Responsabilidad fiscal y sensibilidad social

Por: Cr. Iván Posada (*) | @IvanPosada33

El comportamiento de la actividad económica de nuestro país en el pasado año con respecto al año 2020, mostró una significativa recuperación de 4.4%. En efecto, a pesar de la emergencia sanitaria por covid-19 que caracterizó a ambos años, los excelentes niveles de vacunación de nuestra población durante 2021 y el notorio crecimiento de algunos sectores de actividad explican el comportamiento incremental de nuestra economía.

Enfocados en el comportamiento de la producción de bienes y servicios, todas las actividades mostraron un importante crecimiento en relación al año anterior. En tal sentido se destaca que el Comercio, Alojamiento y Suministro de Comidas y Bebidas (7%); Industria Manufacturera (6.7%); Construcción (6%); Actividades Profesionales y Arrendamientos (5.2%); Agropecuario, Pesca y Minería (5%) y Servicios Financieros (5%) registraron aumentos superiores al 5% en relación a 2020.

Tal parece que la recuperación de la movilidad asociada al excelente plan de vacunación fue clave para la recuperación que exhibieron sectores que como el comercio, la hotelería y restaurantes, habían reducido sustancialmente su actividad en 2020.  Particularmente, en el caso de las industrias manufactureras, el incremento de la demanda externa fue el factor clave para su crecimiento después de la retracción que había sufrido durante 2020 por la crisis sanitaria mundial.

Cuando nos enfocamos en el gasto final, resulta que el Gasto de Consumo Final fue de 3.4% debido al incremento del consumo final de hogares (2.3%) y al consumo final del gobierno y de las instituciones sin fines de lucro al servicio de los hogares (8%). También creció la Formación Bruta de Capital Fijo (14.6%), las Exportaciones de bienes y servicios (14.4%) y las Importaciones de bienes y servicios (20.9%), determinando un Saldo de Balanza Comercial que aunque negativo, fue más favorable para nuestro país que el registrado en 2020.

El Resumen Ejecutivo del Informe Anual de Comercio Exterior 2021 que elabora Uruguay XXI expresa lo siguiente:

Las exportaciones uruguayas de bienes crecieron 43% en 2021, totalizando US$ 11.549 millones. Este es el mayor nivel histórico en valor desde que Uruguay XXI cuenta con esta información, e implica un fuerte repunte frente al registro de 2020, que estuvo muy afectado por la crisis sanitaria. Asimismo, las exportaciones crecieron 26% frente a 2019, lo que da cuenta del incremento frente a los niveles prepandemia.

 • La carne bovina fue el producto con mayor incidencia en el crecimiento de 2021, tanto por mejores precios como por mayores volúmenes exportados. Las ventas de energía eléctrica y celulosa también mostraron fuertes aumentos, en un marco de mayores precios de exportación. Otros productos con incidencia positiva en la variación anual fueron madera, subproductos cárnicos, soja y concentrado de bebidas.

• China fue nuevamente el principal socio comercial de Uruguay en 2021, representando el 28% de las exportaciones de bienes, con US$ 3.277 millones exportados. En segundo lugar, se ubicó Brasil (16%), seguido por la Unión Europea (14%), Argentina (5%), Estados Unidos (5%) y Egipto (4%).

En relación a las Exportaciones de Servicios, el Informe de Uruguay XXI se resume en el siguiente cuadro.

En este contexto, excluyendo los 15.000 puestos de trabajo que corresponden a jornales solidarios, se crearon 33.500 puestos de trabajo genuinos, que se asocian al crecimiento económico registrado en 2021.

Durante el primer cuatrimestre del año en curso, Uruguay XXI informa que las exportaciones de bienes incluyendo zonas francas se incrementaron 34.5% con respecto a igual período del año pasado, lo que genera un marco más que auspicioso para el crecimiento de la economía en 2022 y el consecuente crecimiento del empleo.

¿Esto significa que está todo bien? No, en absoluto. El impacto de la crisis sanitaria fue extraordinario. Se destruyeron más de 60 mil puestos de trabajo y más de 100 mil personas vieron caer sus ingresos por debajo de la línea de pobreza.

En una entrevista reciente concedida al diario El País, el Dr. Fernando Filgueira lo expresa en forma muy elocuente:

“En primer lugar, el cierre de los establecimientos educativos tuvo un impacto brutal sobre la infancia. El cierre de los CAIF, también impactó sobre la posibilidad de las mujeres de mantener y sostener su vínculo laboral y, sobre todo, de las mujeres de menores ingresos. Y a eso le sumamos el choque brutal sobre los salarios y el empleo de toda la sociedad, pero en particular de los sectores más vulnerables. Fue un shock agudo, masivo y asimétrico que castigó a nuestra estructura más vulnerable, más que al resto. Y parte de la disminución que veníamos logrando de la pobreza infantil se frenó. Hay estrés de bienestar en un 20% de nuestros niños. Por tanto, además de los cambios estructurales necesarios, se impone activar algunos mecanismos.”

De hecho, de 8.8% de los uruguayos que en 2019 vivían por debajo de la línea de pobreza de acuerdo al método del ingreso, el porcentaje trepó al 11,6% en 2020.

Los datos recientes revelan que en 2021, 10.6% de los uruguayos siguen viviendo en la pobreza, 20.5% más que los registros anteriores a la pandemia. Pero lo más grave es cuando analizamos la pobreza según los grupos de edades: resulta que el 18.6% de los niños menores de 6 años, 19.4% de los niños de 6 a 12 años y 18.8% de los adolescentes de 13 a 18 años, viven en hogares por debajo de la línea de pobreza.    

Los guarismos son inferiores a los de 2020 pero siguen estando por encima de los registrados en 2019, 17%, 16.5% y 15% respectivamente. En cualquier caso, la concentración de la pobreza en los niños, niñas y adolescentes pone al desnudo una realidad que interpela a todos los partidos políticos y a la sociedad en su conjunto.

Y esta interpelación no nace con la pandemia ni con este gobierno. De hecho el nivel de gasto del Fondo Covid para mitigar los impactos de la pandemia fue de 1.880 millones de dólares.  Las transferencias sociales que en 2019 eran 268 millones de dólares se incrementaron a 387 millones de dólares (57% en términos reales) en 2020 y a 502 millones de dólares (25% en términos reales) en 2021. Más de un millón de personas recibieron estas transferencias.

En la Rendición de Cuentas del año pasado se incrementaron las transferencias hacia los niños de 0 a 3 años en 50 millones de dólares anuales, primero como Bono Crianza y luego gradualmente, a través de nuevos CAIF, que se agregan a otras medidas implementadas por el Ministerio de Desarrollo Social.

Las perspectivas macroeconómicas son favorables y seguramente ayuden a revertir parcialmente las secuelas del impacto social de la pandemia. Las decisiones políticas y la orientación del gasto del Fondo Covid muestran a un gobierno con sensibilidad social. Pero está claro que no podemos esperar que el derrame del crecimiento de la economía supere el desbalance generacional cuya manifestación más notoria es la pobreza infantil y juvenil.

Los tiempos que vienen requieren que reafirmemos el rumbo. En cualquier caso, la responsabilidad fiscal es imprescindible si queremos darle sostenibilidad a las políticas sociales, y de hecho, la instrumentación de la regla fiscal ha sido un paso fundamental dado por este gobierno. Pero la responsabilidad fiscal debe ir de la mano de la sensibilidad social, para comenzar a hacer realidad el imperativo ético de búsqueda de la igualdad en el punto de partida para los niños y las niñas que nacen en nuestro país. Así como creamos el Fondo Covid para atender la pandemia, es hora de crear el FONDO INFANCIA para concentrar los esfuerzos y cambiar de una vez por todas esta cruda realidad que nos cuestiona e interpela todos los días.

(*) Diputado por Montevideo del Partido Independiente.