La cultura de los corderos

Por Graciela Bianchi (*) | @gbianchi404

Izquierda y derecha fueron diferenciales ideológicos nacidos durante la Revolución Francesa según el lugar que se ocupara en la Asamblea: quienes se sentaban a la izquierda se identificaban con quienes, con voluntad revolucionaria, querían cambiar el antiguo régimen por diferentes caminos, algunos pacíficos y otros muy violentos; y a la derecha, quienes querían conservar los privilegios. Así, durante mucho tiempo, tanto que muchos siguen utilizándolos hoy, se asimiló a la izquierda como contraria al capitalismo y a las formas democráticas de gobierno, y a la derecha como conservadora y reaccionaria a los cambios. La socialdemocracia fue un intento de pretender conciliar la búsqueda de la justicia social por medios pacíficos y modos republicanos. Falló en su intento; hoy claramente por falta de financiamiento en la medida que a través de impuestos cada vez más gravosos  y aplicados a casi todos los sectores sociales, incluso humildes trabajadores que viven de magros ingresos. Quedó claro que es imposible sustentar a grandes sectores de la población sin trabajos genuinos. La deformación del Estado de Bienestar llevó al Estado de Beneficencia y luego, directamente, al populismo. Este también fracasó, tanto de izquierda como de derecha y así vemos intentos que van desde Estados Unidos, algunos países europeos -en especial España- y gran parte de países latinoamericanos. Fueron tan estrepitosos los fracasos de las experiencias socialistas que el imperio implosionó, ya que no fue necesario una revolución para que desapareciera la Unión Soviética y los países sometidos. Lo más importante es destacar que lo que quedó sobre todo en Rusia fue una sociedad estratificada en clases sociales donde las dominantes se nutrieron del manejo del Estado en forma dictatorial. Hoy, las 75 fortunas personales equivalen a los bienes que poseen los 145 millones de rusos del total de la población. Sobre la cantidad de muertos hay una estimación que algunos consideran, no sin cierta razón, que alcanzaron los 100 millones. Basta pensar que solo por las hambrunas provocadas por la política económica llevada adelante por Lenin murieron 30 millones de personas. ¿Qué desafíos tenemos hoy? Creemos que más temprano que tarde se consolidará la oposición entre democracia y autocracia. Ya no más populismo, sino poder concentrado de autócratas que nos cuestionan como civilización y como país latinoamericano con fortalezas similares a Chile. A nivel internacional, Irán junto con Rusia se posicionan como líderes de los países autocráticos y financian a otras naciones con historia y realidades políticas identificadas otrora con la civilización occidental. Sin duda, los más desgraciados ejemplos son Venezuela y Cuba, pero nadie está libre de esta tendencia cada vez más firme. China, fiel a su larga historia de más de 5.000 años no tiene, en principio, objetivos de expansión territorial sino comercial de la que somos beneficiarios con nuestra producción. Para nosotros, por nuestros orígenes, España hoy duele y enseña. Nuestra “madre patria” es  el resumen de los peligros y la esperanza. El valioso ejemplo de la salida democrática del régimen franquista con la otrora incuestionable monarquía constitucional liderada por Juan Carlos I, y hoy por Felipe VI, está enfrentando una grave  crisis político-institucional. Detrás del avance de la “izquierda radical” representada en Podemos (chavista y probadamente financiado por Irán) y la alianza con el restaurado PSOE, que retomó las tendencias autocráticas del partido que durante la Guerra Civil, fue el representante y hacedor de la influencia soviética representada por Stalin. Elocuentes son las imágenes de importantes monumentos de la capital española “engalanados” con los retratos de Marx, Engels y el mismo sangriento dictador ruso; aunque nada supera la entrega de las tres cuartas partes de las reservas de oro (estimadas en 510 toneladas) a la Unión Soviética por Largo Caballero. El intento de la socialdemocracia que impulsó Felipe González fracasó y hoy España es ocaso y esperanza. La victoria de Isabel Díaz Ayuso en la Comunidad de Madrid, en una lectura superficial, es el triunfo de la derecha representada por el Partido Popular, con el apoyo de Vox, que podría en otros momentos identificarse con la ultraderecha y la desaparición de Ciudadanos. Este último se desdibujó  ante la ciudadanía madrileña, tratando de relativizar todos los riesgos. Como Podemos, fue eliminado de las opciones políticas de la comunidad madrileña, la que se hartó  de lo “políticamente correcto”, de la postura de conciliación con los extremos, sobre todo con la inexplicable alianza del PSOE con Bildu (versión civil de la ETA) y con los separatistas vascos. Se cansaron de la distorsión del idioma para justificar ideologías que abraza la “izquierda” más radical y la no tanto, que no puede existir sin la confrontación y la postura “amigo-enemigo”. Debemos tomar conciencia que la diplomacia es para la Cancillería. La vida política es confrontación cuando se trata de adversarios, pero mucho más cuando se trata de enemigos. La derecha hoy es la que defiende los valores democráticos y la condena a la guerrilla y sus sucesores, y la izquierda se ubica en las antípodas. Y el reflejo internacional es quiénes están detrás de cada partido o movimiento nacional.

Los planteamientos relativistas son sumamente peligrosos para la defensa de nuestra forma de vida y nuestros valores. Esta es la explicación del triunfo de Ayuso, que es esperanzador no sólo para España, sino para todos los que tenemos los mismos orígenes y presente civilizatorio. Y aquí aparece la academia, que si bien aún hoy y como debe ser, debate aparentemente sobre los mismos temas,  abre cada vez más el camino  para aceptar los riesgos de lo “políticamente incorrecto”. En esto también fue buen ejemplo la Real Academia Española, que resistió el franquismo y ahora resiste el avasallamiento del idioma, porque en esto reside nuestra cultura en el sentido más amplio. Puede parecer menor, pero hoy hasta en estos frentes estamos defendiendo nuestros valores. En la historia de los pueblos no hay casualidades sino causalidades. El respeto nunca debe faltar en debates entre adversarios; la pregunta es si es posible con enemigos probados. Yo respondo NO y me hago cargo de todos los cuestionamientos, porque la verdad es hija del tiempo. Hoy estamos en riesgo nacional e internacional. Tenemos fortalezas en las que debemos confirmar nuestras convicciones porque para nosotros entre autocracia y democracia no hay discusión. Como país somos de “izquierda” porque defendemos nuestro sistema basado en la libertad, el esfuerzo personal y el respeto a la libertad del otro. Si se nos quiere considerar de “derecha”, y eso es usado como  ofensa, la aceptamos con gusto porque los modelos de Venezuela, Nicaragua, la Argentina kirchnerista, Cuba, Corea del Norte, Rusia e Irán serán siempre rechazados. Debemos retomar la batalla cultural que en gran parte perdimos en mano de los populismos de los “gobiernos progresistas”. Antonio Gramsci fue un gran maestro que no debe ser rechazado, sino estudiado profundamente en sus concepciones teóricas y en sus aplicaciones prácticas. Hoy Arturo Pérez Reverte es quien más nos representa en estas reflexiones. En un reciente artículo publicado en XL Semanal, cuyo título nos adelanta sus conceptos fundamentales -“No es tiempo de héroes”-, resume lo que modestamente queremos transmitir: “Ser un disidente antes era enfrentarse al sistema. Ahora es al revés: en esta falsa individualidad, donde todo el mundo coincide en considerarse disidente de algo, quien de verdad destaca es el que discute los lugares comunes convertidos en norma social”. Claro, clarísimo. En unos de sus últimos tweets es más directo: “Como todo revolucionario, si gana instala una dictadura popular: censura, expropia, tortura y fusila. Si pierde, se refugia en los derechos humanos, se vuelve un demócrata y denuncia la persecución, la crueldad, el patriarcado y la falta de libertades civiles”. Es por eso también que en su última novela, “Hombres buenos”, apuesta a la amistad, la conversación, al debate de ideas entre lengua, ciencia y religión, y con libros, muchos libros  siempre muchos libros, porque “cuando a la gente la acorralas, tiene dos caminos: resignarse a ser cordero o pelear”. En estos días Uruguay debe dar la  batalla cultural y política  en favor de la defensa de nuestra democracia representativa claramente cuestionada por quienes impulsan la derogación de la Ley de Urgente Consideración con uno de los “argumentos” usado para convencer a la ciudadanía a la previamente se le negó la posibilidad de una educación pública de calidad: “Juntamos nuestras firmas contra una ley creada por pocos”. En nosotros está identificar las posturas políticas que optan por la autocracia o por la democracia y en la defensa de ésta última no debemos ser corderos.

 

(*) Senadora por el Partido Nacional – Sector Todos – Lista 404.