La Perla Negra, una ópera que ilustra la vida de Lágrima Ríos al ritmo del tango, candombe y milongón

El homenaje tuvo su única función el 30 de junio

El 30 de junio en el Auditorio Nacional Adela Reta, La Perla Negra, una ópera en homenaje a Lágrima Ríos, tuvo su única presentación con una sala llena y una cálida devolución del público. Con bloques que hacen un recorrido fiel por los puntos clave de su vida, la obra logra captar la atención y envolver a los espectadores en la vida de la artista, con arreglos musicales con alta iconicidad, que acompañan el transcurso de las escenas y las voces principales de Álvaro Godiño y Ángela Álves.

Por Mateo Castells | @teocastells

Suena un piano, un violín y un bandoneón. Cuando las tensas cuerdas alcanzan las notas más altas, se levanta el telón. Al fondo del escenario, un diseño que imita las postales cotidianas de los conventillos se luce ente colores amarillos y verdes, mientras a las altas paredes del lugar, con sus pequeñas ventanas y puertas blancas, las atraviesan las cuerdas donde los ropajes se colgaban al sol.

La melodía de un tango de Gardel se escucha cuando las lonjas irrumpen en el ambiente sonoro, y al frente del escenario dos escoberos hacen de las suyas. Detrás de sus pantomimas están las mamá viejas, los gramilleros, un piano, un chico y un repique, que conviven con los personajes principales de la trama y dan inicio a la función.

La Perla Negra es una ópera que cuenta la vida de Lida Melba Benavídez, conocida en la jerga popular como Lágrima Ríos, una destacada cantante de tango y candombe con una trayectoria triunfal, con giras a lo largo del mundo en su haber y una historia rica en épica, esfuerzo y sacrificio, que llevó a que el pasado viernes 30 de junio, en la sala Eduardo Fabini del Auditorio Nacional Adela Reta, haya sido presentada, en una única función, esta obra en homenaje a su trayectoria.

Con libreto de Raúl “Ciruja” Montero, la música de Beatriz Lockhart, la dirección musical de Esteban Louis, la dirección escénica de Hugo Baldomuro y el diseño de arte de Agó Paez, con Ángela Álvez y Álvaro Godiño representando los papeles principales, La Perla Negra muestra sobre las tablas solidez en todas sus aristas.

Cuando la música cesa, una conversación entre madre e hija cuenta las dificultades económicas de su familia, su deseo de estudiar y su afán por superarse. La situación se desata cuando las familias vecinas entran al tinglado, mostrando cómo la música latía cerca de la cantante. Es así que en un bar de la calle Isla de Flores, en el corazón del Barrio Sur, Lida Melba Benavídez, en su niñez, tuvo un encuentro cercano con Carlos Gardel, lo que terminó por marcar su trayectoria.

Al compás de un milongón, los 20 componentes que acompañan la escena cantan, representando la voz de la sociedad afro de aquel entonces, que “nos quieren pa´l fobal, el candombe y el tamboril”, estrofa con la que se cierra abruptamente el primer acto.

Entre racismo y desigualdad social, sus peripecias

Marcada por la cercanía al candombe, su voz prestigiosa y su relación de cercanía con Anselmo Rossi, dio sus primeros pasos en el canto en pequeños boliches de la capital uruguaya. 

Para introducir este acto la escenografía cambia, el bullicio desaparece y la música cesa. En el escenario se representa una situación de rechazo que vivió, por ser afrodescendiente, tras ser contratada para cantar en un bar reconocido de Montevideo y que los guardias del establecimiento le impidieran el acceso. Anselmo, representado por el barítono Álvaro Godiño, canta indignado ante la situación de discriminación: “Presiento chiquita que tu vida va a cambiar”.

La atmósfera se vuelve melancólica mientras la escena cambia y un tango augura el cierre de esta. En las tablas, cinco parejas bailan tango. Bailan sincrónicas, abruptas, con un vestuario anacrónico que ilustra la nostalgia del tango y sus movimientos tenaces. Bailan como se bailaba en el siglo XX, problemático y febril.

Nuevamente cambia la escena. La historia da un salto temporal y muestra una parte de su vida cuando lo que ganaba apenas le daba para vivir, las preocupaciones por su hermano se llevaban el foco principal de su día a día y encontraba cierto desencanto en su música.

Pero es entonces cuando Anselmo vuelve a irrumpir, quien tras el paso de los años se había mudado a Argentina, y tras divorciarse retornaba a su ciudad natal, habiendo comprado una casa en el barrio Malvín. Se da una conversación y un canto que acerca a Lágrima Ríos y a Anselmo, quien promete llevarla al estrellato haciendo uso de sus contactos. Cuando la escena alcanza su clímax ambos se funden en un encuentro de amor, materializando su unión. De fondo, la orquesta entona las estrofas de Caminito, tango de renombre de Carlos Gardel, cuando esta vez el cambio de escena da pie a que el público imagine el desenlace de la siguiente parte. El bloque se cierra nuevamente con tambores, mientras el público aplaude, al ritmo de la clave del candombe, que se mimetizan con el eco de las maderas y las lonjas.

Su salto de calidad, sus giras y su adiós

Tras girar por Europa, Estados Unidos y Japón, la artista regresó a Uruguay de manera triunfal. La escenografía principal del bloque representa un Estadio Centenario repleto ante un recital de Lágrima Ríos. A ella la acompaña una comparsa con todos sus integrantes, que al finalizar el bloque cierran con un milongón característico de la artista.

Pasado el tiempo, la protagonista de la historia padece una afección cardíaca y se enferma. Ángela Álvez viste de blanco y se muestra indefensa en una cama de hospital. Las enfermeras la reconocen por su destacada trayectoria y solicitan autógrafos. 

Del otro lado de la escena, Anselmo canta y manifiesta su tristeza y preocupación. Un encuentro con un médico le brinda un escenario para nada alentador. Lágrima Ríos espera su muerte mientras nuevamente el cuerpo de canto de 20 personas canta un milongón.

La escena es de despedida, Anselmo y Lágrima se encuentran por última vez. Ella luce un vestido blanco, largo, limpio. La pareja se separa. El cuerpo canta hasta que dejan lugar a la orquesta. De fondo, cuando el personaje principal representa su muerte, tendida en el piso dejando desparramado su ropaje largo color marfil, la imagen de un hombre y una niña tomada de la mano representa el reencuentro de Gardel y aquella niña que lo conoció en un boliche de la calle Isla de Flores. 

Tras un cierre que logra erizar la dermis de quien escribe y de su cálida compañía, y que es capaz de captar la atención atónita de todo el público presente, gramilleros, mamá viejas, escoberos y tambores copan el escenario. Nuevamente las palmas dan la clave, mientras el repique rezonga y augura el final, en un escenario que se colma de homenaje. El telón se baja y el público dice adiós.

La Perla Negra, en su única función, logra representar fielmente la vida de una artista que marcó una época y que sin dudas merece un homenaje. A través de un repertorio musical que atraviesa el tango, la milonga y sus candombes, toca los puntos principales de su vida de forma que es capaz de despertar la curiosidad de los que no conocen, a profundidad, la carrera de Lida Melba Benavídez.