquen las coincidencias. Estamos coincidiendo todos en que invertir en la primera infancia es prioritario para el país, por lo tanto, tratemos de llegar a políticas o al menos a lineamientos donde estemos de acuerdo.


Educación e inserción laboral, los pasos siguientes


-El actual gobierno implementó una reforma de la educación, algo que va en relación directa con el desarrollo y la integración social del individuo en sus etapas posteriores a la primera infancia. ¿Considera necesarios los cambios que se hicieron? 

-Me parece que es la segunda bomba de tiempo, teniendo en cuenta que invertir en la primera infancia es clave, también tenemos que seguir las trayectorias educativas de nuestros jóvenes porque estamos fallando sustancialmente. Dentro de América Latina somos de los países con peor egreso de la educación secundaria, tenemos tasas de competencia en lectura y matemáticas que son nefastas; en esos términos a nuestros jóvenes les va a ser muy difícil competir y ser productivos. Es un tema de urgencia nacional, no nos podemos demorar más. En ese sentido, era clave hacer una reforma, porque con el sistema como estaba no podíamos seguir. Tenemos que tratar de generar algunas coincidencias mínimas para que esto avance. Es importante manejarlo como un tema urgente y como una política de Estado, buscando los mayores apoyos posibles.

-El tercer paso en el desarrollo y la integración social de los individuos es la inserción laboral. Según un informe del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED), en Uruguay seis de cada 10 personas desempleadas tienen menos de 30 años. ¿Esto lo podemos atribuir a las dificultades que se están teniendo en las etapas anteriores del desarrollo del individuo?

-Es un arrastre de todo lo demás. Si tenemos a más del 50% de la población que no termina la educación secundaria, es lógico pensar que la inserción en el mercado de trabajo sea difícil. Tenemos sectores donde hay un exceso de demanda de trabajo y no se consiguen las personas, entonces no es que no haya oportunidades para trabajar, es que nuestros jóvenes no tienen la formación adecuada para conseguir estos buenos trabajos.