Pascale: “Uruguay invierte 0,4% del producto en investigación y desarrollo, lo que impide que crezca al nivel que se espera”

Ricardo Pascale, doctor en sociedad de la Información y Conocimiento

El expresidente del BCU publicó recientemente “El Uruguay que nos debemos”, un libro donde aborda la problemática de la divergencia del país con respecto de los países de referencia. Así lo explicó en una entrevista que concedió a CRÓNICAS, donde además resaltó que esa divergencia se explica en que Uruguay tiene una economía “basada en commodities y productos industrializados de baja y media tecnología”.

Por Mateo Castells

Para hablar maneja los tiempos a su antojo y se toma las licencias que solo una persona de su envergadura se puede tomar, para realizar las pausas necesarias e insertar en el diálogo algún relato de su amplio anecdotario para enriquecer lo que está narrando. La visión de la actualidad de Ricardo Pascale no sólo llama la atención por la claridad con la que explica y aborda punto por punto los principales aspectos económicos que hacen a la realidad actual del Uruguay y del mundo, sino que también resulta llamativo la soltura y propiedad con la que habla de un siglo XXI que avanza a pasos agigantados y parece engullir, a su paso, con los paradigmas de antaño. 

-En su anterior libro “Del freno al impulso” aconsejaba entrar en una economía del conocimiento. En este nuevo libro, ¿cuál es el mensaje?

-El mensaje es que tenemos un país espléndido para dar un salto. Los cimientos de la casa están muy ordenados y sólidos, entonces el anterior libro plantea que, a pesar de tener los cimientos ordenados, eso no implica mejorar, creer y tener más bienestar. En la tercera década del siglo XXI, donde estamos viviendo la cuarta revolución industrial y tecnológica, caracterizada por enormes innovaciones disruptivas y cambios muy rápidos, no alcanza con tener los cimientos ordenados. Para crecer, para que la población viva mejor y para que no tengamos un drenaje de talentos como estamos teniendo, hay que aggiornarse. No alcanza con que los cimientos estén bien, debemos construir la casa. En el mundo actual se debe ingresar potentemente en una economía basada en el conocimiento. Tenemos dos caminos: quedarnos con los cimientos o crecer. El objetivo de “El Uruguay que nos debemos” deriva, básicamente, en que Uruguay diverge, lo que significa que nuestro Producto Interno Bruto (PIB) per cápita está creciendo menos que el de los países avanzados como Alemania, China y Japón, pero también que el de aquellos países que recientemente han ingresado en esa categoría, como lo son Finlandia, Corea del Sur o Israel. Uruguay tuvo una tasa de crecimiento del 2,18% en el período comprendido entre 1960 y 2019, pero en ese mismo lapso los países desarrollados tuvieron un crecimiento de entre 2,5% y 3,5%, lo que explica esta divergencia. Este libro ataca este problema y busca explicar, de cierto modo, esta realidad. Si estamos divergiendo, tenemos que ver por qué ocurre y cambiar lo que sea para converger.

-¿Qué factores explican esta divergencia?

-La divergencia se explica en que tenemos una economía basada en commodities y en productos industrializados de baja y media tecnología. Últimamente apareció un cierto empuje del sector servicios, que son más dinámicos, pero acá el cambio debe ser generalizado. Hoy lo que importa en el mundo son las ideas y el conocimiento, que se forman con muy buena educación y con ciencia, que en nuestro caso la tenemos pero debemos impulsar para que se transfiera al sector productivo. El problema está claro. La salida, como sugiere Schumpeter, puede estar en la respuesta creativa que se le pueda dar a esto, como lo han hecho la mayoría de países que han tenido un marcado crecimiento. Vivimos en un mundo en el que no solo importa tener máquinas; también es necesario tener ideas para ser competitivo y dar un salto a nivel de productividad. Y para llegar a esta economía se deben poner nuevos pilares en la casa. Estos nuevos pilares son la educación, la ciencia, la tecnología, la innovación y cómo se inserta el país a nivel internacional. Es muy importante, para una economía basada en el conocimiento, la forma en que se conecta con el mundo, porque a medida que ocurra esta conexión con países que exijan mayores demandas de conocimientos se dará un crecimiento potenciado.

También es importante tener una infraestructura altamente digitalizada y transferir el conocimiento hacia el sector productivo, para así generar startups. Uruguay invierte 0,4% del producto en investigación y desarrollo, lo que impide que se crezca al nivel esperado.

-Usted habla de los bajos porcentajes de inversión en innovación y desarrollo, y también ha hecho énfasis en el rol fundamental que tiene la educación en esta cadena. ¿Cómo ve la postura de Uruguay frente a la educación?

-Ahora se ha hecho un esfuerzo muy grande por mejorarla, pero da la sensación que para llevar adelante los cambios que se necesitan, que involucran por supuesto a la educación, se requiere un nivel de acuerdo en algunos puntos básicos. Cuando estamos hablando del rumbo del país, la educación es un apartado donde no existe un rumbo definido. Deberíamos tener un acuerdo político que contemple estos pilares fundamentales, donde participen los distintos colectivos nacionales, sindicatos, organizaciones empresariales, universidades y el mundo académico. Un caso ejemplar de esto es el de la provincia italiana Emilia Romagna, donde se implementó un pacto con 54 participantes, desde el gobierno hasta organizaciones empresariales. Ellos se plantearon la misma pregunta que humildemente propongo, para salir del estancamiento y apostar a crecer.

-En varias oportunidades lo he escuchado hablar de los ejemplos de Suiza con el chocolate y de Italia con el café, de cómo esos países potenciaron estos productos al aplicar la ciencia y el conocimiento. ¿Qué nicho similar considera que tiene Uruguay para explotar de esta manera?

-Uruguay debe buscarlo y crearlo. Tenemos todo el mundo para seguir creando, pero hay que tener en claro que debemos apuntar a la innovación, no podemos seguir con un letargo en aspectos principales. Y esta innovación también se aplica a los sectores tradicionales, como lo es el agro, que es uno de los sectores que más ha invertido en innovación. Estamos hablando de que se debe dar una revolución potente, en el sentido de cómo se orienta el país. Uruguay tiene mucha cultura de cómo se maneja el corto plazo, pero no tiene tiempo para pensar en el mediano y largo plazo. Y esto, en el fondo, lo construimos nosotros, los uruguayos. La excusa de que Uruguay es un país chico no es viable, porque países más pequeños que nosotros tienen un crecimiento y una visión largoplacista muy rica. No es una cuestión de tamaño, sino de rumbo. 

-¿Qué obstáculos existen en este camino hacia el crecimiento de Uruguay?

-Tenemos dos obstáculos en el proceso de crecimiento de nuestro país. Uno de ellos es la extrema aversión al riesgo que está relacionado con la idiosincracia uruguaya, lo que hace que no tengamos rumbo. Así se genera la paradoja de la extrema aversión al riesgo, que queriendo evitarlo se termina sumergido en un escenario de riesgo peor del que se quiso evitar. Un ejemplo de esto es el sector público, que debe tener un rol determinado, ser eficiente e innovador y no trancar, porque la administración pública está para ayudar y fortalecer. El otro obstáculo que encuentro, que es consecuencia de lo anterior, es la diáspora que tenemos. La gente se va en busca de oportunidades que acá no tiene, lo que determina que ajustemos por población. Lo que pasa es que Uruguay forma a la gente y esa gente se va a otro país. Pero si hubiera oportunidades acá esa gente se quedaría, pero para ello se requieren acuerdos en los grandes temas. También hay que contemplar un tema muy importante, que es lo que yo llamo la administración del cambio. En un país como Uruguay, donde existe una tremenda lentitud para los cambios, la gestión de los mismos es fundamental. 

-Con el panorama actual del país, en materia de educación, tecnología, innovación e investigación, ¿hacia dónde piensa que está yendo Uruguay?

-Uruguay está apuntando a que los cimientos estén bien. Esporádicamente, y por factores puntuales, se puede dar un crecimiento, que es menor del que debería darse para que los uruguayos tengan un mayor bienestar. El proceso para que Uruguay esté rumbeado y crezca es tener una estrategia a largo plazo, que se basa en los pilares que enumeré y que cuenta con los obstáculos que mencioné. Por otro lado, pienso que para que Uruguay tenga rumbo se debe nuclear en torno a algo que le de identidad. No tuvimos civilizaciones de alto desarrollo como en el caso de México o Perú. Hay que partir de la base de que las naciones fracasan porque no tienen instituciones. Cuando tienen buenas instituciones funcionan bien, y cuando no, funcionan mal. América Latina fue colonizada por civilizaciones extractivas, en vez de ser inclusivas como lo fue la colonización anglosajona. Esto, en parte, explica la falta de identidad que tenemos.

-¿Usted es optimista frente al futuro?

-Soy optimista, pero no de manera exagerada. Mi optimismo se fundamenta en el pensamiento de todo lo que nos queda por hacer. En Uruguay tenemos casi todo por hacer; sabemos cuál es el diagnóstico y tenemos claro cuál es la terapia, esto es lo que me lleva a pensar positivamente en que esto se logre plasmar en algunos puntos de coincidencia. La sociedad debe demandar soluciones frente a esto, demandar que haya rumbo, porque las clases dirigentes son muy sensibles a los pedidos de la gente.


La otra cara de Ricardo Pascale: El arte plástico

¿Qué quiso transmitir con su última obra “Leibniz saltando la cuerda”?

-Traté de unir mis dos pasiones: el arte y la academia. Yo tomo al arte como una forma de ser consciente de lo que uno es y expresarlo, para estar cerca de la gente. En este caso usé las matemáticas, que para mi y para muchos, conlleva una belleza especial. Para referenciar a Leibniz fue necesario tener en cuenta el espacio de la sala del Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) e hice estas catenarias, que Leibniz fue quien cerró esta ecuación que en su momento no se conocía. Esta figura se parece a una parábola, pero no lo es. El objetivo de la muestra no es entrar en el mundo académico y darle ese enfoque, sino abordarlo desde el arte, y a eso alude lo lúdico del título, para que nadie se crea que es un homenaje a Leibniz.