Con 17 años entró a Cutcsa como ordenanza, manejó un taxi desde los 18, y a los 24 ya recorría las calles de Montevideo detrás del volante de un Leyland con dirección mecánica, el 724 de la Línea I. A los 32 ingresó al directorio de la Lista 5, agrupación que lo llevó a la presidencia de la compañía en el 96, cargo que ostenta hasta hoy. Resumido así parece sencillo de contar, pero cada etapa de su vida está llena de anécdotas y recuerdos. Tantos que se precisaría un libro para que entren todos. Hay historias dulces pero también amargas. En la charla con Empresas & Negocios cuenta de las dos. Pero aún en los tiempos más complicados supo sobreponerse, con un estilo de gestión que prioriza el sentido común y el trabajo.
Por Oscar Cestau | @OCestau
Visión, liderazgo, pasión, creatividad, ingenio, decisión y confianza en uno mismo son cualidades que, según los expertos en recursos humanos, todo emprendedor o empresario debe tener. Pero hay dos que generalmente no figuran en esa lista y que para la vieja guardia son fundamentales: conocimiento de cada área de la empresa y sentido común a la hora de tomar las determinaciones más importantes. En el grupo de los que se afilian a estas últimas dos premisas está Juan Salgado.
Su historia en Cutcsa comienza a gestarse, incluso, antes de nacer.
El principio de todo tiene a su padre como protagonista. Antonio, su progenitor, español de nacimiento, fue uno de los tantos “gallegos” que cuando llegó a Uruguay le pidió trabajo a su coterráneo, José Añón, que había fundado Cutcsa en 1937. Ambos provenían de Laracha, un pueblo de La Coruña.
Antonio entró a la compañía de transporte como conductor en la unidad 481, que era propiedad de Cándido Azcárate, padre de Celso Azcárate, fundador de la Lista 5, la que acompañaron los Salgado toda su vida.
El mercado estaba aumentando y era necesario extender el servicio de transporte a otras zonas de Montevideo. Fue en ese momento, a principios de los 60, en que la Intendencia de Montevideo le dio a Cutcsa más permisos, pero estos estaban condicionados a que una octava parte de un ómnibus fuera compartido por los dueños con un empleado.
Fue así que Cándido Azcárate eligió a Antonio para darle la oportunidad de ser propietario de esa parte de la unidad en la que trabajaba. Luego, con su trabajo, y juntando peso tras peso, se hizo del dinero para adquirir una cuarta parte en el 754, ómnibus que mantuvo durante toda su vida hasta que se jubiló.
Eran tiempos donde la industria tenía otras características, a tal punto que bajo la presidencia de Celso Azcárate, Cutcsa montó la fábrica de carrocerías El Montevideano, que era la que usaba el ómnibus Mercedes con trompa, y también el Banda Oriental, que era usada por el Leyland de tres puertas. Cutcsa llegó a fabricar casi siete carrocerías por mes en sus talleres, dinámica que se mantuvo hasta 1992, momento en que los beneficios impositivos y el leasing hicieron más viable comprar los coches en Brasil que hacerlos acá.
El capítulo de Juan Salgado y Cutcsa empezó a tomar forma cuando el protagonista de esta historia era un niño. Nació en la zona del Hipódromo, más precisamente en la calle Timbues casi Aparicio Saravia. Allí vivió parte de su infancia, hasta que se mudó a dos cuadras de distancia, a Guarapirú esquina Niágara, siempre en el vecindario, donde vivió hasta los 25 años.
Usted tenía ocho años cuando manejó el ómnibus de su padre durante una cuadra, según le contó a Empresas & Negocios una vez…
Así es. El ómnibus llegaba a la puerta de mi casa y yo jugaba a manejar, a hacer de guarda, abría y cerraba las puertas. Venían los pibes del barrio y también se subían; unos hacían de pasajeros, otros de guarda, otros de chofer, siempre con el ómnibus parado. Un día, cuando llegó el ómnibus a la puerta de mi casa, le pedí al guarda si me dejaba moverlo. Y con él sentado al lado me dejó hacerlo. ¡Hice mi primera cuadra a los ocho años! Pero era algo que solo se podía hacer en aquella época.
¿Qué edad tenía cuando entró a Cutcsa?
Tenía 17 años y entré por concurso. En aquel tiempo para entrar en la Administración de Cutcsa ya fuera para auxiliar administrativo u ordenanza se hacía a través de un examen. Cuando me presenté había 500 personas para ocupar 20 puestos. Con un amigo estuvimos preparándonos durante todo el verano en una academia particular. Tenías que conocer algo de contabilidad, dactilografía, tenías que saber hacer un pequeño balancete, te ponían una redacción para ver la caligrafía y si tenías faltas de ortografía; y si sabías algo de idioma, era ya un puntaje mucho más alto. Hoy es excluyente manejar una computadora, y en aquel momento tenías que escribir 120 palabras por minuto en una máquina.
Salvé el examen, e iba a entrar cuando cumpliera 18 años porque esa era la edad para ingresar como auxiliar administrativo, pero eran tantas las ansias de trabajar, como las ganas de mi padre de que ocupara el tiempo en algo, que entré de mandadero con 17 años. Mis padres tuvieron que hacer un trámite en el Ministerio de Trabajo para sacar el permiso de menor para que pudiera trabajar. No me gustaba mucho estudiar, ni tampoco me atraía la idea de hacer carreras largas. Yo había hecho cursos de perfoverificador en la Academia Germán Núñez, que no existe más. Eran las computadoras de aquellos tiempos. Eran las máquinas que hacían todos los agujeros que aparecían en los recibos de impuestos, como si fueran códigos. Ese sistema lo tenía Cutcsa.
¿Cuál fue el proceso dentro de la empresa?
Trabajé unos meses de mandadero y cuando cumplí 18 años pasé automáticamente a la categoría de auxiliar. Empecé en el centro de cómputo de Cutcsa -el área se llamaba Mecanizada- y yo pasé a desempeñarme en esas máquinas perfoverificadoras, que hacían un ruido ensordecedor. Posteriormente fui parte del proceso del arribo de la primera computadora a Cutcsa, que era de la marca Bull. Recuerdo que se hizo una cámara especial de vidrio, con aire acondicionado, donde había que entrar casi como si estuviéramos en una estación espacial. Ahí pasamos de ser perfoverificadores a tener la categoría de digitadores. Además de la tecnología, trabajar ahí en un silencio absoluto fue un cambio enorme.
Después de un tiempo pedí para trabajar en Contaduría. Me gustaban los números y quería cambiar. Siempre fui muy inquieto. En Contaduría se llevaba el control de cada una de las unidades de transporte. Ahí estuve un año y medio, y me iba acercando a los 23 años, momento que yo me lo había puesto como objetivo porque ahí podía sacar la libreta para manejar ómnibus.
Mi familia y mis amigos trataron de convencerme de que me quedara en la Administración porque ahí podía crecer, pero a mí me gustaba la calle.
Si bien para sacar la libreta de ómnibus precisabas tener 23 años, para taxis te autorizaban la libreta a los 18 años, entonces mientras no manejé ómnibus, entre los 18 y los 23 años, además de trabajar en Cutcsa, hacía algunas horas todos los días en un taxi, como empleado. Salía a las 17:00 y trabajaba hasta las 00:00, de lunes a viernes. Y el primer día en que estuve habilitado me fui a la Intendencia a hacer el trámite para sacar la libreta para ómnibus.
A excepción del área Jurídica, Salgado recorrió casi todos las divisiones, porque también tuvo su pasaje por el sector Importaciones. “Cutcsa tiene una oficina especialmente para las compras en plaza, pero para las importaciones tenemos nuestro propio despachante de aduana, y también trabajé ahí. Importaciones estaba muy ligado a los materiales que teníamos, entonces estuve metido en los almacenes y en los talleres durante cierto tiempo”, relató.
¿Cómo fue el comienzo arriba del ómnibus?
Empecé a trabajar en un ómnibus que mi padre había puesto una parte a mi nombre. Arranqué como chofer cubriendo algunas licencias. Era el coche 724 de la Línea I, con el recorrido del 169, de Toledo Chico a la Terminal de Aduana, cuando esta última estaba frente al Club Neptuno. Precisamente la última parada era en la puerta del club, frente a donde hoy está la terminal de contenedores.
De guarda hice algún día puntual, y después empecé a manejar un coche que tenía mi padre en la línea interdepartamental, donde ya se usaba el sistema de conductores cobradores.
¿Hasta cuándo trabajó como chofer?
Hasta los 32 años. Fueron ocho años, porque a los 24 me fui de la Administración y me subí al ómnibus.
¿Qué le dejó esa etapa arriba del ómnibus?
Los dos trabajos, el administrativo y el de chofer, te dejan mucha enseñanza y experiencia. Es difícil que me puedan contar algo de lo que se siente en el lugar que sea dentro de la empresa sin que yo no lo sepa, porque lo viví. Es verdad que los tiempos cambian y hay que adaptar mecanismos y formas de trabajo, pero la esencia siempre es la misma. Si bien yo era muy joven, y podía ser volátil, encaraba cada tarea con mucha responsabilidad por un respeto que me había autoimpuesto, que era, en definitiva, venerar la historia de mi padre y lo que había logrado desde que llegó a Uruguay. Si yo quería ser revoltoso tenía que ir a otro lado, no acá. Eso me fue dando cariño por el trabajo, y me dotó de una conducta especial durante los años en los que estuve en plataforma. Hoy cambió la forma de trabajo y las unidades son otras, pero yo soy de la época en la que abajo del pantalón había que ponerse hojas de diario porque hacía más frío adentro del ómnibus que afuera, porque no había calefacción. Y por más frío que hiciera había que salir a sacar la escarcha del parabrisas con una regadera con agua, porque no veías nada. ¡No había dirección hidráulica! Sacabas músculo de tanto luchar con el volante, porque era mecánica. Volviendo al principio, tener el conocimiento a fondo del tema de verdad, no teórico, sino práctico, es muy importante. Eso permite saber cuándo hay que tener contemplaciones humanas por distintas circunstancias, como también me doy cuenta cuando alguno está de vivo, porque la viví.
¿Cómo siguió la historia cuando se bajó del ómnibus?
En determinado momento la Lista 5, de la que mi padre había sido fundador con Celso Azcárate, estaba con dificultades electorales. Casi no había ningún director que fuera menor a 60 y pico de años, entonces estaban pensando en una renovación. Yo tenía 32 años, y un día me llaman y me dicen que estaba reunido el comité político de la lista y me invitaban a sumarme. Siempre me involucré en lo que podía a nivel social dentro de la empresa, me gustaba participar de las reuniones, pero no activamente, porque alguien de 30 años no tenía esa posibilidad. Yo ya estaba trabajando en una comisión de la línea con la función de ir al directorio y pedirle lo que se precisara. En eso siempre fui muy activo, no era de largar el trabajo e irme para mi casa, sino que socializaba. Eso, lógicamente acompañado de la figura de mi padre que siempre andaba en la vuelta, me dio visibilidad. Fue en parte por eso que cuando la Lista 5 pensó en sumar a alguien joven, naturalmente, me fueron a buscar. Para mí fue una sorpresa. Cuando me llamaron, palabras textuales, le dije al presidente: ‘Solo te voy a pedir un minuto porque tengo que llamar al jefe, a mi viejo’. Lo llamé, le expliqué sobre el ofrecimiento que me habían hecho, y el viejo me dijo: ‘Vos ya sos grande y tenés que decidir lo que te gusta. Lo que te pido es que, por favor, las cosas las hagas bien. Podés ganar, pero también podés perder, y si perdés, tenés una vida por delante’. Corté, llamé al presidente y le dije que la respuesta era ‘sí’. Enseguida me dijo: ‘Mañana al mediodía se presenta la lista y nos estaba faltando un candidato, que sos vos’. Yo quedé duro. ‘¿Y qué se hace en la presentación?’, le pregunté. ‘Tenés que hablar’, me respondió. La presentación fue en el club de bochas Hijos del Mar, en la Curva de Maroñas.
¿A qué cargo iba?
Iba de candidato al directorio, y después el directorio decidía. Y gané. Era por un período de tres años y luego había que estar un año afuera, no había reelección; después podías volver. O sea, estuve del 92 al 95 siendo uno de los nueve directores en aquel momento. Yo era el responsable de la imagen de toda la juventud, y si fallaba, se caía la idea de renovar, porque muchos no querían hacer cambios.
En el 95 salí del directorio y volví a ser conductor. En ese tiempo, por distintos motivos internos de la Lista 5 se precipitó el cambio, así que retorné en el 96 al directorio, y me votaron como presidente.
Posteriormente se hicieron algunas reformas en el estatuto, se extendieron los mandatos, se impuso la reelección y desde el 96 a la fecha, en forma ininterrumpida, mantengo la presidencia.
¿Cuáles han sido los grandes cambios que bajo su gestión ha tenido Cutcsa?
Yo tengo para mirar prácticamente 27 años, y algunas cosas que me parecían muy importantes en el momento, no lo son tanto, y termino quedándome con tres o cuatro, no son ni 20 ni 30. Algunas fueron muy importantes en su momento, incluso podían implicar la vida o la muerte de la propia empresa, pero los legados son aquellas cosas que realmente quedan, que perduran en el tiempo y que siguen vigentes.
¿Cuáles son esas tres o cuatro cosas?
En materia de estructuras físicas, lo que en Cutcsa cambió en estos últimos 15 años se puede ver. Pero esto tiene consecuencia directa con lo que es el servicio. Por ejemplo, ver que toda la parte operativa, logística, que teníamos donde hoy está Nuevocentro Shopping se trasladó a un lugar cercano, en el centro geográfico de Montevideo, es un cambio positivo tremendo. Eso nos permitió hacer talleres modelo, que tienen todo lo necesario para lo que las nuevas tecnologías hoy nos demandan, con servicios centralizados. También la Planta José Añón, con todos los servicios de administración, sociales, y con lo que es el corazón de la empresa en cuanto a los sistemas tecnológicos que se fueron desarrollando para la logística de transporte de la calle, como por ejemplo el GPS que se puso en los ómnibus. Se hizo infraestructura en los distintos predios, y ahora no son galpones de estacionamiento solamente, sino que hay una obra estratégicamente ubicada a lo largo de Montevideo; una para el lado oeste, otra para el lado este y las dos o tres más importantes en el centro de Montevideo.
Otro cambio fue haber creado un fondo de financiamiento para el transporte urbano, y así lo concebimos. Tuvimos muchas piedras en el camino, pero entendíamos en aquel momento que era la herramienta de financiación más sana y conveniente para las empresas de transporte.
¿Por qué habla de “piedras en el camino”?
Porque creo que algunos tenían que haberse dado cuenta antes de que eso era maravilloso y que cambiaba absolutamente el eje de la discusión en cuanto a la financiación, nada menos. Y que eso nos iba a permitir llevar adelante un plan de renovación de flota como realmente se necesitaba. Cuando se dieron cuenta se fueron sumando, pero muchos años después. Y ya estamos en la quinta versión del Fondo de Financiamiento del Transporte, y en la segunda versión del Fondo de Financiamiento del Transporte Suburbano. Hoy no hay ninguna empresa que no vea al Fideicomiso Financiero Fondo de Financiamiento del Transporte como la herramienta más importante desde el punto de vista financiero.
Hace casi un año empezamos a trabajar en un fondo pura y exclusivamente para Cutcsa pensando en el cambio de la matriz energética y la renovación de la flota. Aquella decisión que se tomó en diciembre de 2021 en el directorio de no renovar más coches a gasoil tuvo después el compromiso público en marzo de 2022 en presencia prácticamente de todo el gobierno en ese momento, incluido el presidente de la República, cuando explicamos que teníamos nuestro cronograma que empezaba en el 2025 con aproximadamente 250 unidades, y que cada cinco años se iban sumando 250, hasta llegar al 2040 con el 100% de la flota eléctrica.
Ahí nos pusimos a trabajar en una herramienta financiera que le permitiera a la empresa dar el paso no dependiendo de las discusiones de otras empresas de las que no tenemos nada que ver.
Así fue que, hace pocos días, se efectivizó el primer fondo de financiamiento para Cutcsa solamente. Esta es una de esas tres o cuatro cosas de las que hablábamos.
Hablamos del Fideicomiso Financiero Cutcsa, y en ese sentido la demanda total fue de 168.5 millones de UI, un 12% superior a la oferta del emisor, que era de 150 millones de UI. ¿Qué lectura hace?
Eso, en criollo, quiere decir que hubo una confianza muy importante, porque además esos fondos no se nutren solamente de dos o tres organismos, sino que hay una parte de eso que sale al mercado de menudeo, o sea, ahorristas que ponen 10.000 o 20.000 dólares, y que por medio de la Bolsa hacen la inversión. El hecho de que hubiera más oferta que demanda es una muestra clarísima de confianza.
¿Qué otras acciones destacaría?
Hace 20 años en Cutcsa ya teníamos madurada la idea de hacia dónde íbamos a ir y que no había otro camino que acompañar los cambios tecnológicos.
En aquel momento lo que se podía vislumbrar era la llegada de la boletera electrónica. No se conocía ni siquiera cómo podría ser físicamente, pero nosotros empezamos a trabajar. Nos fuimos preparando para cuando llegara el momento de definir que desaparecieran aquellas boleteras colgadas de los brazos de los guardas y aparecieran las boleteras electrónicas. Además, hubo que empezar a explicarles a 600.000 personas por día de su funcionamiento.
Hoy ya estamos pensando en que en los próximos seis meses va a haber que renovar esa boletera electrónica con otra tecnología y empecemos a pensar en no utilizar el papel.
Hubo, además, muchos pasos en la renovación de las unidades que fueron importantes para el personal. En el sector interdepartamental un cambio importante fue cuando se sacó el motor de al lado del conductor, como había también en los urbanos, y se lo puso atrás. Solamente ellos valoran que te quiten esos decibeles de al lado, algo que era imposible de aislar. O que te cambien de un sistema de amortiguación de elásticos rígido a uno de amortiguación con vejigas de aire, donde el ómnibus no golpea sino que se hamaca.
Otra cosa que parecería insignificante es que a los ómnibus se les sustituyera el destino en rollos de tela por destinos electrónicos. Una de las quejas más comunes era que el destino al costado del ómnibus no tenía nada que ver con el de adelante, porque había que cambiarlo con una manija y hacerlo dependía del humor del guarda. Es más, a veces eso ocasionaba hasta accidentes, porque la gente venía corriendo y tenía que pasar adelante del ómnibus para mirar el destino. Ahora, lo mismo que aparece adelante está al costado.
El cambio tecnológico se ha acentuado con las nuevas unidades y hasta en pequeños detalles, que hoy ya se acepta como algo de uso cotidiano, como ómnibus con puertos USB y wifi, y así lo reconoce Salgado, estableciendo que son avances que luego de que se incorporan no tienen marcha atrás.
O también en lo que respecta a accesibilidad, con la mitad de la flota que permite el ascenso de sillas de ruedas y 330 unidades con piso bajo, las que dan facilidad de ascenso a las personas mayores.
A su vez, la tecnología ha posibilitado que cada ómnibus esté conectado de forma online al centro de control de la compañía, permitiendo el monitoreo en tiempo real. O el botón de pánico para los conductores y guardas, el cual en caso de necesidad de uso activa un protocolo en conjunto con Jefatura de Policía.
La evolución de cámaras es otro ingrediente que el empresario destaca, estableciendo que hoy hay unidades que tienen hasta ocho dispositivos de este tipo para respaldo del personal y como elemento disuasivo para cualquier conducta malintencionada, siendo determinante en la baja del número de rapiñas.
Otra faceta de la empresa tiene que ver con que fueron parte activa del proyecto del Nuevocentro Shopping y de las torres que se erigen a su costado, en una de las cuales está esta oficina donde estamos conversando. Esto, me imagino, le permite a Cutcsa no depender solamente de la venta de boletos y obtener un ingreso extra. ¿Qué importancia tiene este negocio?
Conceptualmente, en el mundo del transporte se habla de que es necesario tener recursos extrapresupuestales, es decir, que una compañía como esta no dependa pura y exclusivamente de lo que es el precio del boleto. ¿Para qué? ¿Para ganar? Yo diría que acá no es para ganar, sino para que, de alguna manera, el producto popular, además de tener calidad de servicio, pueda ser lo más barato posible.
¿Costó convencer a la familia de Cutcsa de llevar adelante ese negocio?
Se tuvieron que hacer cuatro asambleas, porque a medida que iba avanzando aparecía el arraigo. Esto era como para un religioso, la capilla. Acá estaban los que llegaron a Uruguay y empezaron a transitar estos talleres toda la vida, y los que nacimos en esta tierra y caminamos desde chiquitos entre los ómnibus y los mecánicos. Entonces, el tema sentimental era pesado. ¿Qué pasó? Los más veteranos, aquellos de los que se podía pensar que iban a sentirse más impactados desde el punto de vista sentimental, fueron los primeros que levantaron las dos manos entendiendo que el negocio era ese. Muchos lo apoyaron pura y exclusivamente por confianza hacia quienes lo estábamos proponiendo en este caso. Hubo mucha confianza al directorio en ese momento. En noviembre, Nuevocentro Shopping va a estar cumpliendo 10 años. Esa fue otra de las grandes decisiones que se tomaron, y que nos permitió ver hoy con orgullo la nueva Planta Añón y los talleres.
Cuando decidimos levantar el shopping acá algo que destaco es haber conocido a un gran profesional y a un ser humano especial como Carlos Lecueder, una persona ciento por ciento confiable. Cutcsa no tenía el expertise de construir un shopping y dos torres, porque ese no era su negocio, y más allá de que sí teníamos el terreno, ubicado en una zona privilegiada, Lecueder nos generó toda la confianza para llegar a lo que hoy tenemos.
¿Cuáles fueron los momentos más difíciles que debió afrontar la empresa bajo su gestión?
Desde su creación la empresa tuvo que atravesar momentos muy difíciles, porque se forjó en una guerra contra las multinacionales inglesas y alemanas.
Después tuvo que transitar el tiempo posguerra, cuando no había repuestos ni combustible ni cubiertas y había que arreglárselas con lo que viniera. Otro momento muy difícil fue en 1982, cuando se rompió la tablita y agarró a la empresa con deudas importantes en dólares por renovación.
El 2002 fue un año complicado, cuando no solamente la empresa, sino el transporte y el país estaban quebrados, lo que generó una incertidumbre tremenda. Ahí también la empresa se había metido en una renovación de flota importante en el año 2000, o sea que estábamos en pleno pago.
Tanto en la posguerra como en el 82, como en el 2002 y en la etapa de pandemia, lo único que mantuvo a la empresa a flote fue, primero, la gente -los propietarios, los trabajadores-, y luego el diseño jurídico que tiene Cutcsa, que fue hecho en 1937 por el doctor Francisco Panizza, donde la empresa tiene una conformación muy especial. Esta es una sociedad anónima y es una muestra clara de un capitalismo popular, donde todos recaudan para algo y después cada uno tiene que ser eficiente para que en el “suma y resta” le quede algún beneficio. Este es el mismo sistema y está tan vigente ahora como en 1937. Si tuviéramos la posibilidad de cambiar algo, no le tocaríamos ni un punto.
Y ahí llegamos a la pandemia, que además de la tremenda crisis sanitaria que significó, trajo consigo una incertidumbre económica muy grande.
En lo sanitario fue tremendo, porque nuestros trabajadores -propietarios y obreros- salían y no sabían si volvían o en qué condiciones lo hacían. Veíamos cómo se nos iban algunos afectos, pero nosotros teníamos que seguir dando el servicio porque había que brindarle seguridad de traslado al personal de la salud, a la policía, a los bomberos, a los trabajadores de UTE, de OSE, de la prensa… Cuando se había perdido el 80% del pasaje la empresa tenía que salir a la calle de cualquier forma porque la mayoría de esos trabajadores, que fueron héroes, no tenían otra forma de trasladarse que no fuera en el transporte público.
¿Qué ha aprendido en este tiempo de la gestión de una empresa como Cutcsa?
En primer lugar, por sobre lo técnico y lo político hay que usar siempre el sentido común. La mejor ecuación es que lo técnico y lo político vayan juntos, respetándose, pero el sentido común y el trabajo son fundamentales. Si alguien está dispuesto a trabajar, a entregarse, y en las decisiones más difíciles termina aplicando el sentido común, genera la mejor ecuación. Y si aparte de eso logra armar un equipo de confianza para trabajar, ahí cerrás absolutamente todo. En lo político tenemos un directorio renovado. Si me saco yo, el promedio de edad es muy bajo; hay muchachos de 30, de 40 años, y queremos seguir en ese camino.
Otra de las cosas que he aprendido en este tiempo es que los 4.000 y pico de dueños son muy inteligentes. Muchas veces parece que están mirando para otro lado, pero en realidad están observando minuciosamente lo que hace cada uno de nosotros que los representamos. Confían, pero no firman cheques en blanco. Son un grupo humano muy noble al que nadie podría defraudar.
De la funda transparente de su móvil se deja ver una tarjeta STM. Por tanto, la pregunta surge en forma espontánea.
¿Sigue subiéndose al ómnibus como pasajero?
No todas las veces que yo quisiera, pero trato de que no pase la semana sin hacerlo. Soy pasajero frecuente del 181 y el 183, que pasan por la puerta de la oficina. Los uso cuando voy a hacer algún trámite, o dejo el auto en el garaje del shopping y uso el ómnibus para ir a mi casa. Disfruto del viaje. Tengo una nieta de dos años y medio que me demanda viajar en ómnibus, entonces algún sábado salgo con ella y hacemos cuatro o cinco viajes. Después de que se sube, no se quiere bajar (cuenta entre risas). Después del segundo ómnibus, cuando toma confianza, se pone al lado del chofer, mira todo, empieza a hablar y no para. Que le guste eso, para mí es como estar en Disney.
¿Maneja de vez en cuando algún ómnibus?
Tengo libreta profesional vigente y cada oportunidad que tengo de poder manejar la aprovecho. Cada ómnibus nuevo que llega lo manejo, es algo que me encanta. Antes de la pandemia, en la última partida de eléctricos que vino de Brasil, de piso bajo, vine manejando. El mecanismo es que ellos los entregan en la frontera, en este caso en el Chuy, y hasta ahí van los propietarios de los coches y los vienen manejando en una especie de caravana. Es un momento muy lindo. En esa ocasión recuerdo que le pedí al propietario del coche 1140 que me permitiera traerlo. Disfruté mucho de esos 340 kilómetros desde que salí del Chuy hasta que lo guardamos en Montevideo. Este tipo de cosas me traslada a mi juventud.
¿Cómo ve el futuro del transporte?
El futuro inmediato viene de la mano del cambio de la matriz energética. Hay una demanda cada vez mayor hacia las autoridades en cuanto a las condiciones para la movilidad, fundamentalmente porque va a llegar un momento donde no se va a poder circular en Montevideo ni en el área metropolitana. Y en lo que respecta a Cutcsa, continuamente, sin descanso, estaremos a la altura de las circunstancias, acompañando los avances tecnológicos y desarrollando las infraestructuras que esa tecnología necesita. Hay que adelantarse a lo que va a pasar porque eso es lo que le va a permitir a las empresas dar respuesta. Nosotros vamos a estar a favor de lo que nos permita mejorar la calidad del servicio y darle trabajo a nuestra gente.
Lo que Cutcsa nunca va a hacer, y nunca debería hacerlo en el futuro -porque no lo ha hecho en estos tiempos tan difíciles que se vivieron- es sentarse a llorar y a quejarse.
Hay un legado que nos dejaron los emigrantes: ‘Usted trabaje, sacrifíquese, no esté esperando que le regalen nada. Y después de que usted haga las cosas entonces demande, que los demás le den respuesta, pero primero usted hágalo’. Eso, aplicado a una realidad reciente, fue que en marzo del 2020 fuimos a Presidencia de la República a decirles a las autoridades que el transporte, sin condicionamientos, aseguraba la conectividad. No sabíamos cómo, pero estábamos seguros de que lo íbamos a hacer; después hablaríamos de cómo subsistiríamos. Pero primero hicimos lo que teníamos que hacer y no nos sentamos a discutir y a esperar a ver qué nos daban.
Perfil
Juan Salgado tiene 63 años, está casado hace 40 años con Olga y tiene cuatro hijos: Lucía, que es la mayor; Juan Pablo, que hoy es director en Cutcsa; Andrés y Gonzalo. Tiene tres nietos -Pía, Juan Manuel y Agustín- que pronto van a ser cuatro porque Luisa María llegará en setiembre.
En la charla no pasa por alto el recuerdo de sus padres, Antonio y Celia. De esta última destaca que era el motor fundamental de la casa. “Ella falleció con 94 años, y hasta sus últimos días cuando venían las elecciones agarraba el teléfono y hablaba con su gente, incitándola a votar. ¡Era una activista política! Hasta casi los 90 años se manejaba sola en los ómnibus, se subía y combinaba dos o tres líneas. Y si veía algo que no le gustaba iba y le decía al chofer: ‘dígame, ¿usted no tendría que hacer tal cosa?’, o ‘¿usted no se dio cuenta de que el ómnibus de la competencia va adelante y usted tiene que pasarlo?’ Era tremenda (se ríe con el recuerdo). Todos la conocían, y nunca nadie le faltó el respeto. ¡Y después venía y me pasaba las facturas a mí!”, relató el entrevistado.
Modelando el futuro
La dinámica de los tiempos que corren y los avances tecnológicos obligan a determinadas demandas y a la preparación continua tanto de los talleres como del personal. En ese escenario, y ante la incorporación de un número importante de coches eléctricos, hay que adecuar espacios y que sean funcionales a esa demanda. “Estos coches no solo van a tener aspectos exclusivamente relacionados con el carácter eléctrico de los mismos, sino que hay cuestiones relacionadas con las baterías, con los aires acondicionados, y a estos temas Cutcsa no los va a dejar en manos de terceros. La empresa lo asume y nosotros vamos a ser quienes representemos esa situación. Entonces, lo que anunciamos en estos días en forma virtual, pero con una imagen, es el nuevo Centro de Estudios Tecnológicos aplicados al transporte, en un edificio que va a estar en los talleres, en Dámaso Antonio Larrañaga 4072”, señaló el ejecutivo.
Vamos a hacer un edificio pura y exclusivamente para eso, que al frente se van a ubicar todos los que trabajen con la tecnología, y del lado de atrás van a estar todas las reparaciones. Lo que pusimos es la piedra fundamental virtual de lo que serán los nuevos talleres que demanda esta tecnología.
Este no va a ser un edificio administrativo, es un edificio taller donde la parte de software tiene mucho peso, porque las reparaciones se realizan, precisamente, trabajando en los software. Cutcsa asume la responsabilidad y el compromiso. Nosotros valoramos muchísimo eso porque, en primer lugar, nos permite hacer todas estas cosas en forma absolutamente cristalina. En segundo lugar, el hecho de que Cutcsa tenga la capacidad de asumir la reparación en todo sentido de su propia flota hace que no quede de rehén de un tercero. Hay un tema económico, sin ninguna duda, pero a la vez nosotros vamos a estar generando nuevos puestos de trabajo para nuestra gente, para la familia de Cutcsa.
¿Está la chance de prestar servicio a otras empresas?
Sin duda, pero no va a ser el fin principal. El objetivo es abaratar nuestros costos. Estamos hablando de cifras importantes, pero además de eso nos abre la posibilidad de generar puestos de trabajo. Nosotros ya venimos trabajando con UTU en darles becas a los estudiantes que están más avanzados. Es más, desde hace algunos años, cuando terminan la beca, la gran mayoría se quedan como operarios. Estamos trabajando con estudiantes de electromecánica y de todo lo relacionado con el tema eléctrico, porque es lo que se viene y vamos a ser demandantes de esa mano de obra.
Héroes anónimos
El miércoles 16 de agosto, con motivo de la celebración de los 86 años de Cutcsa, la compañía, en la figura de su presidente, realizó un homenaje a los trabajadores, o “héroes anónimos”, como fueron definidos, que durante la pandemia se la jugaron y arriesgaron sus vidas para brindar un servicio por el bien de toda la sociedad, destacando en ese sentido al personal del transporte de la empresa y de la salud, en este caso con una distinción a la Asociación Española y su gente, institución que estuvo representada por sus máximas autoridades. El reconocimiento quedó estampado en una placa conmemorativa en una pared del Club Social Cutcsa, en la Planta José Añón.
“En general, el transportista se levanta temprano para llegar con tiempo y revisar el coche antes de salir. Durante la pandemia, ese trabajador se levantaba una hora antes, pero para escuchar el informativo y tener un panorama de lo que se iba a encontrar ese día; y había dormido cuatro horas. Luego, se subía al ómnibus arriesgando su vida y sin saber qué iba a ser de él al final de la jornada. Eso fue lo que nos llevó, en una fecha tan especial como la de nuestro aniversario, a poner una placa en una pared como homenaje a nuestros héroes anónimos, y que la población sienta que forma parte de ellos, porque muchos tenían que usar el transporte público de forma obligatoria, dado que era la única manera que tenían de trasladarse”, reflexionó Juan Salgado en la charla con Empresas & Negocios.
El empresario contó que a finales de marzo de 2020 la dirección le pidió al personal que saliera de licencia, que se les iba a pagar a todos el cronograma. “Eso, en un mundo que no sabíamos hacia dónde iba ni qué iba a pasar en 10 días y donde solo había incertidumbre. Pero queríamos que la gente se quedara tranquila, y cumplimos; pagamos todo”, explicó.
Escenificando lo que eran aquellos días, el ejecutivo recordó lo increíble que resultaba que una empresa de transporte le pidiera a la gente que no saliera de su casa, y que sí lo hicieran aquellos que estaban cumpliendo un servicio esencial, como forma de minimizar los riesgos de contagio. En aquel momento la empresa puso énfasis en organizar los recorridos en la noche por los distintos barrios de Montevideo y que hubiese transporte en la zona de los hospitales para la entrada y salida tanto del turno de las 00:00 como de las 06:00, y que el personal de los centros de salud no sufriera inconvenientes para estar en el trabajo. “Lo que hizo el personal de Cutcsa durante la pandemia y en la forma en que se entregaron nuestros trabajadores fue conmovedor, por eso el homenaje”, finalizó Salgado.