Juan Pedro Mir: “En educación hay que trazar una hoja de ruta a 10 o 15 años, como se está haciendo con la seguridad social”

EN PANINI’S

Juan Pedro Mir, presidente de Eduy21


En un escenario de pandemia que complejizó los procesos de aprendizaje, se necesitaría un incremento de la inversión en educación pública, de acuerdo con el planteo del maestro y exdirector de Educación entrevistado por CRÓNICAS. Por otra parte, se mostró optimista con respecto a una eventual reforma educativa con la que se generen cambios que apunten a una mayor calidad de la enseñanza. También habló acerca del cambio de gobierno y adelantó que no descarta volver a la arena política.


 El menú  En la cava de Panini’s, Mir degustó anchoa acompañada de puré cremoso de papa y ajos asados con salteado de verduras, y para beber prefirió agua mineral.


Por Magdalena Raffo | @MaleRaffo

-Esta semana empezó con un paro de primaria en Montevideo por la agresión a una maestra, ante lo cual el ministro de Educación, Pablo da Silveira, lamentó la “falta de sensibilidad social” del sindicato por la medida adoptada. ¿Qué reflexión le merece?

-Es muy complejo; las escuelas, y particularmente las maestras, están cargando sobre sus hombros gran parte de la problemática social. Yo no voy a juzgar la medida, pero como todo paro, afecta. El problema de fondo es la ruptura del tejido social, que es un tema que excede a la institución.

Por otro lado, el eje de la escuela es la integración social y cultural, no puede ser que el argumento sea que se corta un día de alimentación. Entonces, las maestras tienen que plantear de qué manera pueden articular con otros actores para sostener una realidad social tan compleja como la que estamos viviendo.

-¿Hay medidas concretas que se puedan proponer para acortar la brecha educativa dada por ciertos contextos sociales complejos y las diferencias entre la educación pública y privada?

-Sí, hay medidas fundamentales para tomar, entre ellas, el incremento de la inversión en educación pública. La brecha educativa es un reflejo de la brecha social, no es solo un problema escolar. En este asunto es esencial la extensión del horario, la racionalización del calendario escolar, el trabajo con la comunidad, el uso de instituciones escolares para actividades socioeducativas y el desarrollo de espacios de aprendizaje profesionales.

Un joven que no tenga un manejo mínimo del inglés queda absolutamente excluido de opciones laborales o de desarrollo profesional en pocos años. Es por ello que resulta de vital importancia el desarrollo de una segunda lengua en todo el sistema educativo en forma competente.

-Mencionó el incremento de la inversión. Las autoridades han argumentado que hay escasez de recursos porque heredaron un alto déficit de la administración anterior, a lo que se le sumó la crisis desatada por la pandemia. ¿Usted considera que la educación de todas formas debería estar en las prioridades de asignación de fondos?

-Educación, salud y cuidados sociales tienen que estar en los primeros lugares. Por supuesto que estamos en un contexto muy complejo y se ve cierta dosis de racionalidad en cuanto a la problemática del gasto público, pero la inversión en educación media y básica sigue estando muy por debajo de los estándares internacionales.

El costo por joven del sistema público es muy inferior al de instituciones privadas. Uruguay, con el Fondo Nacional de Salud (Fonasa), hizo un sinceramiento de los costos de las alícuotas por niño, por joven, por adulto, y también debería hacerlo en el sentido de cuánto estamos dispuestos a gastar por joven en el sistema educativo.

En nuestro país, el 80% de la matrícula es de la enseñanza pública, entonces, debemos fortalecerla para que vuelva a atraer a los sectores medios que se han ido. No es cerrando colegios privados ni atacando a la educación privada que se atiende el problema, sino mejorando la propuesta de la enseñanza pública en extensión horaria, en salarios a los docentes, en profesionalización.

-Eduy21 había planteado años atrás que se necesitaba un aumento de los recursos. Considerando que el ministro Da Silveira y el presidente del Codicen, Robert Silva, integraban la institución antes de formar parte del gobierno, ¿por qué cree que no se ha logrado ese cometido que se habían propuesto?

-Son opciones políticas que se dan en un escenario tan complejo como el que estamos viviendo. Yo no puedo responder ni por Pablo ni por Robert. Cuando hicimos la evaluación de la necesidad de un sistema único de tres a 15 años, determinamos que se precisaba un incremento del 1% del PIB.

En particular, en educación media básica el aumento de recursos es condición necesaria para concretar la extensión del horario, la reformulación curricular, que haya otros formatos de trabajo más allá de los 40 minutos de clase con cada profesor. Hay un contexto y una política global que llevó a que los presupuestos educativos estuvieran congelados.

-Dejando de lado el tema presupuestal, ¿qué lectura hace de la gestión del gobierno en materia educativa hasta el momento?

-Ha sido una gestión de emergencia. En el panorama latinoamericano, Uruguay se encuentra bien posicionado: ha tenido una continuidad en las clases, ha vuelto lo antes posible a la presencialidad, de la mano del enorme esfuerzo de maestros y profesores. El desafío es cómo, con una pandemia que continúa, se generan los cambios en el sistema que apunten a una mayor cobertura y calidad en los aprendizajes de nuestros estudiantes.

-¿Qué objetivos persigue Eduy21 en el contexto actual?

-En este contexto, lo que une a este espacio tan amplio, plural y diverso, es el Libro Abierto y aquella hoja de ruta que hablaba de un cambio curricular, la profesionalización docente y modelos educativos que tengan niveles de autonomía dentro del espacio público.

-Decía que el gobierno debió hacer una gestión de emergencia. ¿Cree que están dadas las condiciones para concretar la tan mentada reforma de la educación en este período?

-Yo soy muy optimista. Tiene que haber un amplio espacio político que trascienda la coalición de gobierno, que incorpore actores de la oposición, para generar acuerdos que permitan trazar una hoja de ruta a 10 o 15 años, como se está haciendo con la seguridad social. El sistema político eso nos lo debe y ojalá los actores profesionales y sociales podamos acompañarlo.

-En la búsqueda de esos consensos para una política de Estado en educación, como se ha dicho, ¿por dónde habría que empezar? ¿Cuáles son los primeros temas a poner sobre la mesa en ese debate?

-Primero que nada, tiene que haber acuerdos en cuanto a un incremento importante en la financiación, que implique mejoras salariales y de las condiciones de trabajo de los docentes y de todo el conjunto de actores en torno al sistema educativo.

Otro de los puntos a definir es cómo se deben articular con lo educativo, en territorio, los recursos que muchas veces el país destina a través del BPS, del Fonasa, del Mides, y que haya espacios socioeducativos abiertos los 365 días del año.

Además, hay que llegar a un consenso para permitir el desarrollo universitario de los profesionales de la educación y que se generen condiciones para que muchos jóvenes opten por la docencia como una salida profesional de calidad, y no que sea una opción de segundo o tercer orden.

La clave de la educación pública es que vuelva a enamorar a los sectores que la han abandonado. Ese es el principal desafío político. Para eso hay que adecuar horarios, porque la escuela de cuatro horas ya no funciona, está muy lejos de la necesidad de las familias. No hay inversión de género y de desarrollo social de las familias jóvenes más importante que una atención de educación y cuidados potente pública para todos.

-¿Ese tema está en debate?

-Yo no lo veo, pero es primordial. No hay posibilidad de que los sectores excluidos ganen espacios en el mercado laboral, que los sectores medios vuelvan a la escuela pública, si no hay una oferta educativa que contemple necesidades como la extensión horaria, porque nadie trabaja cuatro horas. Y se acabó aquel mundo donde las abuelas cuidaban a los chiquilines, porque hoy las abuelas también trabajan. Este punto, que tuvo cierto impulso en los períodos pasados con la expansión de escuelas de tiempo completo y extendido, es una prioridad.

A su vez, cabe destacar que hay realidades diferentes en el país. El abandono de los jóvenes en zona rural es un problema. Uno siempre lo centra en el área metropolitana, pero las tasas más bajas de escolarización en enseñanza media se dan en Treinta y Tres, en Cerro Largo, en Artigas. Ahí se debe profundizar el trabajo; hay que hacer un plan nacional que permita a los jóvenes en zonas rurales continuar los estudios, quizás con una modalidad híbrida.

-En 2015 fue cesado de la Dirección Nacional de Educación luego de decir que no estaban dadas las condiciones políticas para hacer el cambio de ADN prometido por el Frente Amplio (FA). ¿Cómo quedó su relación con la coalición de izquierda tras lo sucedido?

-No tengo militancia político-partidaria. Me tomé un descanso. Toda la vida fui militante político, pero me hizo bien este distanciamiento; ha sido bueno para mí, para mi entorno y mi carrera profesional.

-¿Está descartada su vuelta a la arena política?

-No, no descarto participar en proyectos. Quizás no es el tiempo ahora, que pienso seguir profundizando en las tareas profesionales que estoy llevando adelante.

-“Me representa el tono y el contenido. Richard Read plantea un debate fundamental”, expresó usted en Twitter, junto a la entrevista que Read dio a CRÓNICAS, en la que dijo: “El FA es un ómnibus cuyo chofer va para cualquier lado y hay que sustituirlo por otro”. ¿Por qué comparte esta postura?

-Read es un referente; he tenido la posibilidad de trabajar con él, de dar una mano en los centros sociales y educativos de la FOEB. Esa mirada con sensibilidad social y que no trate de homogeneizar los discursos, que trate de buscar la unidad en torno a acuerdos republicanos, es una de las potencias de la línea que ha seguido Read en estos últimos años y hace que yo me sienta representado. Es una persona más que valiosa para seguir haciendo cosas por el país. Y sobre el FA, hoy está en plena discusión de pensar por qué perdió las elecciones.

-¿Usted a qué lo adjudica?

-Hubo una propuesta de un líder político emergente como Lacalle muy potente, muy inteligente, que puso bajo su ala un proyecto de país. Otro elemento es el cansancio lógico de 15 años de gobierno, donde es difícil renovar el encanto.

Por parte de los gobiernos anteriores hubo enormes logros, pero hubo una subestimación de procesos sociales, como el no haber percibido los cambios que se estaban dando en el Interior y reclamos que se consideraban superfluos, pero que reflejaban su sentir, como Un solo Uruguay. Eso alejó al FA de una gran cantidad de votantes.

La figura de Talvi y la aparición de Cabildo Abierto implicó que votantes frenteamplistas migraran a esos espacios.

Se dio un fenómeno que no puede alarmar a nadie, que es la alternancia en el gobierno, y se hizo fantásticamente. Y hoy se da el debate político, que es natural. No nos podemos asustar por el hecho de que dos senadores discutan. La famosa grieta, en Uruguay no existe; hay cultura política.


“Yo estoy a favor de la libertad y la pluralidad de partidos”

-¿Qué opinión tiene sobre lo que está sucediendo en Cuba?

-Mi visión es más cercana a la que planteó Danilo (Astori). El problema de Cuba es que, para la identidad de la izquierda latinoamericana, la revolución cubana fue un antes y un después: significó que aquella izquierda urbana, sindical, de origen comunista, anarquista, socialista, se ampliara a nuevos sectores.

Como republicano y demócrata, en Uruguay no va más el concepto de dictadura del proletariado. No se trata de la libertad burguesa o capitalista, sino de la libertad sin adjetivos, que es la capacidad del sujeto de construir su proyecto de vida, de votar al partido que quiera, de poder expresarse.

Esto no exime de responsabilidad a Estados Unidos, que ha tenido un rol irracional de bloqueo.

Yo estoy a favor en Cuba, Colombia, Chile, Uruguay y cualquier país del mundo, de la libertad y la pluralidad de partidos. No dejo de reconocer los valores sociales de cierto igualitarismo de la revolución cubana, pero veo con mucho dolor los procesos de represión hacia la disidencia.