Banco Mundial: “El 2022 ha sido un año de incertidumbres”

Gráficos que resumen la economía del año que se cierra

El Banco Mundial elaboró una serie de gráficos que muestran el desempeño económico de 2022, y que marcan los desafíos de cara al año que comienza. Allí se observan la desaceleración global, la inflación, las interrupciones en el suministro de alimentos, fertilizantes y energía, y otros desafíos globales, recordando que los efectos de la pandemia de covid-19 todavía persisten. 

A medida que tomaba forma una recuperación económica inestable y desigual durante 2022, el desarrollo mundial afrontó una nueva crisis. La desaceleración del crecimiento contribuyó a revertir los avances logrados en el programa mundial contra la pobreza y a aumentar la deuda global.

Un esfuerzo de vacunación a nivel mundial ayudó a los países a comenzar a salir de la pandemia y permitió que millones de niños regresaran a la escuela, pero los impactos duraderos de las recientes pérdidas de aprendizaje podrían durar años. La inflación de los precios de los alimentos y la inseguridad alimentaria aumentaron significativamente en 2022, y se agravaron debido al cambio climático y la invasión de Rusia a Ucrania. Esta situación contribuyó al alza de los precios de los alimentos, los combustibles y los fertilizantes.

A continuación, se muestran cuatro gráficos elaborados por el organismo multilateral, que resumen en grandes rasgos el desempeño económico del año que finaliza y que marcan los desafíos para el nuevo que comienza.

Desaceleración del crecimiento

La confluencia de crisis que definieron 2022 sigue enlenteciendo el crecimiento. La economía global atraviesa la mayor desaceleración luego de una recuperación posterior a una recesión desde 1970, y la confianza de los consumidores en el mundo ya ha sufrido una disminución mucho más pronunciada que durante el período previo a anteriores recesiones mundiales.

Pobreza: una agenda estancada

La pandemia de covid-19 supuso el mayor revés para los esfuerzos de reducción de la pobreza en el mundo en décadas, y la recuperación ha sido muy desigual. Para fines de 2022, hasta 685 millones de personas podrían estar viviendo en la pobreza extrema, haciendo de 2022 el segundo peor año en materia de reducción de la pobreza en las últimas dos décadas (después de 2020).

Además de los efectos persistentes de la pandemia, el aumento de los precios de los alimentos y la energía -impulsado por las conmociones climáticas y los conflictos como la guerra en Ucrania- ha impedido una rápida recuperación. Las actuales proyecciones indican que el 7% de la población mundial -aproximadamente 574 millones de personas- seguirá sumido en la pobreza extrema en 2030, un porcentaje muy lejano del objetivo mundial del 3% para dicho año.

Los cambios en las características de la deuda

El año pasado se intensificó la crisis de la deuda que enfrentan los países en desarrollo. Los niveles generales de la deuda en estos países han aumentado durante la última década, y alrededor del 60% de los países más pobres del mundo se encuentran en situación de sobreendeudamiento o en riesgo de estarlo.

Debido al exceso de deuda, los países más pobres del mundo no pueden realizar inversiones críticas en reformas económicas, salud, acción climática o educación, entre otras prioridades de desarrollo fundamentales. Tal vez lo más significativo sea que la composición de la deuda ha cambiado drásticamente desde 2010, y los acreedores privados desempeñan un papel cada vez más importante.

A fines de 2021, los acreedores privados poseían el 61% de la deuda pública y con garantía pública de los países de ingreso bajo y mediano, según el Informe sobre la deuda internacional 2022. Mientras tanto, los países que no son miembros del Club de París (aquellos que no son prestamistas tradicionales, como China, India, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos) también están desempeñando un papel cada vez más importante en el ámbito del financiamiento bilateral.

Por un lado, ampliar el grupo de acreedores ayuda a diversificar y distribuir el riesgo; por el otro, dificulta enormemente la reestructuración de la deuda. Esto es especialmente preocupante en un momento en que el crecimiento mundial se está estancando —lo que lleva a temer que se produzca una “estanflación”—, y las iniciativas mundiales, como el Marco Común, han demostrado ser insuficientes hasta ahora.

Inseguridad alimentaria e inflación

El 2022 se caracterizó por un marcado aumento de la inseguridad alimentaria en todo el mundo. La guerra en Ucrania, la alta inflación, las interrupciones de las cadenas de suministro y la desaceleración económica mundial se combinaron para impulsar grandes alzas de los precios de muchos productos e insumos agrícolas, como los fertilizantes. El Banco Mundial destaca que, para dar respuesta a esta situación, puso a disposición US$ 30.000 millones para abordar la inseguridad alimentaria a lo largo de un período de 15 meses. Asimismo, continúa colaborando con sus asociados para crear sistemas alimentarios y poder proveer alimentos a todas las personas, en todas partes, todos los días, mejorando la seguridad alimentaria y promoviendo la ‘agricultura sensible a la nutrición’.

En el ejercicio de 2022, los nuevos compromisos del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento y la Asociación Internacional de Fomento (BIRF/AIF) para la agricultura y los sectores relacionados llegaron a US$ 9.600 millones. Asimismo, la Alianza Mundial para la Seguridad Alimentaria, convocada conjuntamente por el G7 y el Banco Mundial, puso en marcha en noviembre el Panel Global de Seguridad Alimentaria y Nutricional, una herramienta clave para acelerar una respuesta rápida a la crisis mundial de seguridad alimentaria que se está produciendo.


La pobreza estructural de América Latina

La línea de pobreza definida por cada país generalmente refleja el monto por debajo del cual no se pueden satisfacer las necesidades mínimas de nutrición, vestimenta y vivienda de una persona en ese país, según el Banco Mundial. 

En América Latina, se observan grandes diferencias en los porcentajes de la población que viven por debajo de las líneas nacionales de pobreza en los distintos países.

Guatemala (59,3%), Haití (58,5%), Honduras (48%), México (43,9%) y Colombia (42,5%) son algunos de los países de Latinoamérica con un mayor porcentaje de la población viviendo bajo la línea de pobreza. También registran niveles preocupantes de pobreza Argentina (42%), Bolivia (39%), Venezuela (33,1%), Ecuador (33,5%) y Perú (30,15%).

Los países con un menor porcentaje poblacional viviendo bajo la línea de pobreza son Chile (10,8%), Uruguay (11,6%), Nicaragua (24,9%), El Salvador (26,2%) y Costa Rica (30%).

En la tasa nacional de recuento de la pobreza realizada por el Banco Mundial no figuran datos de algunos países como, por ejemplo, Brasil, aunque un breve informe dado a conocer en octubre por el organismo indica que, en 2021, alrededor del 28,4% de los brasileños eran pobres.

Por otra parte, la Cepal advirtió recientemente que la región de América Latina se enfrenta a una “grave crisis social” y que los niveles de pobreza para el año 2022 se situarán en el 32,1% de la población total, una cifra superior a la que se registraba antes de la pandemia, en 2019.

Además, la incidencia de la pobreza es mayor en algunos grupos de la población en la región: más del 45% de la población infantil y adolescente vive en la pobreza y la tasa de pobreza de las mujeres de 20 a 59 años es más alta que la de los hombres en todos los países. De igual forma, la pobreza es considerablemente más alta en la población indígena o afrodescendiente.